Revista Cultura y Ocio

El Gran Oriente de Francia y la Comuna de París

Por Ricardofernandez
El Gran Oriente de Francia y la Comuna de París* Ayer fue Primero de Mayo. Además de la Fiesta del Trabajo, la fecha tiene más significados para mí, entre ellos el recuerdo de un acontecimiento doméstico y también de otro con cierta trascendencia en la "gran historia": los hechos acaecidos en París a raíz de la proclamación de la ciudad como Comuna tras el derrumbe del Imperio de Napoleón III.Los Francmasones tuvieron una gran implicación en el proceso revolucionario, especialmente quienes estaban integrados en las Logias parisinas del Gran Oriente. Hay que decir que el apoyo dado no fue unánime, pero con el correr del tiempo acabó convirtiéndose en símbolo de la implicación social y laica de la Obediencia.
Fueron fundamentalmente las Logias de París las que en 1871 combatieron, fusil en mano, en las barricadas. En frente, el ejército acantonado en Versalles que trataba de penetrar en la capital y recuperarla para el orden de una naciente III República, nacida de las ruinas del pretencioso proyecto fundado por "Napoléon le petit".La historia trágica comenzó el 18 de marzo de 1871. El país tiene reciente la derrota de Sedán, en la guera franco prusiana y la ocupación de una capital reacia a la rendición por las tropas de Bismarck. Cuando los prusianos se van, hay en la colina de Montmartre un depósito de artillería del que el presidente Thiers, acantonado en Versalles, quiere hacerse cargo. Los cañones habían sido comprados por suscripción popular para defender París. La falta de mano izquierda de Thiers, el pretenderlo a la brava, enciende la mecha de la una insurrección popular y París se declara "Comuna Libre". Una cuarta parte de los cargos electos de esa Comuna serán Francmasones. La Asamblea comunal adopta rápidamente una serie de medidas más inspiradas en el ideal masónico que en un naciente marxismo: Separación de las iglesias y el Estado, supresión de la subvención de cultos, desaparición de los nombres de santos en espacios públicos (principalmente hospitales) y retirada de los crucifijos... Cuando la Comuna caiga, habrá que esperar a la famosa ley de 1905 impulsada por otro miembro del Gran Oriente de Francia, Emile Combe, para volver a encontrarnos con la aplicación práctica de la separación de los dominios público y privado en materia religiosa. Edouard Vaillant, también miembro del Gran Oriente de Francia, tendrá tiempo durante la revuelta, de colocar los cimientos de las escuela laica, gratuita, abierta por primera vez a las niñas. Otras medidas se adoptan, algunas sorprendentes que protegen a los deheredados de la tierra pero que amenanzan el carácter absoluto del derecho de propiedad: Supresión del desahucio por falta de pago de las rentas para los más pobres, posibilidad de recuperar determinados bienes depositados en las casas de empeño... El ejemplo cunde y amenaza con extenderse por las ciudades más populosas de Francia, de ahí la determinación adoptada por Thiers de ahogar en sangre este nuevo proceso revolucionario, fenómeno que marcará el nacimiento de esta III República.La Comuna intentará evitar la masacre poniendo en marcha una acción mediadora que asume una Logia del Gran Oriente de Francia, "Los Discípulos del Progreso". Se propone al adversario sentar las bases de una paz definitiva, "aurora de un nuevo porvenir".La tentativa pacifista fracasará. Los Francmasones de París celebran una gran asamblea en Chêtelet, donde hoy se levanta una torre gótica truncada por un proyectil caído durante la Gran Guerra, y deciden colocar los estandartes de sus Logias en las barricadas: Si una sola bala los traspasa combatirán unidos frente a un enemigo común. El 29 de abril una multitud de hombres provistos de su decoración masónica cruzan el Puente de Neuilly. Los estandartes quedan clavados en los parapetos que defienden la Puerta Maillot. Frente a ellos están las baterías de los versalleses. La sorprendente aparición de los estandartes enmudece por un momento los cañones. Un día de tregua hará posible un nuevo intento negociador que también fracasará ante el empecinamiento de Thiers. La batalla se reanuda y los parisinos caen bajo el fuego enemigo.
El Gran Oriente de Francia y la Comuna de ParísA finales del mes de mayo, entre los días 21 y 28, se suceden unos terribles hechos que pasarán a la historia como "la Semana Sangrienta". Se mata y fusila sin piedad. Todavía a día de hoy uno puede contemplar en la capital francesa las huellas de los disparos dejadas en improvisados paredones -recuerdo ahora mientras escribo un muro en los Jardines de Luxemburgo-. El histórico edificio de Rue Cadet se convierte en un hospital en el que cada día se van alineando ataúdes, uno tras otro, sobre los que se colocan las insignias masónicas que pertenecieron a los muertos.
El Gran Oriente de Francia y la Comuna de ParísEl último foco de resistencia se localiza en los alrededores del cementerio Père Lachaise. 147 es el número de los combatientes de la comuna que quedan con vida. Entre ellos hay también francmasones. Son todos fusilados ante la tapia que hoy es conocida como el Muro de los Federados.
En el tiempo, una vez impuesto el orden en la ciudad de las luces, han quedado trazos curiosos que recuerdan la Comuna de París: La trifulca protagonizada por Carlos Marx y Bakunin interprentando el fenómeno político que habían presenciado (dictadura del proletariado versus revolución anarquista); el acto de desagravio convocado por la Iglesia católica a resultas del cual fue levantado ese gran merengue de mármol blanco que es el "Sacré Coeur"; y la bella canción compuesta por Jean Baptiste Clement, "Le temps des cerises".
En el día de ayer, Primero de Mayo, Guy Arcizet, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, depositó una corona de flores en el acto de homenaje que cada año viene realizando esta Obediencia francesa originariamente y ya de proyección internacional. En la memoria guardo los actos organizados bajo los mandatos de Jean Michel Quillardet y Pierre Lambicchi. Seguiremos sumando recuerdos y soñando con que nuevos estandartes desfilen, representando el mismo compromiso sostenido por quienes nos precedieron ayer para llegar a ver algún día esa aurora de un nuevo porvenir.
*Para la redacción de este apunte me he basado en la obra gráfica de Tardi, "Le Cri du Peuple", que recomiendo a los lectores; también me ha servido de apoyo fundamental la redacción del díptico editado para esta ocasión por el Gran Oriente de Francia.
Et si omnes, ego non.

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