¿El ejercicio nos ayuda a controlar el apetito?

Las compañías farmacéuticas y los científicos han estado trabajando durante décadas para encontrar una píldora mágica que nos haga sentir más saciados comiendo menos.

Afortunadamente, podemos sentir una sensación similar y sin tener que recurrir a ningún tipo de fármaco.

Muchos de los alimentos basura que consume habitualmente la gente (pizzas, burguer, kebab, snacks fritos, etc..…) y que contienen gran cantidad de grasas, pueden llegar a hacernos perder la capacidad de saber cuándo estamos llenos. Es más algunos estudios han llegado a sugerir que comer una cantidad excesiva de grasa crea fallos en las señales del cerebro que controlan la saciedad y que se generan en el hipotálamo (el área del cerebro que controla el instinto del hambre).

Estos fallos, nos pueden llevar a consumir alimentos de forma incontrolable y, por tanto, a la obesidad.

Recientemente unos investigadores brasileños han querido ver como repercute el ejercicio físico en este “error del cerebro” y ver si se pueden revertir los efectos, consiguiendo que nos saciemos antes y por tanto reduzcamos el consumo de calorías y de alimentos.

EL EXPERIMENTO  – el experimento se llevo a cabo con varios roedores

Los investigadores estudiaron a un grupo de ratas, la mitad de los cuales tenía un peso normal, mientras que la otra mitad se consideraban obesas.

Ambos grupos fueron sometidos a ejercicios físicos, tales como nadar y correr en una cinta de correr. Sus hábitos alimenticios también están estrechamente controlados antes y después de las rutinas de ejercicio.

LOS RESULTADOS

Las ratas obesas que solía comer una gran cantidad de alimentos antes de que fueran sometidas al ejercicio regular, empezaron a comer menos después de realizar actividad física.

En los animales obesos, el ejercicio incrementa los niveles de proteína en el hipotálamo, y estas moléculas son cruciales para aumentar la sensibilidad de las hormonas más importantes, la insulina y la leptina, que por otro lado, controlan el apetito.

Obviamente, la actividad física aumenta el gasto de energía y por tanto se queman más calorías, pero este estudio también demostró que el ejercicio físico ajusta las señales de saciedad y  por tanto reduce la ingesta de alimentos.

Este cambio químico sugiere que la actividad física “podría ayudar a reorganizar el punto de ajuste del equilibrio nutricional y, por tanto, ayuda a contrarrestar el desequilibrio de la energía inducida por el exceso de nutrición relacionados con la obesidad”.

Sin embargo, el estudio no encontró ninguna prueba concreta que vinculara los resultados con la pérdida de peso.