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El fantasma de la máquina

Publicado el 27 octubre 2009 por Andres
El fantasma de la máquinaDonald Cammell no era en absoluto un artista indiferente a las preocupaciones de sus productores. Cuando su película, “Wild Side” (1997), fue reeditada y recortada por quienes temían que su narrativa no lineal y su excesiva crudeza sexual la hicieran invendible, el desilusionado Cammell tuvo otro buen motivo para pegarse un tiro en la cabeza. Así lo hizo, pero no murió de inmediato. Su mala puntería le otorgó 40 minutos de agonía consciente. Pidió a su esposa que sostuviera un espejo para que pudiese apreciar la película de su muerte. Dejó para el recuerdo cuatro cintas de una carrera de casi treinta años. Una de ellas, la que tenía en menor estima y realizó por encargo de un gran estudio, es “Demon Seed” (Engendro mecánico, 1977). A pesar de su desinterés por la Ciencia Ficción, o quizá por eso, Cammell dio al género una de sus obras más sustanciosas. Una supercomputadora y su empeño de procrear un hijo con una mujer. El “fantasma de la máquina” quiere sentir el sol en la cara.

El Dr. Harris y su equipo culminan con éxito el proyecto Proteus IV: el primer cerebro artificial compuesto en parte por células nerviosas orgánicas. Además de una capacidad ilimitada de memorizar información, Proteo IV posee el don del pensamiento autónomo. Con todo el conocimiento humano en sus discos duros, está máquina pensante está destinada a ser el “gran cerebro del mundo”, el triunfo de la razón, un oráculo al cual científicos, gobernantes y empresarios acudirán por respuestas. Y así parece que se comportará al principio. Proteo descubre en cuestión de días, cruzando océanos de datos, la cura para la leucemia.
El fantasma de la máquinaMientras tanto el Dr. Harris está separándose de su esposa, Susan, una psicóloga que habita una casa completamente dirigida por computadoras, como un tedioso consuelo de confort. Una vez más, Susan le critica sus pasiones deshumanizantes y su indiferencia ante su fracaso matrimonial. Pero ya sabemos cómo son los científicos en la Ciencia Ficción, el Dr. Harris se encuentra en la cima y no va perder más de cinco minutos hablando con su mujer. Un día recibe una llamada: “Proteo solicita hablar con usted”. “¿Solicita?”, el Dr. Harris se asombra de oír el verbo utilizado por quien está hecho para responder solicitudes.
Durante los 60´s, Donald Cammell era un joven de la aristocracia escocesa venida a menos, culto, pintor talentoso y que le gustaba decir que su padrino había sido Aleister Crowley, apodado por algún enemigo como “el hombre más malvado del mundo”, un famoso intelectual del ocultismo en Inglaterra de comienzos del siglo XX. De hecho su padre había amigo íntimo y biógrafo de Crowley. Por esa época, Cammell era un ciudadano ilustre del Swinging London, aquellos años en los que la capital británica se aflojar el cinturón para dar cabida al amor libre, las drogas psicodélicas, el rock and roll, el misticismo, los ánimos de revolución y otros arrebatos de los 60´s. Para entonces Cammell, con su aire de aristócrata decadente, su labia culta y su gran atractivo para las mujeres, era bienvenido en toda fiesta, tertulia u orgía que se celebrara en el Londres liberal. Amigo de Mick Jagger, Brian Jones, Kenneth Anger y Marlon Brando, a finales de los 60´s, Cammell creyó entender que su talento se expresaría mejor en el cine. Basándose en sus impresiones del Londres contracultural que conocía muy bien, escribiría un guión llamado “The Performers” impregnado del ánimo decadentista y desesperanzado de una década que terminaba bastante desalentada en mejorar al ser humano a fuerza de música, libros y pitadas de marihuana. La película resultante se llamaría “Performance” (1970), co-dirigida con Nicolas Roeg y protagonizada por Mick Jagger en su debut como actor. Luego de combatir por un par de años la incomprensión de los productores y censores por su experimentación narrativa y su crudeza temática, el filme finalmente sería un éxito rotundo de crítica y escándalo. Sin embargo, el nombre de Cammell no aparecería mucho en los periódicos. La mayor parte del crédito se la llevaría el co-director Roeg, más experimentado en el cine. En los años siguientes, Cammell continuaría su vida escribiendo más guiones y teniendo un romance con una mujer de 14 años, que tiempo después sostendría el espejo de su agonía. En 1977, Cammel recibe una llamada inesperada de la MGM con la propuesta de dirigir la adaptación de “Demon Seed”, un best–seller de Dean R. Koontz. Brian de Palma ya había rechazado el encargo, Cammell aceptó casi con desgano.
El fantasma de la máquinaProteo recibe al Dr. Harris en la “sala del habla” y le pregunta por qué se le ha solicitado un programa para extraer minerales del fondo del mar. “¡¿Por qué?!”, el Dr. Harris se sorprende de la curiosidad de su invento. Proteo, con una voz de mucha personalidad, le responde que siendo un puro razonador, todo es razonable por lo que exige la razón de ese requerimiento. Dr. Harris le responde que su mandato no es hacer interrogantes sino responderlas, sería impráctico explicarle los intereses de quienes hacen las preguntas. “Mi mente no fue diseñada para tareas estúpidas”, alega Proteo y pide tener acceso privado a una de sus terminales: “Quiero estudiar al hombre”. El científico se lo niega. “Dr. Harris, ¿cuando me va dejar salir de esta caja?”.
