Revista En Femenino

El experimento

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
A veces creo vivir dentro de un experimento. No como objeto, sino como observador accidental. Yo solo sigo el ritmo, me dejo arrastrar por la inercia y la Fuerza. Y soy testigo de escenas, logros y ocurrencias que me dejan sin saber cómo reaccionar. A veces alcanzo a hacer unas fotos, y otras hasta las escribo aquí. En muchas ocasiones solo puedo sonreír y seguir observando.
Los padawanes dibujando en silencio... Los padawanes ya están de vacaciones, y estas ocasiones se multiplican. Pasar el día entero con ellos es agotador. Y ahora con cinco años y medio hay días que son más intensos que cuando tenían dos o tres. Ayer fue mi día de descanso: desayunos, papeleo a primera hora para recoger los chequelibros, compras, visita al Ikea –esto ya es una paliza en sí misma–, discusiones por algún juguete o el rotulador de turno, recoger, cocina, comida, un rato de tele, más discusiones, segundo intento de recoger, piscina, juegos y corchopanes toda la tarde, cenas, duchas, cuentos. Y todo con ellos. Intercalad también un par de bailes a seis pies, y alguna función improvisada de microteatro por parte de Leia. Y muchas risas y muchos tequieros.
Y la mitad de las veces, sí, estoy con ellos, pero en realidad solo soy un acompañante, el observador de este experimento. Como si fuera un vídeo de la Iniciativa Dharma, o los Observers de Fringe. Las cosas pasan delante mía. Ellos hacen que pasen. Ocurren. Yo solo soy testigo, pero realmente da igual, no importa si estoy o no o si participo.
La pequeña Leia y sus soluciones. Hay silencio en la casa mientras empiezo a preparar la comida. Como ya sabemos lo que eso significa, me asomo al salón. Y veo que están dibujando tranquilamente. Sonrío y sigo observando. Hasta que descubro que Leia ha encendido la tele, ha puesto unos dibujos en la aplicación de ClanTV, y ha pausado la imagen para poder copiar a los personajes. Me quedo flipando. Tengo el móvil a mano, así que reacciono y hago un par de fotos, y vuelvo a la cocina, sonriendo. Y en silencio. El silencio es un bien muy preciado cuando hay mellizos en casa.
Ya es media tarde. Levanto la vista y los veo jugar en el césped. Luke sigue en bañador, y se ha puesto las gafas de sol que nunca quiere ponerse, collares de cuentas de colores y pulseras a juego, como su hermana y una amiga que compartía risas y galletas con ellos. Parece sacado de un videoclip playero de Jefferson Airplane. El que nunca quiere disfrazarse ni pintarse la cara. Y está riendo a carcajadas. Hasta me deja hacerle alguna foto –que no os enseñaré– con esa pinta. Y sigue jugando y riendo.
Volvemos a casa charlando los tres de la mano. Aún nos queda mucha batalla por delante, pero yo voy pensando que sigo siendo el testigo accidental. El observador de un experimento. Más tarde, a la hora de la cena se han pasado cinco minutos repartiendo besos y tequieros entre los cuatro, entre ellos, entre nosotros. Ha sido cosa suya, son ellos los que hacen que pasen estas cosas, que ocurran. Y esta vez, quizás por cansancio, ni reacciono para hacer fotos, casi ni para escribirlo.
Ahora son las dos y pico de la noche y sigo pensando lo mismo. La suerte que tengo de poder presenciarlo todo, y seguir sonriendo.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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