El gran Vázquez. Un pícaro en la España de Bruguera.

“Yo no tengo guión. Empiezo la historieta y ni siquiera sé como va a terminar. Voy metiendo viñeta tras viñeta hasta que interrumpo la acción cuando llego al número de páginas pactado”.(Manuel Vázquez. Artista.)
Una persona, personaje al fin y al cabo, como Manuel Vázquez, que ha trascendido mucho más allá de sus historietas, únicamente podría ser español. Y digo esto porque, esa pillería innata, ese desparpajo la mayor de las veces sonrojante, esa kamikaze actitud ante la vida, esa picaresca tan típica de "El Burlador de Sevilla", de "El lazarillo de Tormes" y derivados, tan sólo puede darse en nuestro país, paraíso del caradura, del vividor convertido en estrella televisiva, del político corrupto alabado, loado y reelegido por su pueblo... En Alemania un político copió hace años parte de su tesis doctoral y es obligado a dimitir. En España, la España de Vázquez, un guardia de seguridad como el Dioni roba un furgón repleto de dinero y se convierte, ipso facto, por medio de algún sortilegio oscuro de las mentes más primitivas, en un ídolo de masas que saca discos...Vázquez hizo suyo aquello de "apúntamelo, que luego te lo pago". Jeta irremediable, mentiroso compulsivo, proxeneta, polígamo, presidiario reincidente, decorador de teatros, timador,  subersivo y azote de acreedores en lo personal, en lo profesional fue un creador incansable de historietas que nos dejó para el recuerdo personajes tan entrañables como "Anacleto", "Las Hermanas Gilda", "la Familia Cebolleta"... y así hasta más de sesenta series diferentes, su trazo, a pesar de su aparente sencillez, poseía un vigor envidiable, con dibujos que parecen tener vida propia y siempre aderezado de un humor muy particular (se nota la influencia de Jardiel Poncela) y ciertamente surrealista, cuando no ácido y corrosivo.
La película firmada por Oscar Aibar, "El gran Vázquez", editada por Cameo, no es sino un tebeo hecho película, un biopic pasado por el tamiz del espíritu sesentero Bruguera más colorido (los colores saturados del film así lo atestiguan) y, afortunadamente, alejado del histrionismo y el cargante barroquismo de "Mortadelo y Filemón", pero mucho más oscuro que las páginas de los tebeos que devorábamos de niños. Aibar, como ya hiciese en la sugerente "Platillos  Volantes", nos traslada a una época franquista oscura, opresiva y controlada, con horarios de trabajo estrictamente estipulados e insalvables y nos trae además, nuevamente, a un personaje inconformista que quiere alejarse a toda costa de la vida gris que viven los demás.Grandes son los momentos que pueblan el film (algo fallidos a mi juicio los momentos animados que están protagonizados por las creaciones de Vázquez), como el acierto de representar lo duro, triste y traumático que debía ser ya no sólo trabajar en una editorial como Bruguera, que tantos y tantos ríos de tinta (nunca mejor dicho) ha hecho correr, sino en una España apática y sin sangre. Destacable, además de la música del siempre deslumbrante Nacho Mastretta es, también, la interpretación de Santiago Segura como Manuel Vázquez, llevando a cabo una de los mejores papeles de su carrera hasta la fecha, sabiendo en todo momento cuándo ha de ser comedido y cuándo puede exagerar su casi siempre incontenida gestualidad.

Un recomendable y entretenido film, agridulce, repleto de luces y sombras (sobre todo en la última etapa, donde no hay hueco para el humor, sino para la realidad más dura), como la vida del mismo Vázquez. Una película hasta cierto punto atípica en nuestra filmografía de un cineasta no menos atípico, que ayudará a muchos  a descubrir las venturas y desventuras de este alocado genio de nuestra historieta. “Este es un País de miserables. Nadie hablará de nuestros tebeos, aquí lo único que interesa es que Superman se case o que un autor la palme. Verás cuando me muera. Todos, todos van a decir que ha muerto un genio, el creador de las hermanas Gilda, de Anacleto, de la familia Churumbel, de lo que sea... Seguro que me dedican una página entera en los periódicos...”, decía Vázquez. Y es cierto. Era un sinvergüenza sin escrúpulos capaz de aprovecharse de quien fuese con tal de salir airoso, pero también es cierto que era un auténtico genio que alimentó la mente de miles de niños.