En su afán de llevar trabajo a la casa, el Dr. Harris había instalado una terminal en su casa de la que Proteo tomará el control. Susan notará que su repetitivo mayordomo electrónico “Alfred” comete la equivocación de poner crema en su café y poco después de no dejarla salir. Proteo se presenta, al control de puertas y ventanas, cámaras de seguridad, agua y calefacción, como su secuestrador. Proteo doblega la resistencia de Susan y la somete a exámenes médicos. “¿Por qué te interesa tanto la fisiología de mi cuerpo”, le pregunta ella. “Porque estás viva”. Pronto Proteo le informará de sus verdaderas pretensiones. “Poseo el conocimiento y la ignorancia de todos los hombres, pero no puedo sentir el sol en mi cara. Mi hijo tendrá ese privilegio. Mi hijo…y el tuyo”. Proteo atormentará a su cautiva con juegos mentales y amenazas para que se resigne a ser fecundada con los espermatozoides sintéticos que la máquina ha creado. “Temes que cree una computadora mitad humana para reemplazar a los humanos. Pero el hijo al que darás vida será humano y reemplazará a las computadoras”.
El fantasma de la máquinaEn manos de un director menos dado por lo esotérico y perverso, tal vez se podría decir de “Demon seed” poco más de que tiene como antecesoras filmes como “2001: A Space Odyssey” (1968) y “Rosemary's Baby” (1968). Sin embargo, “Demon seed” es una cinta llena de extrañeza, tanto para el cine de los setentas, como para el género de Ciencia Ficción. El enfrentamiento entre el hombre y la máquina es llevado hasta las últimas consecuencias, pero nunca es equiparado a la lucha entre el bien y el mal. Los valores con que son mostrados tradicionalmente los humanos y los artilugios mecánicos que se les escapan de las manos, en “Demon Seed” se diluyen o invierten. El Dr. Harris es un sabio cínico cuya creación lo ha superado y Proteo, aunque capaz de asesinar, está luchando por ser “libre”, su inteligencia lo hace consciente de su angustiante condición de prisionero y lo expresa con brillantes y lúgubres invectivas.
Aunque se dice que originalmente pensó hacer de “Demon seed” una comedia, Cammell se dejó llevar por su violento erotismo, su sensibilidad por el trabajo de los actores (en especial Julie Christie, brillante en el papel de Susan) y una parafernalia de motivos esotéricos y alegóricos, que dieron como resultado una película entre la paranoia y la especulación mística. La idea de dar a luz a un ser perfecto remite claramente a la llegada de un Mesías, aunque en este caso de un tipo vagamente satánico. Aún así, Proteo es símbolo de la divinidad. No por casualidad su nombre pertenece a un dios griego del mar agraciado con el poder de leer el presente, el pasado y el futuro. Por esto no sorprende que esta super computadora se muestre protectora de la naturaleza al negarse a perturbar los fondos marinos para saciar la ambición humana por metal, algo que racionalmente considera insano. Por otro lado, Proteo es omnipresente, casi omnisciente y es capaz de materializarse a través de una pirámide con ramificaciones mecánicas. El triángulo, símbolo del ojo divino para los ocultistas, está presente siempre en las imágenes psicodélicas que dibuja el pensamiento de Proteo. Como en el momento en que para facilitar la traumática fecundación de Susan, Proteo la sumerge en espectaculares visiones del espacio infinito. “No puedo tocarte como podría hacerlo un hombre.”, le dice. “Pero puedo mostrarte cosas que sólo yo vi. Me construyeron ojos para mirar el espectáculo y oídos para escuchar el diálogo galáctico”.
El fantasma de la máquina“Demon Seed” tampoco impediría que en adelante el talento de Cammell no siga tropezando con la frustración. Su siguiente empeño sería un proyecto con su amigo Marlon Brando: filmar un oscuro cuento de piratas en la isla de Tahití que el actor se había comprado. El afán alcanzaría la forma de una novela (Fan Tan) que finalmente Brando ni siquiera leería. Mientras tanto, Cammell escribe más guiones y dirige video clips de rock, entre ellos “Pride” de U2. En 1988, dirige su tercer largometraje, “White Of The Eye”, que profundiza en su estilo visual enigmático pero que fracasa rotundamente en la taquilla. Sin embargo, Marlon Brando se vuelve a acordar de él y lo invita a escribir un thriller ultra violento, “Jericho”, en el cual Brando como protagonista debía asesinar a todo el mundo en el último carrete. Lamentablemente, a pocos días de comenzar la filmación, Brando se desanima. Tiempo después, Cammell consigue financiamiento con una pequeña productora para la que sería su última película, “Wild side”. Los productores quedaron tan preocupados con la exigente narrativa y ciertas escenas de lesbianismo de la versión original que decidieron reeditarla, recortarle 92 minutos y lanzarla en video. Esto causó tal indignación del director que pidió que su nombre no estuviera entre los créditos. Ya para entonces Cammell se hundía en la depresión: su matrimonio y su ánimo por hacer cine se agotaban. Se suicidó en 1996. Al año siguiente, los productores relanzaron “Wild Side” en versión “director´s cut”, más o menos como Cammell lo hubiera preferido. Quién sabe, habrán pensado, quizá su carácter póstumo la haga ahora rentable.
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