Revista América Latina

El espejo de enfrente desnuda a la Argentina

Publicado el 14 noviembre 2010 por Sofogebel
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Por PEPE ELIASCHEV


Ocuparse de los asuntos nacionales no se contradice con la observación de lo que sucede en la vereda de enfrente, todo lo contrario. La pequeña República Oriental del Uruguay (cuya población total cabe en la capital argentina) permite de manera casi perfecta visualizar lo mucho que no funciona o anda mal en este país, con una población mucho mayor de la que tiene la nación concebida por Artigas.
Este fin de semana, por ejemplo, el presidente José Mujica ha vuelto a expresar su noble amargura de cara al patológico confrontacionismo argentino. De regreso del velorio de los restos de Néstor Kirchner, Mujica le confesó al semanario montevideano "Búsqueda" que la Argentina está partida en dos. Para él, es un disparate de pesadilla que en las exequias de un ex presidente argentino, el Gobierno haya impedido que participen de la ceremonia funcionarios y dirigentes con los que está enemistado a muerte.
Al gobierno uruguayo es difícil "correrlo por izquierda". Mujica fue electo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 29 de noviembre de 2009, con el 52,6% de los votos, mientras que el opositor Partido Nacional fue votado por el 43,3%. La fórmula de Mujica presidente y Danilo Astori vicepresidente representa a la coalición Frente Amplio, fundada en 1971, y de la que participan tupamaros, comunistas, socialistas, artiguistas, socialdemócratas e independientes de izquierda. Es el segundo gobierno frenteamplista, que sucede al de Tabaré Vázquez, que gobernó de 2005 hasta el 1º de marzo de este año.
Preso 13 años, tras su violenta militancia en Tupamaros, Mujica es hoy la encarnación viva de un dirigente político respetado de manera unánime, más allá de que, en general, la dirigencia política oriental siempre preserva un altísimo grado de dignidad y altura cuando debaten entre ellos.
POBRE EN SERIO
Pobre de toda solemnidad, Mujica patentiza la vieja y aleccionadora consigna de que no se puede vivir como un potentado y proclamar solidaridad con los pobres. Tras décadas de turbulento accionar revolucionario como activista de una guerrilla que quiso tomar el poder con el fusil en la mano y fue aplastada hacia 1975, Mujica no sólo demuestra que las transformaciones sólo son legítimas si van de la mano de políticas de Estado que incluyan y busquen consenso. También desnuda a la siempre exacerbada, turbulenta y mercurial Argentina.
Una manera de demostrar estas diferencias descomunales en la cultura y la práctica políticas del Uruguay respecto de su vecino rioplatense, fue la decisión tomada la semana pasada por Mujica, de vender la residencia presidencial de Punta del Este, cumpliendo así con una promesa electoral. La residencia fue vendida en 2,3 millones de dólares y con ese importe Mujica se propone construir viviendas populares para 50.000 familias "sin techo".
El predio donde se halla la residencia, ubicada sobre la tradicional avenida Roosevelt de Punta del Este, "no es de utilidad a los efectos del cumplimiento de los cometidos sustanciales de la Presidencia", expresó Mujica, acreditando con hechos su promesa a pocos días de asumir la presidencia, cuando anunció que su gobierno sería austero.
La mansión vendida, de unos 400 m2 cubiertos y dos plantas, está emplazada en un predio unos 5.000 m2, cuenta con una exuberante arboleda y piscina, y está protegida por un muro de más de tres metros de altura. Uruguay y su gobierno revelan la distancia verdadera y abismal que existe entre el maquillaje del "pobrismo" argentino y la sencilla solidaridad oriental.
Por razones de historia cultural de larga data, la Argentina suele venerar las fortunas oficiales, antes que sospechar de ellas. La conducta pública y privada del alto funcionariado argentino revela con patética contundencia su avidez imparable por vivir en zonas privilegiadas, manejarse con medios de transporte inaccesibles para la mayoría y no dar cuenta de sus gastos, naturalmente solventados por la sociedad.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo, viajó esta semana a Corea en un suntuoso jet corporativo como los que usan los CEO de las principales multinacionales privadas del mundo, el veloz y muy lujoso Bombardier Global 9H-XRS que transporta apenas un puñado de pasajeros pero con atención exquisita.
