Revista Cultura y Ocio

el fin

Publicado el 02 junio 2012 por Serlibre
Emilia llegó cansada, lo vio todo, o casi todo. No quiso contar, sabía que si contaba sería  despellejada y decidió quedar al borde de las palabras, ese espacio que sólo se ocupa cuando ya no queda ni el olor a mandarina. Cuando no queda cobardía ni valentía. Cuando no hay un todo pero tampoco nada. La vi pálida como nunca antes y supe que había dejado huellas. No supe verlas. Siempre murmuraba una calamidad que no terminaba por llegar. Y no la vi. Ni yo ni las sombras que gozaron de sus bondades en los precipicios. Fue condenada muerta y sepultada. Y no murió de muerte sino de indiferencia. No logró el éxito que hacía rato le venían exigiendo. Aún respira a fruta fresca,  a deseo de correr entre palomas que se le escapan. Aún está atrapada por los que no le dejaron decir. Ni yo atisbé a lo que acabo de leer en esas breves líneas que ocultó con tanto cuidado. Si, con extremo cuidado. No dejó un diario. Ocultó una verdad. Esa verdad que de ser pronunciada la devolvería al lugar de la ignominia y volvería a tener que fingir que era exitosa para merecer el amor o medias caricias.No huyo, sólo se sentó a rendirse como quien se mete en un túnel acariciando el lomo de su único consuelo. Su perra. Nadie preguntó por ella, y yo preferí callar y encender la luz para leer esa carta que encontré enrollada junto a una entrada de cine que guardó con la ilusión de ir con quien jamás la acompañaría.La carta comienza con un largo y rotundo: prohibido leerse. De ser leído rómpase y olvídese. No puedo olvidarla, ella no es más que la expresión de los sin nombre, de esos que no pueden decir ni sentir porque no tienen investidura para rodearse de obsecuentes. Ella acaba de morir. Hoy, a las 17 horas según informan los forenses.Su cadáver y yo. Las contradicciones que se pasean en medio del torbellino de emociones que habrá que enterrar antes de tiempo. Y Emilia no creía en el tiempo. Igual le llegó y la carta tan extensa quedará en medio de mi silencio. Seré su cómplice.Sólo atinaré a decir sus últimos renglones: quise vencer lo invencible y me torturé para que no sepas que el amor muere en el mismo momento en que se dice un adiós. Que el amor muere de amor. Que las sonrisas se apagan cuando aparece la frustración que te sorprende sin ese hilito que te permita tramitar la despedida con la hijaputez necesaria para tomar fuerza y decir. Fuck you. Pero me quedé sin dedos porque nadie me los vio y no fui lo que pude ser aún pudiendo serlo.

Volver a la Portada de Logo Paperblog