Revista Expatriados

El final de un sueño (1)

Por Tiburciosamsa

A los thailandeses les gusta pensar que son una gran familia, una comunidad armoniosa y sin conflictos en la que los gobernantes cuidan de los gobernados como un padre cuida de sus hijos. En la base de este ideal está el primer texto literario escrito en thai, la estela de Ramkhamhaeng. Ramkhamhaeng fue un rey de Sukhothai y en 1292 hizo erigir una estela en piedra en la que describe el buen rollito que imperaba en su reino. Dado que fue en el siglo XIII cuando los thailandeses empezaron a crear estructuras estatales propias en lo que es hoy el territorio de Thailandia, a los thailandeses contemporáneos les gusta pensar que la estela y el ambiente idílico que refleja responden al tipo de sociedad armoniosa que le es congénita al pueblo thai.   
Ramkhamhaeng cuenta en su estela que en sus tiempos “…esta tierra de Sukhothai florece. En el agua hay peces y en los campos, arroz. El señor del reino no impone peajes a sus súbditos  por ir por los caminos (…) Quien quiere comerciar con elefantes lo puede hacer, quien quiere comerciar con caballos lo puede hacer, quien quiere comerciar con oro o plata lo puede hacer. Cuando un hombre libre o una persona de alcurnia muere, su propiedad, sus elefantes, esposas, hijos, granero, arroz, esclavos y plantaciones de areca y betel son dejadas enteras a su hijo. Cuando plebeyos o personas de alcurnia se querellan y están en desacuerdo, la verdad del caso es analizada y se soluciona de manera justa. No se pone de acuerdo con ladrones ni favorece a los receptores de cosas robadas. Al ver el arroz ajeno, no lo ambiciona, al ver la riqueza ajena no se enfada. Si alguien a lomos de un elefante viene a verle para poner su país bajo su protección, le ayuda, le trata con generosidad y cuidea de él. A quienes no tienen elefantes, ni caballos, ni esclavos y esclavas, ni plata ni oro, les da algo y les ayuda hasta que pueden establecerse. Cuando captura a guerreros enemigos, no los mata ni los golpea. En la puerta ha colgado una campana. Si alguien en el país tiene una queja (…) que quiere que su rey y señor conozca, es sencillo, va y golpea la campana que el rey ha colgado allí. El Rey Ramkhamhaeng, el gobernante del reino oye el llamado, viene y pregunta a la persona, estudia el caso y lo decide con justicia, de forma que el pueblo de Sukhothai lo elogia…”
O bien Ramkhamhaeng no tenía abuela o bien en su reino se vivía de puta madre. Los thailandeses han optado por creer lo segundo.
El siglo XX no fue demasiado benévolo para esta visión tan idílica. En 1932 cayó la monarquía absoluta y siguieron unos años caóticos de golpes y contragolpes, pero como las tortas se limitaban a los círculos de la élite, los thailandeses de a pie pudieron seguir pensando que su sociedad era una sociedad idílica en la que los gobernantes estaban permanentemente atentos al sonido de la campanita para ir a deshacer entuertos. La muerte misteriosa e inopinada del joven rey Ananda Mahidol en 1946 supuso un choque para muchos, pero pudieron decirse que así son los misterios del karma y seguir con sus vidas.
Finalmente llegó la década de los setenta y los thailandeses tuvieron que caerse del guindo y reconocer que su sociedad olía a mierda como todas. La democracia instaurada tras el final de la II Guerra Mundial dejaba mucho que desear. Tanto que el General Sarit Thanarat le pareció que para tener una mala democracia, mejor tener una buena dictadura y dio un golpe de estado en 1957. En 1963 murió de resultas de un fallo hepático y la dictadura fue continuada por su adjunto, el General Thanom Kittikachorn. A Thanom le gustaba tanto mandar que, después de haber convocado elecciones en 1969, se dio un golpe de estado a sí mismo, disolvió el Parlamento, se autonombró Primer Ministro y de paso se adjudicó las carteras de Defensa y Asuntos Exteriores.
