Revista Cine

‘El Hobbit: La Desolación de Smaug’ – Acrobático videojuego de acción

Publicado el 15 diciembre 2013 por Cinefagos

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La segunda parte de El Hobbit se ha estrenado por fin en nuestras pantallas, recaudando menos que su primera entrega pero aun así, más que El Retorno del Rey. Un Viaje Inesperado, estrenada las Navidades pasadas, contaba cómo Bilbo Bolsón era sacado de su cómodo agujero Hobbit para reclamar una antigua montaña en cuyo interior duerme un poderoso dragón. Resumiendo la reseña que publiqué en su momento, creo que la nueva trilogía de Peter Jackson va por otro camino muy diferente al de El Señor de los Anillos, con algunas virtudes pero muchísimos vicios del cine moderno, y esta Desolación de Smaug, que os cuento llena de SPOILERS, no se queda atrás.

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Todas las críticas que leáis en Internet sobre El Hobbit dedicarán los primeros párrafos a recordaros que se trata de un libro de 300 páginas que, sin embargo, parece haberse estirado para poder abarcar tres películas, lo mismo que su secuela literaria que es muchísimo más extensa. Como supongo que ya os habréis cansado de escuchar esto, me limitaré a decir que las razones de esta ampliación son exclusivamente comerciales, como bien claro quedó cuando nos anunciaron que las dos cintas se convertían en tres. Está muy de moda en cuanto a las franquicias que adaptan novelas o cómics, dividir las entregas en dos, y la explicación es muy sencilla: Si la película va a durar tres horas, sólo podrá haber dos pases al día en muchos cines, lo que daría un beneficio de X Euros. Pero si añades una hora más de metraje (recurriendo a esas partes de las obras originales que normalmente jamás se adaptarían) podemos conseguir una cinta de cuatro horas que al partirla por la mitad nos dan dos filmes de dos horas, que tendrán unos tres pases cada día. Así consiguen aumentar el margen de beneficios.

Por supuesto esto no tiene nada que ver con la calidad de la película en sí, pero nos deja claro qué nos podemos esperar de ella. Al ser el segundo acto, las historias se entrelazan y amplían, añadiendo nuevos personajes y profundizando en los que antes se quedaron en pequeños cameos. Y es ahora cuando las diferencias con las novelas de Tolkien van a empezar a hacerse notar, por lo que ya os aseguro que a los fans acérrimos del escritor no les va a gustar. Si ya les hacían removerse en el asiento los pequeños cambios de la cinta anterior, aquí Peter Jackson tira la novela por completo para montar su propia historia con la que rellenar las cinco horas y media que le quedan por delante.

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Sí, los acontecimientos son los mismos, pero la novela a partir de aquí es un mapa que nos indica el camino, pero no cómo andarlo. Tenemos la parte de Beorn, que como ya dije en el análisis del libro que hice, es la parte más aburrida y por tanto la que menos minutos se merece, ya que empezamos de nuevo con esa sensación de estar viendo un videojuego en el que los personajes van de un sitio a otro superando nuevos niveles y enfrentándose a distintos enemigos a cada cual más vistoso. En ellos influye mucho el aspecto digital de toda la cinta, donde vemos que todo lo tangible que podía resultar la Tierra Media en El Señor de los Anillos aquí ha quedado reducido a CGI, lo que no es exclusivo de esta película ya que es una tónica en el cine actual.

La novela es el esqueleto sobre el que montar aventuras cada pocas páginas, peleas y guiños al espectador. Se añaden personajes nuevos, como Tauriel, que es una clara respuesta también a una idea que la propia actriz dejó bien clara: la de que a día de hoy no se puede meter a una chica durante tres horas en un cine sin que salga una sola mujer en la pantalla. No entraré aquí en si Tolkien era machista o si simplemente la ausencia de mujeres en sus libros se debe a que… no había mujeres en sus libros. El caso es que Tauriel es una de esas incorporaciones a la aventura, teniendo algunas de las mejores partes de la película, y por desgracia también de las peores. Su romance es demasiado poco sutil, y hace que te preguntes si es necesario tirar por un camino tan empalagoso. Pero los romances son una tendencia habitual (que se lo pregunten a Martin Freeman y Benedict Cumberbatch), y no van a dejarlo fuera sólo porque en el libro ni se mencione una idea semejante. También hace que me plantee si alguna vez podremos llegar a ver un personaje femenino que no tenga que estar subyugado a uno masculino o involucrado en una relación amorosa de cualquier tipo. Esto permite estirar más escenas, inventarnos escaramuzas, combates y más personajes, que “cantan” demasiado cuando son ideas de los guionistas, como toda la parte del Gobernador y su lacayo, pero que servirán para darle más empaque a una novela que, al estar contada en forma de cuento, da pie a los añadidos y las ampliaciones.

Por ejemplo, ya comenté que me parecía curioso que Thorin no llegara a enfrentarse con Smaug, cosa que aquí cambian por completo, y nos ofrecen algunas de las mejores escenas de la cinta al explotar todo lo posible al gigantesco gusano con voz y gestos de Cumberbatch. Smaug es una maravilla visual y todo un prodigio de la actuación, ya que todo lo que vemos en la pantalla ha tenido que ser interpretado por el protagonista de Sherlock, así que se desmiente una vez más la leyenda urbana de que el cine digital eliminaría para siempre los actores. Al contrario, necesitas a un hombre de su talla para conseguir que Smaug quede creíble y nos regale el que podría ser el mejor dragón que se ha visto en cines, perfectamente hecho y que, por desgracia, contrasta con otras partes mucho menos trabajadas, como la escena de los hornos en la que los riachuelos de lava parecen estar sin terminar.

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Porque esa es otra de las pegas de esta Desolación de Smaug, el haber sido rodada en una época en la que todo tiene que ser más grande, más largo y más impresionante. Lo que dije de Iron Man 3 era que ya no valía con que Tony Stark tuviera una armadura. Necesitaba cientos de ellas, que volaran hacia él, que se las pudiera pasar a otros personajes, que se la pusiera en un segundo y cayese dentro de otra, en una montaña rusa de efectos especiales que de tan espectacular, llega a resultar un poco agobiante. La pelea de los enanos contra Smaug es un gran entretenimiento y una auténtica diversión, pero le lastra un poco la manía del Hollywood actual de no entender que, en ocasiones, menos es más.

Eso, por desgracia, es lo que hace que esta película no sea del todo redonda, aunque tal vez mejore con un segundo visionado, ya que la necesidad de sacar tiempo de donde no lo hay para una tercera entrega, hace que se corte de golpe, y nos deje con un palmo de narices hasta el próximo año. Aun así, me parece una aventura digna por la que pagar la entrada, aunque hay partes como las de Gandalf que quedan un poco flojas y que interesan más por lo que insinúan (las tumbas de los nueve reyes de los hombres) que por lo que acaban contando (incluso parece haber un guiño a la pelea de Dumbledore contra Voldemort en Harry Potter y la Orden del Fénix), de modo que todo se queda en un tira y afloja que hacen de El Hobbit: La Desolación de Smaug, una película espectacular y divertida pero excesiva, acrobática y sobrecargada, lo que puede que la condene a no poder ser disfrutada del todo.  


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