Revista Cultura y Ocio

El emperador Claudio

Por Cayetano
El emperador Claudio


El 24 de enero del año 41 Claudio es proclamado emperador de Roma por la guardia pretoriana.
Seguramente era el miembro de su dinastía con menos probabilidades -y también con menos ganas- de ser elegido. Y, sin embargo, fue el único que sobrevivió a todos los demás y, por lo tanto, el que tuvo que continuar con la saga.
Fue nombrado de forma inesperada y contra cualquier pronóstico, pues ni el propio Claudio albergaba la más mínima sospecha de llegar a ser algún día  designado como César.
Acababan de asesinar a Calígula, y Claudio, asustado como un conejo, escondido tras unos cortinajes, lo único que esperaba era la muerte, pues la guardia pretoriana andaba por todas partes con las espadas desenvainadas teñidas de sangre del emperador psicópata al que acababan de matar. 
Los de la guardia prefirieron evitar mayores problemas y, dado que el tío de Calígula era el único heredero que quedaba vivo de la dinastía y parecía poco inteligente y fácil de manejar, decidieron aclamarle como nuevo César.
El cuarto emperador de la dinastía Julio Claudia, Tiberio Claudio César Augusto Germánico, dirigirá los destinos de Roma desde el 24 de enero del año 41 hasta su muerte en el año 54. 
Del sucesor de Calígula sabemos cosas gracias sobre todo a la labor de escritores como Robert Graves y de la serie que se hizo basada en este autor: “Yo, Claudio”. De todos es conocida su tartamudez, su cojera y sus tics, algo que llevó a muchos a pensar que era poco menos que idiota; pero se equivocaron.  En todo caso, un “tonto” que logró sobrevivir a los más “listos” de su familia.
Apartado en un principio del camino del poder, al no suponer competencia alguna para nadie, pudo vivir tranquilo y dedicar gran parte de su tiempo a estudiar y a investigar sobre la historia pasada.  Sus aficiones inofensivas y su nula ambición política, no suponían de entrada ser un estorbo para otros y por ello quizá no lo quitaron de en medio como hicieron  en tantas ocasiones. 
"La ventaja de ser inteligente es que así resulta más fácil pasar por tonto. Lo contrario es mucho más difícil." Kurt Tucholsky A pesar de todo y de todos, pronto se reveló como un estadista capaz e inteligente que redujo el absolutismo imperial en favor de un mayor papel del Senado, al que tanto había humillado su antecesor.  Amante de las tradiciones romanas, intentó volver a lo genuino de la religión en sus comienzos, restableciendo cultos olvidados.  A nivel de política exterior siguió anexionando territorios al imperio e impulsó la conquista de Britania.  También promovió un plan de ampliación de infraestructuras públicas: un par de acueductos, un puerto,  nuevas calzadas… Después de tantos años de tiranía, dejadez, locura y desgobierno, el periodo del mandato de Claudio representó para muchos un descanso, un respiro, una manera mucho más sensata y normal de ejercer el poder. 
El emperador Claudio Derek Jacobi en el papel de Claudio
Uno de sus peores errores fue permitir la intromisión de sus mujeres en las tareas de gobierno. Y que no se me entienda mal, porque no se trataba de mujeres corrientes: Mesalina le perdió el respeto y llegó a ridiculizarle públicamente haciendo ostentación de su promiscuidad. O sea que organizaba orgías en palacio y proclamaba ufana y abiertamente que engañaba al emperador –debía considerarle bastante tonto-, algo intolerable. Claudio no pudo más y la mandó ejecutar.  El propio emperador era consciente de que aquella relación era complicada desde sus inicios. “Cuando un cincuentón no muy inteligente y no muy atrayente se enamora de una muy atractiva y muy inteligente muchacha de quince años, por lo general tiene muy malas perspectivas”. Eso pensaba Claudio, según  nos relata Robert Graves. Más tarde se casó con su sobrina Agripina, quien tenía un hijo de una anterior relación, Nerón. Por eso, ella convenció a su esposo de impedir que Británico, el supuesto hijo habido con Mesalina fuera su sucesor,  y nombrara a Nerón, cosa que consiguió.  Una vez que su mujer logró su objetivo, envenenó a Claudio, dejando a su hijo el camino libre para ser emperador.  El asunto del envenenamiento de Claudio es un tema complejo y controvertido. Al emperador le gustaba comer setas, especialmente las “amanitas cesáreas”. Agripina trazó el plan de envenenamiento consistente en cambiar esas setas por otras del tipo “amanitas phaloides”, de efectos letales. Aquella noche, el emperador se retiró a sus aposentos aquejado de dolor de estómago. Esa es la tesis del historiador Suetonio. 

Otro historiador, Dion Casio, afirma que el veneno se vertió directamente sobre el plato con las setas que se iba a comer. Y no falta quienes afirman que el propio médico de Claudio, confabulado con Agripina, introdujo en la garganta del emperador una pluma untada en el veneno de la amanita phaloides con la excusa de provocarle el vómito tras una mala digestión.

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