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El hombre en busca de sentido

Publicado el 02 septiembre 2016 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

6a01347ff0d110970c017c319c1ba0970b-500wi¿Cuál es el sentido de la vida? Creo que todo ser humano se ha hecho esa pregunta alguna vez y cada cual habrá encontrado una respuesta a partir de sus propias circunstancias. Esta pregunta es la que llevó a Viktor Frankl a escribir su bella obra que da nombre a esta reseña,  El hombre en busca de sentido. Este es un libro particularmente interesante porque en él su autor expone vivencias dentro de un campo de concentración y explora la psicología de un ser humano que ha padecido dicho horror, todo esto a partir de su propia experiencia. Además, expone su teoría de la logoterapia y propone una psiquiatría más humanista que ayude al ser humano a encontrar aquello que le dé fuerzas para vivir y sanar sus enfermedades mentales.

La logoterapia es una psicoterapia que postula que encontrar el sentido de la vida es lo que llena a los seres humanos de esperanza para continuar viviendo. Este sentido es único y personal y puede ser un talento, el amor, una pasión, un sueño, cualquier cosa o causa que el ser humano abrace y comprenda que por eso vale la pena seguir. Esto en El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl lo comprueba exponiendo sus propias experiencias como prisionero judío en diversos campos de concentración, sobre todo en Auschwitz. Todo comienza cuando los prisioneros, luego de un extenuante viaje en tren, arriban al campo y los guardias de las SS los reciben con insultos, maltratos y los obligan a deshacerse de todas sus pertenencias, incluida la ropa. Luego les afeitan el cuerpo entero y los bañan. Ahí, asegura Viktor, se encuentra el ser humano despojado de todo, con una única posesión: la existencia desnuda. Nada más le quedaba al prisionero de su vida anterior como ser humano libre, con identidad y proyección.

Esa existencia desnuda, seguida de insoportables vejámenes, humillaciones y torturas es lo que impulsó a Viktor Frankl a preguntarse si valía la pena seguir vivos bajo esas circunstancias. ¿Acaso no era infinitamente mejor arrojarse contra los alambres y cometer suicidio? El autor dice que no, porque de todos modos las posibilidades de supervivencia en el campo de concentración eran mínimas por lo tanto para qué suicidarse si la vida se acabaría de una u otra manera. Pero, qué pasaba con aquellos que no murieron, que vivieron años de prisión, trabajo forzado, hambre, tortura, enfermedades y humillaciones, aquellos que incluso vivieron para contarlo como Viktor Frankl. ¿Qué los mantuvo con vida?, ¿qué los mantuvo lejos del suicidio, aunque con la idea siempre rondando?

La teoría de Viktor Frankl es que aquel que perdía su motivo para vivir, moría a los días después. Como relata en su libro, cuando un prisionero se deprimía, había que animarlo inmediatamente porque ni bien se sumía en la idea que ya no había razones para luchar, no había vuelta atrás, eso significaba muerte segura. El autor lo comprueba en su propia experiencia. Al momento de su arribo a Auschwitz, él tenía un manuscrito de un libro que había redactado antes de ser deportado al campo. Por supuesto los guardias de las SS se lo quitaron y él sintió haberlo perdido todo. Ya le habían arrebatado a todos los miembros de su familia, por tanto ese manuscrito era un pequeño tesoro recuerdo de su vida anterior. Sin embargo, pudo reponerse al vacío de esa pérdida, pues cuando le entregaron los harapos que vestiría de ahí en adelante, que otrora pertenecieran a un prisionero que ya había alcanzado un destino fatal, él metió las manos a los bolsillos y allí encontró una hoja que contenía el Shema Yisrael. Eso le dio esperanza y se animó a anotar en esa hoja ideas principales, conceptos que le ayudaran a redactar su libro nuevamente una vez que recuperara la libertad. He ahí la esperanza, el sentido de la vida por el cual luchar.

Cabe destacar que Viktor Frankl era un psiquiatra connotado, con éxito y proyección que pudo haber escapado de Austria antes de caer preso. De hecho consiguió una visa a Estados Unidos para él y su esposa pero sus padres no pudieron conseguir una, por tanto antes de partir a buscar un nuevo futuro, salió a pensar: ¿debía escapar para salvar su matrimonio y comenzar su propia familia o debía quedarse a proteger a sus padres, ancianos y solos? “Entonces me pregunté a mí mismo qué hacer. Debía yo sacrificar a mi familia por el bien de la causa a la que había dedicado mi vida, o debía sacrificar esta causa por el bien de mis padres. Cuando uno está confrontado con esta clase de preguntas, uno ansía una respuesta del cielo” (casaviktorfrankl.com). Así Viktor reflexionó pero no halló respuesta y decidió retornar al hogar. Al llegar a casa encontró un pedazo de mármol que llamó su atención, lo tomó y le preguntó a su padre qué era. Su progenitor le contó que era un trozo de mármol en el cual se podía leer la letra que contiene el cuarto mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre y estarás en la tierra prometida. Ahí estaba su respuesta. Se quedó junto a sus padres y renunció a la libertad. Al poco tiempo todos fueron apresados: su esposa, su madre, su padre, él. Su madre le dio la bendición la última vez que se vieron y, ya en prisión, ayudó a su padre a morir inyectándole morfina para que no sufriera tanto en su último día de vida. Había cumplido su misión de proteger a sus padres en cuanto le fuera posible. Ahora tocaba sobrevivir.

Viktor Frankl no escribe este libro para contar los horrores ni enumerar las vejaciones de las que eran víctimas mientras estuvieron confinados. Su motivación era describir lo que, desde su punto de vista y partir de sus reflexiones, impulsaba a los seres humanos a mantenerse con vida. Claro, esto lo hace desde el horror y el sufrimiento del campo de concentración porque esa es la experiencia que le tocó vivir, pero lo extiende a cualquier sufrimiento pues la cuestión fundamental es cómo el ser humano es capaz de sobreponerse a todo y continuar.

Así nos aconseja a buscar aquello que nos mueve pues siempre habrá sufrimiento y no debemos huir de él sino cambiar nuestra actitud para sobreponernos a él. Se trata de un bello viaje hacia la comprensión de la vida humana y de su sentido y se torna en una reflexión muy necesaria para nuestra época, pues “[d]espués de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios” (pp. 74). Todos somos capaces tanto del mal como el bien, como dice el antipoeta “Un embutido de ángel y bestia”. Este libro, por tanto, es una invitación a ser conscientes para encontrar el sentido de nuestra vida y también para evitar que éste sea uno que mortifique a otros seres.

Esta reseña es, entonces, un pequeño homenaje al trabajo de Viktor, a su esfuerzo por sobreponerse a su sufrimiento para ayudar a otros a hacer lo propio. También es una humilde invitación a buscar el sentido, a luchar con el misterio y aferrarse a lo que nos ayude en la batalla. Debo confesar, que llegué a este libro por diversas y bellas circunstancias que me impulsaron a explorarlo, abrazarlo, comprenderlo, justo cuando más necesitaba acercarme a un testimonio como este. Y es por eso que creo en la literatura, siempre he tenido con ella una relación mágica y los libros en cada ocasión han venido a mi encuentro para salvarme, sanarme, enseñarme, volverme ser humano. El lenguaje, ah, qué sino nos humaniza.

Por Cristal

llavedecristal.wordpress.com


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