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El gran robo de la democracia

Publicado el 19 julio 2010 por Peterpank @castguer

El gran robo de la democracia

Una de mis tesis favoritas es que casi todos los males que aquejan a nuestro mundo, desde la actual crisis económica al desempleo masivo, la crueldad, la violencia, el hambre, la injusticia y la desigualdad, tienen su origen en una fechoría histórica de grandes proporciones: “el gran robo de la democracia”, que fue creada por los hombres y las mujeres libres y que después nos fue arrebatada por los políticos. Ese es el pecado de origen que marca a la actual casta política y la convierte en despreciable. La historia de ese gran robo merecería estudiarse en todas las escuelas y ser la primera lección de la asignatura “Educación para la Ciudadanía”.

Cuando el empleado de una empresa hace mal su trabajo y causa daños a la organización, es despedido sin contemplaciones porque ha fracasado. Nuestros políticos han fracasado y hecho tan mal su trabajo que han arruinado la empresa (España), pero ellos no dimiten porque se han apropiado de la empresa y la gestionan sin ética ni decencia.

Ha tenido que llegar la crisis y la ruina para que muchos descubran la gran traición de la casta política a los ciudadanos, el gran robo de esa empresa común, creada por los ciudadanos, que es el Estado democrático.

“El robo de la democracia” es uno de los más sucios y vergonzosos episodios de la historia de la delincuencia mundial. Es un capítulo abierto en la Historia de la ignominia que algún día, cuando la Justicia vuelva a reinar, tendrá que ser castigado con todo rigor. Hasta que los ladrones no restituyan lo que un día rapiñaron, no son otra cosa que usurpadores ilegítimos de una propiedad ajena, simples ladrones impunes, amparados por una ley injusta que ellos mismos han dictado.

Un día, los ciudadanos libres y responsables del mundo, cansados de ser exterminados por el poder absoluto y de soportar agresiones, vejaciones, injusticias y desmanes de los poderosos, decidieron crear la democracia, un sistema equilibrado, basado en la ética y en la justicia, e ideado para que podamos convivir en paz, a pesar de las discrepancias, y para impedir que el poder volviera a ser despótico y absoluto.

Pero nosotros, los ciudadanos, fundadores de la democracia y también dueños de esa gran empresa común que es el Estado, emanación de la nación de hombres y mujeres libres, hemos vuelto a ser oprimidos tras haber sido despojados de nuestras acciones por los administradores de la empresa (los políticos), que han dejado de ser nuestros empleados para convertirse ellos en los dueños. Han sido desleales, estafadores y ladrones porque se han usurpado la propiedad ajena, se han apropiado de la empresa, han expulsado a los verdaderos accionistas y han cambiado las reglas del juego para manejar la propiedad a su antojo.

La democracia, cuando fue creada por los ciudadanos libres, fue ideada así:

•Los ciudadanos decidieron organizar la democracia en el Estado, que es la empresa común, con el fin de cuidar el bien común y garantizar la convivencia, la justicia y el orden. Sabedores del peligro que encierra el entregar poder a unos administradores, los ciudadanos establecieron numerosos controles y cautelas para evitar que los grandes objetivos dejaran de cumplirse.

Otras reglas importantes eran las siguientes:

— Los administradores son elegidos libremente por los ciudadanos, que procurarán escoger a los mejores sin interferencia alguna. Las elecciones deben ser plenamente libres y los ciudadanos propietarios podrán siempre revocar el mandato a sus representantes elegidos, especialmente si pierden la confianza depositada en ellos. Los ciudadanos son los únicos electores legítimos.

— Como los ciudadanos no se fiaban de los administradores, decidieron que los grandes poderes delegados (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) fueran independientes y que se vigilaran entre sí.

— Como todavía tenían miedo a ser traicionados, establecieron que los representantes tenían la obligación de defender el bien común por encima de todo y de garantizar los grandes valores y el respeto a los derechos fundamentales del ser humano: igualdad, fraternidad, libertad, limpieza, honradez, pulcritud en el manojo de los asuntos públicos, etc.

— A pesar de esas cautelas, los propietarios exigieron que existiera también una prensa libre e independiente, dotada de libertades especiales, cuyas dos misiones principales eran informar con veracidad, para que los ciudadanos siempre estuvieran al tanto de lo que ocurre, condición imprescindible para tomar decisiones correctas, y, además, fiscalizar permanentemente a los grandes poderes, apostando luz y taquígrafos, conscientes los propietarios de que la luz y la verdad impiden la suciedad, las mentiras, las traiciones y las trampas, vicios que proliferan en la opacidad.

