Revista Psicología

El diván de Peter Pan

Por Psicoceibe @alejandrobusto
"...Y Si los hombres tuviéramos un espacio, un lugar físico, un sitio entre iguales donde vomitar nuestras miedos o celebrar nuestras emociones proscriptas..."
*por Alejandro Busto Castelli


El diván de Peter Pan¿Y entonces a los padres, quién los sostiene? … la pregunta resonando en el aula, mi cabeza buscando con la mirada a la voz que preguntaba.
Era Rosa Sorribas de Crianza Natural, en el turno de preguntas de mi conferencia “En busca del perro verde”,  en la I Jornada de Crianza en red organizada por la Editorial Obstare, (Barcelona, marzo 2012)
Mis alumno/as de los talleres de hablar en público, generalmente comparten entre sus miedos, aquella ansiedad anticipatoria que generan las preguntas de la audiencia. Siempre he pensado que las mejores preguntas son aquellas para las cuales uno no tiene respuestas. Esas preguntas oportunidad, indagación, cuestionamiento, esas preguntas de revisión del discurso.
Yo no tenía respuesta, por lo menos no una habitual, ya ensayada, antigua, esperada. En un microsegundo pensé… cierto y a nosotros quien cojones nos contiene, quien nos escucha, con quien vomitamos…nuestras miserias, nuestras sombras y dudas. 
Respondí a Rosa. No sé desde que lugar, no puedo saber porque tan rápido. Dije: “en mi caso mi Madre”.
Fue con ella con quien hablé de  mi despertar sexual, a ella a la que llamé a los cinco minutos de ver el predictor, aunque le había jurado a mi pareja que no lo diría hasta pasar las temidas 12 semanas.
En aquella conferencia un círculo mágico se cerró, cuando Ileana Medina dijo tras mi respuesta, que esa era la clave, ya los nuevos padres tendrían que haber sido hijos bien maternados.
Y sí... mi primer contenedor emocional, mi madre ¿Y después? ¿Y cuando no este? ¿Y el resto de los hombres, no podrían en algún momento cubrir ese hueco?
Y Si los hombres tuviéramos un espacio, un lugar físico, un sitio entre iguales donde vomitar nuestras miedos o celebrar nuestras emociones proscriptas...
Si ese lugar existiera... quizá nuestras relaciones de pareja y los vínculos con nuestros hijos e hijas contarían otra historia... solo quizá.
Durante el 2012 y lo que va del 2013 en cada curso o taller donde un chico me  escuchaba, fue creciendo la idea de que no podía permanecer mucho tiempo más sin hacer algo al respecto. Quieto, inmóvil, esperando a que tal vez otros, a que por fin se produzca un cambio.
Es bien cierto que al calor de los círculos de mujeres o madres, algunos hombres nos hemos acercado. Me contaba la psicóloga GabriellaAviva en un correo hace más de un año largo, su dificultad para darles a los hombres que se acercaban a su grupo, lo que ellos pedían o quizá mejor expresado: lo que ellos necesitaban.
Copio textualmente con su autorización (Gracias Gabriella!)“…Los papás siempre me reclamaron (desde la primera edición del grupo!) un espacio también para ellos! Y yo siempre me he disculpado con ellos, porque sentía (y siento) que no se lo puedo proporcionar...mi energía masculina se vio ciertamente debilitada tras mi maternidad y siento que no puedo ser la profesional que coordina un grupo (terapéutico) con 10 hombres..! Les he animado siempre a que buscaran un hombre -psicólogo y psicoterapeuta- preparado y que pudiera y deseara coordinar el espacio que estaban buscando, pero nunca encontraron a nadie ni nadie se ofreció. Tampoco ellos se animaron nunca a autogestionar uno…”Sin duda que ante la ausencia de espacios, que nos “cedan” un trocito de los lugares que ellas han creado es importante. Pero vuelvo sobre la necesidad: No sé si lo que necesitamos.Debo recordar con gratitud que yo mismo fui escuchado en mi despertar de paternidad por otras mujeres, no tenía muchos hombres cerca que  quisieran compartir  sobre embarazo, vómitos, dolores de espalda, miedos y frustraciones. Y los que me escuchaban por respeto cinco minutos después me apodaban “la madre” o sonreían con disimulo…En los últimos tiempos  parece reclamarse espacios para los padres, hacemos alguna conferencia más que antes, escribimos libros y algunos de nosotros aparecemos en congresos de maternidad, así que con calma  empiezan a aparecer estos círculos de hombres tan necesarios.He visto iniciativas por toda España. En algunos casos están dirigidas e imaginadas por mujeres, que quizá desde la experiencia, la demanda hecha en los propios círculos de mujeres sumado a la poca oferta, quieren apoyar a los hombres a construir un presente más consciente y comprometido.  Quizá por eso tres de los autores del libro “Una nueva Paternidad” (Editorial Pedagogía Blanca) hemos soñado en un lugar para hombres pero también de la mano de otros hombres, a su vez  padres. Se trata de José Ernesto Juan, presidente de la asociación Besos y Brazos, Ramón Soler codirector de la Revista Mente Libre y un servidor.  Confieso en este comienzo que aún me hace ruido y no me termina de convencer del todo la idea esta de “exclusividad”, del  “solo para hombres”. Quizá solo dure un tiempo y los círculos puedan ser de familias.Sin embargo creo que estamos en un momento social y vital, donde no sé cuántos de nosotros podemos vencer y tirar abajo ciertos prejuicios si no nos dejan solos por fin. Siento por momentos que este camino de piedras, de lo emocional y la sensibilidad desnudada es un camino solo para nosotros.Creo que en el comienzo y  en este momentos debemos construir una masculinidad distinta sin mirarnos en el espejo de ellas. Probablemente no son sus filtros los que hoy necesitamos, no sé qué valor tendría emprender este viaje para de regreso solo satisfacer la imagen que el espejo femenino nos devolvió y nos reclamo.Regresar si, reconstruidos y repensados en primer lugar por nosotros mismos y porque socialmente no se sostiene un tipo de hombre al servicio de un sistema egoísta, individualista e insolidario. Regresar para ser parte de la solución y no del problema.Por estas razones nace “El diván de Peter pan”, para escucharnos, para hablar lejos del Bar y sin trivializar de nuestras relaciones de pareja. Para compartir entre lágrimas si hace falta nuestra infinita y reiterada desconexión con nuestros hijos e hijas. Con nuestros filtros, con nuestras sombras y nuestra historia pasada.Y por encima de todo con el futuro por construir, decididamente en nuestras manos.

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