Revista Cultura y Ocio

El fósil marciano

Publicado el 17 octubre 2016 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

alh

La humanidad lleva décadas buscando vida en marte, entre otras cosas gracias a los rovers de marte como el curiosity, pero paradógicamente la única evidencia de vida en marte se ha encontrado en la tierra, más concretamente en la Antártida.

La evidencia es el fósil de una bacteria encontrada en el meteorito ALH 84001. Lleva este nombre porque se encontró en Allan Hills, en el año 84. Fue encontrada por una expedición del instituto Smithsoniano y se sabe a ciencia cierta que es de marte porque la composición geológica coincide y su proporción del isótopo nitrógeno-15 es similar a la encontrada en la atmósfera de marte y distinta a la de cualquier otro lugar del sistema solar.

Esta pequeña piedra, de casi dos kilogramos de peso, llegó a la tierra hace 13000 años, después de que un infame meteorito lo arrancara de su descanso en la superficie de marte.

Pero más de uno se preguntará: ¿Fósil de bacteria, es eso posible? Pues sí, aunque lo que realmente se vio en la simpática roca no fue un fósil de una bacteria si no una estructura mineral que algunas bacterias forman en su interior, un magnetosoma. Esta estructura mineral es una serie de cubos de magnetita situados en linea, que algunas bacterias terrestres utilizan para orientarse respecto a un campo magnético y encontrar así sus condiciones preferidas. Las bacterias que lo portan lo rodean de una bicapa lipídica, y a mayores tienen un citoplasma y material genético, pero lo único que podría sobrevivir a las duras condiciones que sufrió nuestro amigo ALH, y al tiempo, son los magnetosomas, la única estructura mineral. Lo mismo pasa con los fósiles terrestres, lo que sobrevive de un vertebrado son sus huesos, o de un artrópodo sus conchas de carbonato cálcico.

magnetosoma
Un magnetosoma, que tantos quebraderos de cabeza ha traído a ALH

Ahora bien, ¿Cómo es posible que una estructura de la vida de marte sea similar a una estructura terrestre? No, no hace falta recurrir a los anunnakis para explicarlo, se puede hacer con las leyes de la física, del mismo modo que dos formas de vida tan alejadas como los murciélagos y los pájaros tienen estructuras para volar similares. Una bacteria, ante un problema determinado, como orientarse en un campo magnético, solo tiene una solución posible, que es formar en su interior una serie de cubos de magnetita. Quizá el primer caso de convergencia interplanetaria.

Mientras tanto el pobre ALH sufría un nuevo agravio, y es que después de ser arrancado de la superficie de su planeta, vagar por el espacio, caer en la tierra y ser exhibido y estudiado por los científicos de medio mundo, le llaman impostor, a él, al bueno de ALH. Si lo hubiera sabido probablemente no hubiera dado cobijo a esas simpáticas bacterias que se mudaron a su superficie, pero hay quien niega que esa estructura provenga de marte.

Una hipótesis contrapuesta es que esa estructura pudo llegar a ALH como fruto de una contaminación, ya en la Antártida. La principal prueba en la que se apoyan es que la concentración de aminoácidos encontrados en ALH es similar a la del hielo circundante, pero a pesar de ello también existen fuertes evidencias que dicen que tal contaminación no existió, como el hecho de que ningún otro meteorito hallado en la Antártida presenta evidencia de estructuras bacterianas o cualquier molécula de origen biológico.

En definitiva, la controversia continúa abierta, y mientras tanto, el bueno de ALH, con la paciencia proverbial propia de las rocas marcianas, se deja hacer, con la esperanza de que en un futuro cercano, (unos millones de años) le dejen tranquilo en su nuevo hogar, la tierra.

Silvestre Santé


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