Revista Insólito

El hijo de Antonio

Publicado el 23 diciembre 2023 por Monpalentina @FFroi

El hijo de Antonio

Imagen: Carmen Canduela

Conocer a Marcelino es saborear el sentido de sus poemas, su saber estar, su templanza y sabidurĂ­a, siempre lejos de presumidas chulerĂ­as. Marcelino era un maestro de escuela que destacĂł como poeta y escritor, pero que tuvo la sencillez por bandera, la amistad por consigna y el amor por Carmen, su mujer.
ALFONSO SANTAMAR�A DIEZ

He tenido el inmenso honor de conocer al gran poeta y escritor Marcelino GarcĂ­a Velasco. El dichoso acontecer ocurriĂł allĂĄ por los aĂąos ochenta en el Hospital Provincial San Telmo, cuando dependĂ­a de la instituciĂłn provincial. ConocĂ­ a Marcelino en una de esas habitaciones de tres camas, de la época de posguerra, cuando se construyĂł el hospital. En esa enorme habitaciĂłn estaba ingresado el padre de GarcĂ­a Velasco, y mi hermano pequeĂąo. El seĂąor Antonio GarcĂ­a, natural de Astudillo, era una persona cariĂąosa y demostraba especial orgullo y cariĂąo por su hijo Marcelino, maestro de escuela y gran comunicador. Su hijo, por aquel entonces, no era ni famoso ni conocido, pero enseguida me cautivĂł su palabra, noté como paladeaba cada vocablo que salĂ­a de sus labios. Era sin duda un maestro de pueblo quien hablaba, al tiempo que cuidaba y vigilaba cada movimiento de su padre. Daba lugar a que admirase el mutuo cariĂąo, el aprecio del respeto, la ternura y una humanidad fuera de toda duda. El poeta me envolviĂł con su mirada limpia y sincera. En tantos dĂ­as me dio tiempo a saber que, el hijo del seĂąor Antonio era maestro, y ejercĂ­a en el Colegio Jorge Manrique de la capital. Qué casualidad, una escuela con el nombre del mejor poeta de su tiempo, que encabeza el canon lĂ­rico espaĂąol de todos los tiempos, y que hizo posible el paso de nuestra poesĂ­a a la modernidad. Me enteré de que Marcelino era poeta y escritor en sus ratos libres. Tras el alta de mi hermano me enteré del fallecimiento del seĂąor Antonio, a quien mi hermano habĂ­a cogido cariĂąo, fraternidad mutua y ayuda de compaĂąeros de habitaciĂłn. Mi hermano afeitaba cada dĂ­a al de Astudillo, le aseaba y le dejaba listo antes de que llegara la familia.

Pasado el tiempo me encontré muchas veces con Marcelino y Carmen, su esposa, y otras tantas cuando acudĂ­an al Departamento de Cultura de la DiputaciĂłn a resolver algĂşn trĂĄmite de su colegio. Para entonces, la figura del poeta tenĂ­a un recorrido que empezaba a ser reconocido. Tales fueron sus méritos que fue propuesto y designado académico de la InstituciĂłn Tello Téllez de Meneses, y tuve el honor de acudir a su toma de posesiĂłn en el Palacio Provincial, con un discurso en el que floreciĂł todo el arte literario de este gran escritor y recitador, para sorpresa del pĂşblico asistente y sus compaĂąeros académicos.
A partir de entonces, mucho conversé con Marcelino en sus visitas al Departamento de Cultura a ver a la directora, MarĂ­a Valentina Calleja (Maritina), y a Rafael MartĂ­nez, su segundo de abordo. No olvido el dĂ­a que adquirĂ­ el libro editado por Miguel AuxĂ­n, con el tĂ­tulo de “Palencia Ayer”, cuyo texto era de Marcelino GarcĂ­a Velasco. El eco de la voz de Marcelino sonaba en ese libro, bellas palabras salieron de su impecable y sabia pluma, cuanta belleza, cuanto interés despertaron en mĂ­ fotografĂ­as y texto. Tanto me gustĂł el libro que decidĂ­ escribir un artĂ­culo que se publicĂł en el Norte de Castilla, cuando Javier GarcĂ­a Escudero era su director, y en el Diario Palentino, dirigido por Mariano Valero. Mi ilusiĂłn por el escrito, y por ser publicado simultĂĄneamente en dos diarios, elevĂł mi motivaciĂłn hasta el punto de intentar ver a Marcelino cuanto antes para mostrarle mi artĂ­culo. No olvido el dĂ­a que encontré al poeta en la Plaza de Abastos y le entregué una copia, que tuvo la amabilidad de leer y felicitarme después. No olvido su gesto ni sus palabras. Verdaderamente, me sentĂ­ escritor ese dĂ­a.
Era evidente el mutuo aprecio y respeto en nuestros continuados encuentros. Recuerdo el Ăşltimo, ocurrido el aĂąo pasado en el polĂ­gono, cuando Marcelino venĂ­a caminando con Carmen de comprar alguna cosa en un centro comercial. Nos paramos a saludarnos y hablar un rato. Carmen no me recordaba, y fue hablarle de que era Alfonso el de CuriosĂłn, y se alegrĂł mucho de verme, y hablamos de FroilĂĄn de LĂłzar. Ambos se alegraron, me tenĂ­an tanto aprecio, como yo a ellos. Poco después llegaron noticias de que Marcelino estaba enfermo y de que no habĂ­a soluciĂłn, hasta que llegĂł el dĂ­a de Jueves Santo y Marcelino, “el poeta el pueblo” (J. TerĂĄn) se nos fue para siempre.


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