— Conscientes de que algún día se producirían problemas, aclararon que la empresa quedaba sujeta al “Imperio de la ley”, siendo esa ley igual para todos, para propietarios y para administradores, sin privilegios ni ventajas para ningún miembro de la comunidad.

— Llenos de desconfianza, a pesar de los muchos controles y cautelas, decidieron que debería existir una sociedad civil fuerte, que funcionara con independencia y al margen de los administradores del Estado, cuya misión principal era servir de contrapeso y de control suplementario al siempre temido poder de los administradores.

— Finalmente, se advirtió a los representantes que sus mandatos tenían que ser temporales y que sólo podrían intervenir en la vida de la comunidad cuando fuera estrictamente necesario, ya que los ciudadanos propietarios estaban seguros de poder convivir en paz y armonía, sin necesitar interferencias externas.

El final de la historia es trágico y de una gran vileza: como temían los ciudadanos, el desastre se produjo, a pesar de todos los controles y cautelas, Los administradores (los políticos) se organizaron entre ellos, arrebataron el control a los dueños de la empresa y establecieron, a su vez, privilegios, cautelas y nuevas reglas para afianzar el robo de la empresa a sus dueños legítimos.

Comparemos aquella democracia original ideada por los fundadores, transparente, descentralizada, limpia y sometida a sus propietarios legales, al bien común y a la decencia, con el bodrio inmoral, injusto y canalla que los administradores infieles han terminado creando, tras robar la empresa a sus dueños, a los que, además, han sometido y obligado a pagar cada vez más impuestos, que no siempre utilizan para reforzar el bien común y la convivencia, sino que, a menudo, sirven para ampliar las injusticias, las arbitrariedades, las ventajas y los privilegios de los ladrones.

Tras arrebatar la empresa común a sus legítimos dueños, los administradores (los políticos) se organizaron para cambiarlo todo y sustituyeron la democracia original por otro sistema que a ellos les convenía: una dictadura de partidos políticos más o menos disfrazada de democracia representativa y camuflada de legalidad. La fuerza de los ciudadanos fue suplantada por la fuerza de los partidos, convertidos en verdaderas mafias de poder. Las elecciones libres fueron alteradas de manera que son los partidos los que elaboran las listas, arrebatando así a los ciudadanos su derecho original a elegir a los mejores. Los partidos eliminaron la separación de poderes y los controlan todo lo que pueden. Buena parte de la prensa libre ha sido comprada y sometida, impidiéndole sus dos misiones claves:

informar con veracidad y fiscalizar a los poderosos. La ley dejó de ser igual para todos y se aplica “según convenga” al poder. Los administradores recaudan el dinero de la comunidad y no siempre lo emplean en el bien común. Algunos administradores han eliminado también el límite de los mandatos y, en la práctica, pueden permanecer en el poder hasta que la muerte les visite. Enumerar la lista de alteraciones y suciedades instauradas por los administradores infieles sería interminable, pero cabe mencionar algunas: la corrupción y la mentira anidaron en su sistema, muchos ciudadanos fueron oprimidos y hasta asesinados a millones por algunos administradores especialmente crueles y delictivos (Hítler, Stalin, Mao y otros) y se autoadjudicaron tantas ventajas y privilegios que llegaron a superar en desmanes y abusos a los antiguos monarcas absolutos y a la nobleza predadora.

Desde que consumaron el robo del Estado, los administradores no han dejado de avanzar por el sucio camino de la deslealtad y de la infidelidad. Se suben los sueldos, no responden de sus errores, engañan a los antiguos propietarios, se autoadjudican una autoridad que no poseen y someten a los antiguos dueños, además de endeudarse hasta la locura, de apropiarse del dinero común y de emplearlo en afianzar su poder y en ampliar sus lujos y privilegios: pensiones, millones de servidores públicos, ejército propio, fuerzas de seguridad, que muchas veces emplean para amedrentar y aplastar a los antiguos dueños, si es que se atreven a protestar y otros muchos privilegios que les convierten ante los ojos de los verdaderos dueños en usurpadores arrogantes, infieles, desleales y opresores.

Esta es, resumida y suavizada, la sucia historia del gran robo del Estado democrático por parte de la actual casta política profesional, uno de los crímenes más horrendos de la Historia.

Edvalda Goda


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