Revista Cultura y Ocio

El fin.

Publicado el 12 enero 2015 por Yasmina84

Salímos de casa de sus padres, nos subimos al coche y preparadas para irnos a casa, arrancamos el vehículo. Nos quedába mucho camino por delante y yo estaba enfadada porque me tocaba conducir durante todo el trayecto. Nada más salir del pueblo ya empezamos a gritar, echándonos en cara todo aquello que no habíamos hecho recíprocamente y siempre preguntando un porque de esa actitud. La tarde se hizo noche y raramente voy por carretera secundaria, pero los nervios y las discusiones hizo que me equivocara de salida. Decidí que no quería oírla mas y puse la radio. Ella se hizo hacia un lado, se cruza de brazos y se queda dormida. No paro de pensar en lo que mañana haré. Quiero coger mis cosas e irme de casa, necesito estar un tiempo sin ella, sin su mala leche, sin que yo sea siempre la culpable de todo lo que ella hace mal. No puedo seguir siendo su madre, no quiero ser la responsable de sus meteduras de pata, soy su amante, su amiga, no su tutora legal.

La radio para, la aguja de la gasolina cae, mis párpados pesan, el coche se para y la batería se descarga. Miré hacia ella y seguía dormida, miro mi movil y está apagado, cojo el de ella y no funcionaba. Salgo del coche y un frio penetrante me para en seco, pude ponerme en pie, pero no caminar. Con la voz entrecortada intento llamarla, despertarla, que me ayude a salir de aquello que no supe describir, ni llamar. Cuando el miedo se apodera de mi, estaba muerta de frio, intento gritar y hay algo que me lo impide. Se levanta una niebla espesa, se enciende una luz y la veo a ella ir hacia mi.

No tenía ojos, sus cuencas brillaban, su pelo estaba suelto, rizado, enredado y se acercaba cada vez más a mi. Me pone sus manos en mis hombros y me pregunta -¿Tu me quieres?- yo intento decir "Sí", pero un escalofrío me hace gritar un no rotundo. Me vuelve a preguntar -¿Quieres protegerme de todo mal?- No sabía que contestar, quería decir sí, pero me daba tanto miedo que no quise emitir sonido. Se enfadó y gritando a mi cara, me lo volvió a preguntar -¿Quieres protegerme?- yo llorando le dije -sí, siempre, siempre-.

Me abrazó, me dio calor, me sentí como hacía mucho tiempo que no me sentía con ella. Yo la abracé, olía como solo ella huele, la palpé, la acaricié suave, cerré los ojos y lloré.

La radio empezó a oirse, el coche se puso en marcha, las luces se encendieron, su espectro desapareció pero ella no despertaba.

Apagué el coche, las luces y la radio. Hice el respaldo de mi asiento hacia atrás, intenté despertarla, pero estaba profundamente dormida, la cogí y puse su pequeño cuerpo sobre el mio, con su cabeza en mi pecho, rodeándola con mis brazos y allí intenté olvidarme de lo sucedido.

Con los primeros rayos de la mañana y con algunas bocinas de algunos coches, me desperté y resultó que ella conducía a casa. Tenía cara de enfado, ella nunca suele tener esa cara, la de la mala hostia siempre he sido yo, sobre todo al despertar, no me quería ni mirar, no me respondió al buenos dias, hasta que me pregunta:

- ¿A que viene esto?

- ¿Me protegerías de todo?

- ¿Crees que lo haces?

- Eso es lo que he intentado siempre.

- ¿Me proteges de ti?

- De eso no estoy segura, eso no es tan facil.

- Nada de lo que te he preguntado antes es facil.

- Parece que preguntarlo sí, a ver, ¿Me quieres tu a mi?

- No, cariño, yo no te quiero.

En ese momento ya estábamos buscando hueco para aparcar el coche en nustra calle. Yo me quedé fria, blanca, como una muerta. Ella encuentra hueco y al aparcar, sube el freno de mano con tanta rabia. Me mira, la miro, siento su rabia y mi miedo por perderla.

- Yo no te quiero, yo te amo. Después de esta noche, a ver si tienes los santos ovarios de irte de casa, como pensabas anoche en voz alta.

Al salir del coche, me doy cuenta de que se siento mareada, me duele la espalda y el cuello, miro hacia el coche y me doy cuenta de que mi coche tiene una abolladura muy grande. Voy a casa intentando buscar una explicación, no me acuerdo de nada, solo de algo que no tiene sentido y me da vergüenza decir. Al ir a la habitación, me la encuentro preparándose para darse una ducha:

- Tuviste un accidente, te quedaste dormida y te fuiste contra una roca. No podía despertarte y lo único que me decías era que me querías proteger.

- ¿Como, No me he podido despertar desde el golpe?

- Estuvimos hablando después, estabas muy cansada. Te pregunté si me querías y me dijiste que no.

Bueno, le expliqué tal y como yo viví y sentí ese momento, le conté el porqué había contestado de esa manera, pero no me respondió el porqué sentí tanto frio con esa pregunta.

A veces nos enganchamos tanto a una persona tan solo por el hábito de ella, que no nos damos cuenta de que nos estamos intoxicando, haciendo que esa persona que tanto amamos, sea la mas odiada en cuestión de meses o años. Quizás no nos damos cuenta de que hay ciertas químicas y lazos que se gastan, o no se crean más, y por volver a vivir lo mismo, nos forzamos a hacer lo que ya es una sinrazón, si es que existe la razón, el sentido común y la conciencia en este ámbito de nuestras vidas. Todo gira, todo cambia y siempre hay algo que nos empuja hacia alguién o desde alguien, otra cosa es como nuestra cabecita lo interpreta.


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