Revista Opinión

El gen rojo de Vallejo-Nájera

Publicado el 01 octubre 2016 por Miguel García Vega @in_albis68
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portada_Antonio_Vallejo_Nagera_Estudio (4 poder)“La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos (…) La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que ocurre con los regímenes aristocráticos, donde sólo triunfan socialmente los mejores.”

“Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad”. 

En contra de lo que pudiera parecer, los comentarios anteriores no los he sacado de forocoches. Son citas de Antonio Vallejo-Nájera (1889-1960), director de los Servicios Psiquiátricos del Ejército Nacional, coronel, primer catedrático numerario de Psiquiatría de la universidad española y máxima autoridad nacional en ese campo durante los primeros años del franquismo. Por si fuera poco, en 1951 fue elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina. Una eminencia.

O sea, uno de los pollos que cortaba el bacalao teórico durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, un intelectual de aquellos años de plomo derretido que todavía se nos pega a la suelas de las zapatos a poco que no miremos por donde andamos.

Hace tiempo que su obra fue convenientemente olvidada, pero para eso está este rinconcito, para hacer justicia a una mente que dejó su impronta en los casinos de pueblo de toda España a la hora del dominó con carajillo de anís.

Porque, cumplido el 80 aniversario del golpe de Estado contra la Segunda República Española, los altavoces de la Santa Transición siguen echando agua al vino, suavizando las aristas y soslayando todo aquello que no les interesa recordar. En el caso del ilustre psiquiatra, el propio régimen franquista echó toda la tierra que pudo cuando se vio obligado a salir a un mundo que había derrotado al nazismo. Igual que se ignoró Sofindus y aquellos años en los que en pleno Paseo de la Castellana el III Reich abrió un parque temático.

Erasmus en Alemania

Pero eso es otro tema, volvamos al doctor. Antonio Vallejo-Nájera se licencia en medicina en 1909, con estudios de psiquiatría en el manicomio de Valladolid. Ingresa en el ejército y vive la Primera Guerra Mundial desde la embajada española en Berlín. Allí empieza a interesarse por las modernas teorías psiquiátricas y eugenésicas. Ya saben, aquello de limpiar, fijar y dar esplendor a la raza humana eliminando a los débiles. Y sepan que no sólo los nazis se interesaron por la idea, solo que ellos se aplicaron a ella con ese entusiasmo que les caracterizaba, dirigiéndolas sobre todo contra los judíos.

libro
Vallejo-Nájera se volvió a España y, agudeza científica, en seguida comprobó que aquí apenas había judíos, pero sí un montón de población enrojecida clamando por la libertad, igualdad y fraternidad, la reforma agraria y la nacionalización de los medios de producción, entre otras cosas. Era gente diversa siempre dispuesta a cultivar sus diferencias para seguir peleando entre ellos, pero que desde el lado de Vallejo, mucho más práctico, se englobaba en un unitario los rojos. O como él cariñosamente les describía en Psicopatología de la guerra española (1939): “esa multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes anónimas”.

Ese gen escondido en Burgos

A falta de aspectos raciales, Herr Doktor descubrió la inferioridad mental de los rojos (anarquistas, marxistas, trotskistas, socialdemócratas y hasta algún liberal despistado) y se propuso hacer avanzar la psiquiatría de golpe hallando el gen que causaba todo aquel desorden psicológico. Así podría regenerar racialmente España volviendo a aquella idílica era del imperio en la que los autobuses siempre llegaban a su hora.

Hombre además de brillante muy trabajador, se puso manos a la obra y consiguió que Franco creara un Gabinete de Investigaciones Psicológicas (1938) en busca del dichoso gen. El material de estudio les salía por la orejas: los presos republicanos de los campos de concentración.

De todos ellos escogió a unos 300 brigadistas internacionales encarcelados en Burgos. Lo primero que le dejó de pasta de boniato era cómo naciones tan avanzadas como Gran Bretaña o Estados Unidos podían engendrar seres tan orgullosos de sus ideas antifascistas y democráticas para viajar a una guerra lejana en defensa de la República. Pero eso quizás se explicaba por su falta de religiosidad y el gusto por las mujeres, el vino y la fiesta.

Miembros de la Brigada Lincoln haciéndose pasar por personas normales.
Miembros de la Brigada Lincoln haciéndose pasar por personas normales.

Porque Vallejo encuentra un sorprendente elemento en común en todos esos jóvenes soldados: el gusto por el sexo, o “libertinaje sexual” en sus propias palabras. De entre todos destaca a los marxistas norteamericanos, más calientes que el asfalto de Georgia, así como a los británicos. Quién lo hubiera dicho de los británicos. Y, para colmo, ninguno de esos grupos se siente frustrado sexualmente.

Un sindiós al que Vallejo-Nájera, mitad monje mitad soldado, se enfrenta con una ingeniosa terapia de choque: desfiles, cánticos franquistas y un cursillo religioso de seis semanas. La terapia, inexplicablemente, fracasa.

Presos en Sevilla 'invitados' a salvar su alma en una misa.
Presos en Sevilla ‘invitados’ a salvar su alma en una misa.

Y en Málaga…

Pero Vallejo no solo busca el maldito gen entre los soldados extranjeros, también le interesan las mujeres republicanas, levantiscas ellas. La opinión de Vallejo sobre las mujeres… En fin, ya la han leído al principio: entre débiles mentales y seres infantilizados y primarios. “A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”.

Milicianas de la FAI. Quizás
Milicianas de la FAI. Quizás “libertarias congénitas”, en todo caso “malas españolas”.

Un grupo de unas 50 presas del penal de Málaga tuvo el honor de ser objeto de estudio. Las más recalcitrantes son “libertarias congénitas, revolucionarias natas, que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina”.  Y, para colmo, coinciden con sus colegas internacionalistas en que “en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes”. Un poco obsesionado el doctor con el temita, me parece.

Estas mujeres suponen, por tanto, un vector de propagación del gen/virus marxista, así que la conclusión lógica para preservar “nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas” y conseguir españoles pata negra tipo Rafael Hernando era apartar a los niños de estas malas madres.

Las ideas de Vallejo y su tono científico son tal disparate que hoy día solo nos pueden llevar a la risa, de ahí el tono de este post. Pero soy consciente de que tot plegat no tiene ni puta gracia.

Visita del Obispo a la prisión de Burgos en 1942. Genuina 'raza española', como puede comprobarse.
Visita del Obispo a la prisión de Burgos en 1942. Genuina ‘raza española’, como puede comprobarse.

Sus teorías sobre el gen rojo en las mujeres suponían la coartada científica para el robo de los hijos a sus madres con el fin de ponerlos a salvo en familias de orden. Previo pago, claro, que no eran comunistas. Sobre la tragedia de los niños robados del franquismo sigue pesando el espesor de una victoria de 40 años, aunque poco a poco va saliendo a la luz (excelente documental).

Hoy día la obra de Vallejo está más enterrada que su autor, pero que su comicidad no nos lleve a engaño; quedan rastros en eso que se llama ‘franquismo sociológico’, ese tumor incrustado en la masa cerebral de algunos individuos que afecta a su capacidad  para interpretar la realidad y a sus aptitudes para el razonamiento lógico. Y parece que no tiene arreglo.

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