Este avión se cotiza en el súper exclusivo mercado del lujo aéreo en 45,5 millones de dólares. Dentro de su fuselaje se despliegan 31 m2 de espacio, donde pueden acomodarse sentados hasta 19 pasajeros, aunque su configuración modular permite que el área se reconvierta para dormir en dos camas matrimoniales y cuatro simples.
En el operativo coreano, la Presidenta se manejó como siempre: estricto e intenso silencio informativo respecto de sus acompañantes en el Bombardier, hora de salida y hoja de ruta. De hecho, en la Casa Rosada decían no conocer las razones por la cuales el jet corporativo con el grupo argentino estuvo parado 18 horas en Los Angeles y qué hizo durante ese lapso la Presidenta.
Una confidencialidad rayana en la clandestinidad caracteriza hoy los movimientos presidenciales en este país. Además de ser un capricho de ribetes decimonónicos, este modo de funcionar atenta de manera peligrosa contra la seguridad nacional. Escarnecido y de hecho maniatado el vicepresidente legítimo, Julio Cobos, el caso de una presidenta que viaja a las antípodas geográficas del país, enviando a su gabinete en vuelo de línea, y haciéndose acompañar de un staff cuyos nombres se ignoran y con itinerario que es secreto oficial, suscita temblores justificados.
CONTINUIDAD HISTORICA
Como lo atestigua su estilo de vida en El Calafate, la preferencia oficial por el lujo y la comodidad irrestricta no es una novedad. Históricamente, el peronismo ha tenido peculiar indulgencia para con las costumbres privadas de sus líderes. Pasó entre 1946 y 1955 y hubo recidiva con el estilo menemista de los años '90.
Resulta muy evidente y llamativo la insistencia en este esquema de altas prestaciones suntuarias asociado a una creciente opacidad informativa. Desde la Presidencia de la Nación se restringe hasta la casi total ausencia de datos la información más elemental sobre la rutina de la mandataria. En el caso del supuesto problema técnico que habría padecido la lujosa aeronave en Los Angeles, durante casi 20 horas el país no supo (y aparentemente el Gobierno tampoco) dónde y cómo estaba una presidenta que, de hecho, ignora la existencia de un vicepresidente. Diferencias de estilo, se dirá, que en verdad muestran discrepancias de culturas políticas y hasta -incluso- de objetivos.
Otro caso uruguayo ilumina la desnudez de la intemperancia argentina. Tras el ballotage de 2009, el Partido Nacional (blanco) ratificó su condición de polo aglutinante de una minoría que obtuvo el 43.3 % de los votos. Uno de los dos dirigentes principales de esta colectividad, el senador Jorge Larrañaga, explicó días atrás su estrategia de diálogo con el gobierno del Frente Amplio en términos de una civilidad política hoy inexistente a 40' de avión de Montevideo, en Buenos Aires. Tras admitir que una relación abierta con el Gobierno sirve para "sacarle cosas en beneficio del ciudadano", aclaró: "yo no tengo cercanía ni lejanía con el presidente José Mujica, simplemente tengo diálogo. Apuesto al diálogo porque no hay tiempo para esas divisiones de las cuales la gente está tan cansada".
Aquí, la semana que termina, en cambio, ratificó la indigencia democrática argentina, con una Cámara de Diputados plagada de denuncias al kirchnerismo por la compra-venta de voluntades opositoras y la inextinguible ferocidad de Elisa Carrió, que acusó al radicalismo en los términos más violentos por dar quórum para tratar la ley de presupuesto enviado por el Ejecutivo.
Uruguay no es perfecto ni siempre admirable. Es una nación latinoamericana con su alta cuota de carencias, inequidades e insuficiencias. Pero, comparada con la brutalidad civil argentina, es un paraíso de la racionalidad, la paz y la cordura.
 
Fuente: eldia.com.ar

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