La sociedad thailandesa cada vez más avanzada, empezaba a cansarse de que los militares le dijeran lo que tenía que hacer. La detención de unos estudiantes provocó manifestaciones masivas los días 13 y 14 de octubre. El Gobierno se vio desbordado y reprimió las manifestaciones con una fuerza excesiva. La cifra oficial de muertos fue de 77 y 800 heridos. Ese mismo día Thanom se vio forzado a dimitir y dio paso a la democracia.  
Los sucesos de 1973 fueron traumáticos, pero al menos terminaron bien, con la marcha del dictador y la llegada de la democracia. La matanza del 6 de octubre de 1976 dejaría una herida más duradera, porque ese día los thailandeses descubrirían que sí que era posible masacrarse entre compatriotas y que los culpables se fueran de rositas.
La democracia instaurada en 1973 resultó ser tumultuosa. Pronto las élites tradicionales sintieron que la situación se les estaba yendo de las manos y que, después de la caída de Saigón, Phnom Penh y Vientiane en manos de los comunistas, Bangkok podía ser la siguiente. En octubre de 1976 el ex-dictador Thanom Kittikachorn volvió del exilio. Los estudiantes de la Universidad Thammasat iniciaron una serie de protestas por su regreso. Hacía tiempo que las élites tenían ganas de terminar con el experimento democrático y las protestas estudiantiles fueron la excusa perfecta. Las fuerzas de seguridad, ayudadas por grupos paramilitares de estudiantes derechistas, asaltaron salvajemente el campus. La cifra oficial de muertos es de 46. Ningún estudioso serio se la cree. El número de muertos como poco tuvo tres cifras. Esa misma tarde el ultramonárquico y ultraderechista Thanin Kraivichien fue puesto en el poder por el Ejército. Nadie fue castigado por la masacre. Muchos estudiantes de simpatías izquierdistas debieron huir de Bangkok y vivir en el maquis durante varios años. Muchos de esos estudiantes sintieron que algo se les había roto por dentro con los sucesos de octubre de 1976, algunos lo expresaron literariamente y por primera vez en la Historia de la literatura thailandesa apareció la literatura de protesta.
Uno de los poemas más famosos de esos años es “La ardilla blanca” de Naowarat Phongphaibun:
De copa en copa, lejosescabulléndose vacilante, arriba y abajo.Estos son los caminos y senderos que siguesEsta es la realidad que conoces.
¿Quién te cogió y te puso en una jaula?Los caminos rectos que te pertenecían en libertadAhora están diseñados por la fuerza.Han quedado restringidos al círculo en una jaula.
Tus caminos lejanos han quedado reducidos a pequeños círculos,Tus caminos largos han quedado acortados.Y ahí corres todo el díaGirando, retorciéndote rápida vuelta tras vuelta.
¿Qué es lo que buscas, ardillita?¿Explorando los caminos, las huellas y los huecos?¿O eres un actor famosoadmirado por dar vueltas en una jaula?
Estos no son los caminos largos de las copas de los árboles;Limitarse a dar vueltas no es un largo viaje; Dar vueltas no es el Camino del Medio.¿A qué aspiras? ¿Qué más hacer?
¿Los has descubierto ya, ardillita? ¿Los caminos que quieres seguirlos largos caminos que perdiste?¿Quién te capturó y te puso en una jaula?”
No hace mucha imaginación para imaginarse que la ardilla blanca en la jaula es el pueblo thailandés. Otro poema de Naowarat, utilizando el mismo tipo de alegoría es “El camino del caracol”, escrito durante los sucesos de octubre de 1973:
A través de las hierbas altas pasa un senderosolitario y sin visitantes;ahí el pequeño caracol pinta su sendero plateadouna carretera brillante
Esperando el díaEn que el sol radianteLance colérico sus rayosY consuma el dominio de las hierbas.
Entonces la plata encantadoraSerá tocada por los rayosY en un fulgor como de diamantesSe consumirá el sendero del caracol.
Y el pequeño caracol ofrecerá su carnePara convertirse en el creadorA partir de su propia disoluciónComo siempre ha sido.”
Aquí las hierbas representan a la dictadura de Thanom y el caracol son los miembros del pueblo que se sacrificaron para derribarla. 

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