Revista Asia

El evitable ascenso de Rajapakse

Por Tiburciosamsa

En 1941 Bertolt Brecht escribió “El evitable ascenso de Arturo Ui”, que es una alegoría en plan de farsa sobre el ascenso de Hitler al poder. El ascenso de Hitler al poder es más siniestro que el de un Mao Zedong o un Pol Pot. Estos últimos llegaron al poder después de largas guerras. Hitler llegó mediante unas elecciones democráticas y apenas las hubo ganado, dedicó sus esfuerzos a subvertir las instituciones democráticas para edificar una dictadura totalitaria. A una escala menor hemos visto el mismo proceso de erosión de la democracia en la Filipinas de Ferdinand Marcos, en el Zimbabwe de Robert Mugabe y ahora muchos se preguntan si no lo estaremos viendo en la Sri Lanka de Mahinda Rajapakse.

Rajapakse pertenece a la misma categoría de políticos a la que pertenecía Ferdinand Marcos y que yo denomino “Doctor Jeckyll y Mister Hide”. Cuando están en la oposición, tienen un halo reformista y progresista que las convierte en la gran esperanza del país. Cuando alcanzan el poder, sufren una mutación. Les crecen las manos, tal vez para poder robar más, les crecen los dientes para poder crujir mejor a los opositores y el culo les genera un pegamento especial para aferrarse mejor a la butaca presidencial.

Los antecedentes de Rajapakse invitaban al optimismo. Era hijo de Don Alvin Rajapakse, que fue Ministro de Agricultura y como político tuvo fama de íntegro. Mahinda Rajapakse nació en el distrito rural de Hambantota, donde su familia mandaba mucho. No obstante, haber nacido en una zona rural le ha permitido conectar muy bien con las capas más populares. Me recuerda un poco a George W. Bush, que iba de tejano y clase media, cuando en realidad provenía de una familia multimillonaria y patricia de Nueva Inglaterra. Lo que importa en el político no es su verdadero origen, sino la imagen que sepa transmitir.

Rajapakse estudió Derecho y en 1970 se convirtió en el parlamentario más joven del país, al ser elegido con sólo 24 años. Su nombre empezó a hacerse conocido cuando colaboró con Manorani Saravanamuttu, quien promovió un movimiento de madres para esclarecer la suerte de los desaparecidos entre 1989 y 1991. En esos años Rajapakse fue una figura señera entre quienes protestaron contra las violaciones flagrantes de los derechos humanos cometidas por los gobiernos del Partido Nacional Unido durante los mandatos de los presidentes Jayewardene y Premadasa. En 1994 fue nombrado Ministro de Trabajo y se hizo conocido por su defensa de los derechos de los trabajadores, lo que le acarreó problemas con los empresarios. Luego fue Ministro de Pesca y Recursos Acuáticos y desde su puesto organizó un programa de vivienda para los pescadores más pobres. En 2004 fue elegido Primer Ministro y en ese puesto se mostró era partidario de un acuerdo negociado con la insurgencia Tamil del LTTE.

Mister Hide empezó a vislumbrarse en 2005, con motivo de la campaña electoral de las presidenciales. Para derrotar al Presidente Wickramasinghe, tuvo que aliarse con el Janatha Vimukhti Peramuna, un partido originalmente marxista que ha derivado hacia posiciones nacionalistas, y con el Jathika Hela Urumaya, un partido budista fieramente nacionalista. Oliéndose que podía pillar cacho, Rajapakse se declaró marxista de los de Groucho (“Tengo unos principios y si no le gustan, puedo tener otros”). Cambió de línea y rechazó cualquier acomodo federal o autonómico con los tamiles. La apuesta le salió bien: venció a Wickramasinghe por un estrecho margen de 190.000 votos, menos del 2% de los escrutados. Irónicamente fue el LTTE, al que luego aplastaría, el que hizo posible su victoria. El LTTE boicoteó las elecciones en las zonas que controlaba. En esas zonas el porcentaje de electores que votó fue inferior al 2%. Posiblemente si los tamiles del norte y del este hubieran podido votar, lo habrían hecho por Wickramasinghe.

Rajapakse se marcó como objetivo fundamental de su primer mandato terminar con la insurgencia del LTTE. En ese objetivo le ayudo el propio liderazgo del LTTE, que no quiso darse cuenta de que el ambiente internacional tras el 11-S había cambiado y que su posición era mucho más débil de lo que parecía. En abril de 2006, el LTTE abandonó las conversaciones de paz con el gobierno. Eso puso en bandeja a los duros del gobierno, que eran casi todos, imponer sus tesis: fin del alto el fuego y tirarse al pescuezo del LTTE. La era de conflicto salpicado por altos el fuego y negociaciones se había terminado. En enero de 2008 Rajapakse lanzó una gran ofensiva para acabar con el LTTE. Para mayo de 2009 el LTTE había sido aplastado y su principal líder, Velupillai Prabhakaran, estaba muerto.

Viendo cómo se desarrollaron las cosas durante su primer mandato, uno puede sospechar que también tenía otro objetivo menos confesable: encumbrar a su familia. Rajakapse acumuló al cargo de Presidente el de Ministro de Finanzas. De sus tres hermanos, colocó a los tres: a Gothabaya le hizo Ministro de Defensa, a Chamal Ministro de Puertos y Aviación y a Basil Asesor del Presidente. Uno de sus cuñados es Presidente de Air Lanka, un primo es Embajador en Rusia y una prima Secretaria de Coordinación de la Presidencia… O su familia es un dechado de talento profesional o estamos ante un caso de nepotismo como una casa. Una curiosidad adicional: la oposición ha calculado que con todos esos nombramientos la familia Rajapakse controla en torno al 75% del presupuesto nacional. Eso es tener un buen cortijo.

