Revista Opinión

El fiscal, dos fragmentos

Publicado el 31 julio 2011 por Fragmentario

Augusto Roa Bastos es, además de uno de los autores latinoamericanos más geniales, uno de los menos valorados. Mi abuelo, paraguayo y comunista, me incitó a leerlo en la adolescencia. La siesta en que empecé, con Hijo de hombre, mi tío me encontró a la sombra de una planta de mango y, mirando la portada, me arrojó:

—¿Te mostré mi foto con Roa Bastos?

Y me la mostró. Es una foto en Asunción y el escritor tiene puesto un saco blanco que desentona con la informalidad de los demás transeúntes que recorren la plaza.

Desde esa extraña iniciación mi relación con sus novelas fue signada por un carácter familiar y casi íntimo. Luego, al ingresar a la universidad, me sorprendí varias veces de que personas cultísimas a las que interrogué ni siquiera supieran de su existencia, o desdeñaran su literatura sin motivos aparentes. Hoy empecé a releer otra vez El fiscal, mi favorita, y pensé que tal vez compartir un par de fragmentos serviría para que en al menos un grupo de conciencias se revirtiera esta injusta falta de lecturas. Después me cuentan.

(…) Vivimos solos, igual que en los sueños. De pronto aparece alguien que es capaz de leer esos sueños, de entrar en ellos transformándolos en una fantástica realidad. Eso logró Jimena con mi vida. Se entrega por entero a la causa de los demás, sin dejar nada para sí. Su destino es el de las personas que han sido desprovistas de todo, salvo de la generosidad. La ha concentrado en mí por creer tal vez que yo era alguien a quien todavía se podía salvar. (…)

Jimena amuebla un incierto porvenir con esos restos de otras épocas, acaso por aquello de que el recuerdo del pasado es todo el futuro que nos queda. Ella permanece fuera del ordenado hacinamiento como si el tiempo no la tocara y sólo ella pudiese manipularlo en esos objetos con sus manos largas y flexibles sin que su aire distante y concentrado se altere. Con rápidos toques de plumero desviste de polvo todas aquellas cosas destinadas a ser polvo. Jimena vive en la casa, yo la ocupo (…)


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