Revista Arte

El héroe abandonado

Por Peterpank @castguer

El héroe abandonado

Es curioso. La cabeza le daba vueltas pero en ningún momento sintió que se mareara. Aunque había estado sentado en aquella silla durante más de dos horas, tenía la impresión de que a su alrededor el decorado estaba cambiando continuamente de forma, de color, de luz. Pensó que cualquiera que lo viera, quizás desde ese espaciófono que alguien había colocado en la esquina de la habitación, pensaría que aquel tipo con la cabeza recostada sobre el hombro no podía ser Michel, el superhéroe más respetado de todos los que nacieron en nuestra generación, el primer aventurero a través de los glaciares helados de Mongo.

¿Estaba siendo la mescalina o la hipnosis de algún malvado tirano del que ahora no acertaba a recordar el nombre? La sala tenía un enorme ventanal por el que penetraban imágenes de una ciudad en la que se mezclaban construcciones de líneas clásicas y pistas de despegue interespacial. En aquel momento, Michel  hubiera preferido estar salvando princesas o –mejor aún– andar escondido detrás de una viñeta achuchando a la siempre curvilínea L, LB , la deliciosa y despampanante L.  No nos ve nadie, de verdad, no nos ve nadie. Sin embargo, ahí se encontraba, solo, con un libro de Bertolt Brecht entre las manos, recitando entre dientes y a trompicones un poema que el alemán escribió en 1938, “A los hombres futuros”.

L era así. No necesitaba muchas excusas para enfadarse, una mirada furtiva de otra mujer le bastaba para odiarte durante diez días seguidos, y entonces tú te convertías en un tipo vacío, sin fuerza y con mala, muy mala leche. Como aquella última vez que Michel estuvo en un cabaret, mugriento, con un par de músicos de jazz y una negra idéntica a Ella Fitzgerald. Ella cantaba y Michel no paraba de mojarse el paladar. Sería whisky. Apoyado sobre la barra, pedía uno y otro y otro y otro y otro, cuanto más bebiera, más cerca estaría de olvidar el nombre de la chica que le había dejado allí plantado.

¡Camarero, joder, he dicho que otro whisky! Pero llega un momento en el que todos los otros clientes ya se han ido. Entonces es cuando te quedas solo con Ella y en vez de suplicarte que la beses con dulzura, te suelta que te vayas a dormir que estás muy pesado y el aliento te apesta. No te lo puedes creer. Sacas un billete de cien mingols y se lo tiras a un chico que está recogiendo vasos. ¡Eh,  ponme un whisky y pregunta qué quieren los demás! .

Así es la vida en un cabaret, antes de que hayas podido decir algo parecido a un “yo invito”, ya tienes a cuatro gorilas destrozándote las costillas a patadas. Patético, realmente patético. Granbo, Ming, Brukka y Rital echaron a esa comadreja como se merecía, por la puerta de atrás y con el labio partido en dos. Una noche durmiendo junto a los cubos de basura ayuda a que te lo pienses varias veces antes de ponerte a hacer el imbécil sólo porque tu chica te ha dejado.

Michel cada vez lo tenía más claro, lo superhéroes no deberían tener corazón. Al menos, no para enamorarse.

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Music: Freddie Roach, Brown Sugar


song: all night long


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