Revista Cultura y Ocio

El fachismo corriente

Publicado el 17 febrero 2017 por Regina

(del cubanismo facho: robo, malversación)

El largo laissez faire del gobierno con el “si te portas bien, miro para otro lado” ha parido una generación (¿una?) de alegres desvergonzados, conocidos genéricamente como “luchadores”. La simpática denominación que comenzó siendo para unos pocos, ya no tiene color, sexo u ocupación; el denominador común es un salario muy corto para unos precios muy largos. Sí, esos mismos que lloraron frente a una foto con flores no hace todavía tres meses.

Polos tan distantes como el comercio y la cultura convergen en estas noticias que solo pueden confirmarse a medias porque la prensa oficial nunca las cubre sin permiso previo, y los amigos, familiares o compañeros de trabajo del(los) tronado(s) adquirieron hace tiempo el reflejo pavloviano de “no meterse en candela”.

El primero de los casos, en el centro Comercial Puentes Grandes, todavía sin cumplir los tres años de inaugurado y ya parece un local venido a menos. Allí existe una sala de navegación por Internet equipada en su estreno con cinco computadoras y aire acondicionado. Allí ha sucedido algo a lo que nos hemos acostumbrado ya. No siempre están todas las pc operativas; no siempre está operativo el aire. En la propia sala funcionaba un mostrador con artículos electrónicos como memorias usb, teclados, audífonos y afines, y funcionaba un punto de servicios de Etecsa, la Empresa de Telecomunicaciones que mantiene el monopolio de las comunicaciones y como tal, mantiene a sus usuarios entre la insatisfacción y el disgusto. Y digo funcionaba, porque nadie me supo decir si volverá a funcionar, solo en el parqueo con mucha premura, una empleada cuya imagen corporativa incorpora uniforme una talla menor de la necesaria, uñas acrílicas, pelo keratínico y El fachismo corrientemedias negras de encaje, sin levantar mucho los ojos y menos la voz, me dijo que había habido “tremendo explote”. Un taxista informal de los que anda a la caza de algún refrigerador a domicilio, fue el que me contó que tremenda gozadera vendiendo artículos privados, mucho más baratos que los de la tienda.

No son solo las tiendas. Yo recuerdo, muchos recuerdan, hace como quince o veinte años, el escándalo en la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura, donde se armaban delegaciones artísticas sin artistas por el módico precio de 500 CUC de los de entonces. Ahora tocó el turno al Consejo de las Artes Escénicas, y la información llegó de rebote desde Colombia, México o Centro América con toda esta trabazón migratoria, donde algunos de esos vigorosos reclamantes de derechos en ultramar, que lo mismo de profesionales universitarios que de malvivientes, aprendieron a actuar aunque jamás se subieran a un escenario; andan exigiendo con un pasaporte de color rojo, es decir, oficial, autorizado por el susodicho Consejo que se supone viabiliza los viajes de actores y grupos teatrales. Antes ya había sido en Patrimonio y Bienes Culturales por asuntos iguales o parecidos y por algún que otro faltante en las obras de arte y algún que otro sobrante en las obras constructivas que parecen haber sido el motivo de la salida por la puerta del fondo del anterior Ministro de Cultura.

Hasta un octogenario luchador revolucionario había amasado una recatada fortuna para el futuro, ese mismo que iba a pertenecer por entero al socialismo. Tronadísimo apenas dos meses después de un anodino artículo por los 90 de Fidel Castro en el ya de por sí anodino periódico Granma.

Nada que asombre a los cubanos, que de vez en cuando reparamos en que la corrupción nos acompaña a donde quiera que vayamos. La empleada de imagen corporativa y los funcionarios culturales como ya dije, comparten el salario como símbolo. En el otro caso, yo no sé a ustedes, pero a mí el affaire del octogenario luchador (para los desinformados, su nombre es Héctor Rodríguez Llompart), me dice algo de cómo deben andar las cosas entre “los históricos”.


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