Revista Sociedad

El Estado como problema

Publicado el 09 abril 2012 por Abel Ros

Como bien decíamos en la red social "mientras Guindos anuncia en Alemania recortes en educación, Esperanza Aguirre anuncia la implantación del bachillerato en todos los centros concertados de Madrid". Es precisamente esta doble vara de medir de los tiempos en blanco y negro de ayer, la que sacude las endémicas energías de la socialdemocracria utópica de González. La "España tercermundista", como así se le conoce en los foros sociológicos de la izquierda, es la viva imagen de un país que mira de reojo la evaporación de su riqueza y la impotencia de su progreso. En días como hoy, el dibujo sonoro de los bares y tascas de Madrid es el llanto sin consuelo de un obrero a la deriva ante el silencio perpetuo de sus andamios.

Los recortes de Mariano, o dicho en términos más claros, el robo a mano armada de nuestros logros civiles por parte de las élites neoliberales del merkelismo presente, son el puro retrato de un Estado plegado a los dictámenes de los mercados. El "Estado como problema", como así defendió la gestión idílica de un país, el candidato republicano  en su pulso electoralista con Obama, ha llegado sin billete de vuelta a las orillas de nuestro charco. El filo de la tijera por la tela descosida del mileurista pone sobre la mesa las ventajas del lobo  en la selva natural de Hobbes. Ya lo dijo Darwin y que poco se equivocó, la supervivencia de la especie depende de la adaptación al medio por parte de  los resistentes. Solamente en tiempos de crisis como el presente, los fuertes de la manada sobreviven a los azotes de su entorno. Hoy más que ayer, la teoría evolucionista que tanto defendió el funcionalismo estructuralista de la sociología conservadora, se ha acomodado en el pensamiento contemporáneo en detrimento del conflicto como sinónimo de progreso.

Desde la crítica intelectual, debemos reflexionar sobre los efectos colaterales y futuros de una política económica basada en medidas restrictivas del gasto en contraste con escenarios de involución y síntomas de pobreza. La falta de estímulos a un jinete desmotivado por el comportamiento desbocado de su caballo no servirá para enderezar las riendas del corcel y apaciguar el confort de su camino. En época de "vacas flacas" es cuando la política de estímulos keynesianos se debe convertir en una prioridad de gobierno para salvar a la sociedad civil de las leyes del más fuerte. Mientras  la mano invisible del mercado domine las riendas de nuestro Estado estaremos, como dijo aquel jinete de la chaqueta de pana marrón, "al borde del precipicio".



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