En el otoño de 2009 decidió aprovechar la popularidad que le había proporcionado el haber puesto fin al conflicto con los tamiles y adelantó las elecciones presidenciales para comienzo de 2010.

La campaña electoral fue cualquier cosa menos limpia. Rajapakse utilizó a mansalva los recursos del Estado para hacer campaña electoral. Helicópteros del gobierno empleados para trasladar al Presidente y a sus Ministros a los actos de campaña, violando descaradamente la normativa electoral; instrucciones a la policía para que prohibiese que se arrancasen los carteles electorales de Rajapakse, con independencia de si estaban puestos en un sitio legal o ilegal; liberar a funcionarios de la Autoridad Portuaria para que colaborasen en la campaña electoral de Rajapakse…

Los casos de intimidación a miembros de la oposición menudearon: se lanzaron bombas contra la casa de Tiran Alles, un ex-amigo de Rajapakse, que se había pasado al campo opositor; hubo un intento de asesinato contra Gayan Sanjeewa, otro miembro de la oposición; se lanzó una granada contra la casa de un simpatizante del Consejo Musulmán de Sri Lanka… Se informó de un total de 29 incidentes serios de intimidación contra miembros de la oposición. Hay que reconocer que la oposición tampoco se anduvo con chiquitas, pero los casos de los que se le acusan son sólo la tercera parte del total.

Capítulo aparte merece el tema de los medios de comunicación. Los medios estatales hicieron una campaña abrumadora a favor de Rajapakse: dedicaron el 96’7% de su tiempo de noticias a apoyar directa o indirectamente la campaña electoral del Presidente. Los medios de oposición hicieron lo que pudieron. No es que el gobierno les tenga amordazados, es que les tiene acojonados. Entre los periodistas desaparecidos o asesinados en los últimos dos años se cuentan Lasantha Wickrematunge, el dibujante Prageeth Eknaligoda. En total 34 periodistas han sido asesinados en los últimos tres años; de éstos, 30 eran tamiles. Con algunos no quisieron ir tan lejos: al Editor Adjunto de “The Nation”, Keith Noyahr, le metieron en una furgoneta y le dieron una manita de leches durante la noche antes de soltarle. En comparación el columnista del “Asia Tribune”, Ruwan Weerakoon, tuvo más suerte: solamente le detuvieron. Pero pronto los periodistas independientes dejarán de ser problema para Rajapakse. Para ahorrarle el trabajo de enviarles sicarios a que les finiquiten, 50 ya han optado por abandonar la isla.

Lo interesante es que Rajapakse no necesitaba de tantas artimañas para ganar las elecciones. El final de la guerra contra la insurgencia Tamil había elevado su popularidad a cotas estratosféricas y seguía conservando el apoyo en los medios rurales cingaleses. Las elecciones del 26 de enero de 2010 las ganó con el 57’9% de los votos. El opositor Sarath Fonseka obtuvo el 40’1%. Los analistas pensaban que la distancia entre ellos sería menor. Es posible que sin las malas artes empleadas la diferencia de votos hubiera sido bastante menor, pero es casi seguro que en todo caso Rajapakse habría ganado.

Si en su primer mandato Rajapakse ya había apuntado modales autoritarios, el inicio de su segundo mandato hace temer lo peor. Para empezar el 8 de febrero encarceló a Fonseka, que había tenido la desfachatez de oponérsele en las elecciones. El 18 de septiembre fue condenado a tres años por haber favorecido a una empresa de su yerno cuando estaba al frente de las FFAA. Resulta irónico que Rajapakse emplee este argumento contra su archienemigo, porque puestos a hablar de nepotismo…

Hablemos: en estos momentos Rajapakse acumula al cargo de Presidente los de Ministro de Defensa, Ministro de Finanzas, Ministro de Carreteras y Ministro de Puertos y Aviación, y además ahora la Oficina del Fiscal General depende directamente de él (esto es tener capacidad de trabajo), su hermano Chamal es Portavoz del Parlamento, otro, Basil, es Ministro de Desarrollo Económico y el tercero, Gotabaya, es Secretario de Defensa. Basil además monopoliza la ayuda humanitaria y el desarrollo del norte del país, de mayoría Tamil, y Gotabaya tiene a su cargo la Autoridad de Desarrollo Urbano. Recapitulando, los cuatro hermanos en comandita controlan las finanzas, las carreteras, los puertos, los aeropuertos, la gestión del suelo urbano, el desarrollo de la región de mayoría tamil y, por si alguien quiere acusarles de algo, el Fiscal General come de su mano.

Encarcelado su principal oponente y colocados sus hermanos, Rajapakse se ha puesto a hacer lo obvio: encontrar la manera de que no se le acabe el chollo. Eso implica una minucia: alterar la constitución para que el número de mandatos sea ilimitado. El Tribunal Supremo, que no quiso desilusionarle en esa menudencia que le hacía tanta ilusión, dictaminó que para reformar la constitución no hace falta un referéndum, sino que bastaba con una mayoría de dos tercios en el Parlamento.

Nunca hubo ninguna duda de que con unas palabras dulces aquí y un retorcimiento de brazos allá, Rajapakse conseguiría los votos que necesitaba. El 8 de septiembre se votó la enmienda: 161 diputados, 11 más de los necesarios, votaron a favor. Sólo 17 tuvieron los huevos de votar en contra. Ignoro si siguen en libertad.

Si alguien quiere saber cómo acabará este culebrón, lo más aconsejable es que se lea la biografía de Ferdinand Marcos. Los dictadores en Asia son poco originales y al final todos se copian unos a otros.


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