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El hombre que coleccionaba palabras

Publicado el 06 mayo 2010 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

Participé en Pasapalabra y perdí. Aún así, me gano la vida con las palabras. Las elijo, las ordeno y las leo. Siempre en silencio y muchas veces en voz alta. Selecciono las palabras que emplean políticos y empresarios e intento traducir, primero a mí y después a mis espectadores, el lenguaje económico, repleto de términos que no están en el diccionario de la RAE. Intento que mi traducción no sea sólo correcta sino que tenga una música interna. Busco un estilo sin darme cuenta.
“Le style c`est l`homme: las afirmaciones de una persona pueden ser mentira, pero su esencia queda al descubierto por el estilo de su lenguaje”.  Es la segunda nota que he copiado de “LTI, el lenguaje del Tercer Reich”, este libro de Víctor Kemplerer que tanto me ha gustado y que tanto me ha hecho pensar sobre las palabras que utilizo todos los días. La primera nota se refiere a la palabra “heroicamente”.
Un día de diciembre de 1941, Paul K., volvió radiante del trabajo. Acababa de leer el parte de guerra, camino de casa:
-   Les va fatal en África – dijo.
Le pregunté si lo reconocían…, porque normalmente sólo informaban de sus victorias.
-   Escriben: “Nuestras tropas que luchan heroicamente”. “Heroicamente” suena a necrológica, créame.
Desde entonces, la palabra “heroicamente” sonó muchísimas veces a necrológica en los partes de guerra y nunca nos engañó
”.
Es así, con diálogos y anécdotas tan elocuentes como ésta, como Kemplerer analiza la lengua del Tercer Reich. Si Orwell creó la neolengua para su ficticio y sesentón 1984, una década antes los nazis transformaron el complejo alemán en una lengua carcelaria y fanática. Un lenguaje retórico y sentimental, repleto de falsificaciones y ambigüedades, que robaba palabras a los expresionistas que perseguía para construir un diccionario tan pobre como todopoderoso.
El lenguaje del nazismo era un lenguaje de fe, de fe en Hitler y en la victoria de su Reich milenario. Pero durante años la verdadera fe fue creer en la derrota nazi. Kemplerer la mantuvo coleccionando las palabras de sus carceleros.  Cada mañana, renunciaba a una hora de su sueño para anotar las palabras del nazismo, las expresiones que escuchaba a sus compañeros y jefes en la fábrica, en la calle, en la “casa de judíos” en la que tenía que vivir, en los periódicos nazis que sólo podía leer a escondidas, en sus propios labios.
El trabajo os hará libres” escribían los nazis en las puertas de sus campos de exterminio. Kemplerer encontró una ventana de libertad intentado escapar de ese lenguaje de traición. Su LTI es un libro clave para comprender la increíble transformación de la sociedad alemana, para ver cómo nazis o no nazis, instruidos e iletrados, utilizaron la LTI consciente o inconscientemente. No sé qué más decir para animarte a leerlo. Sólo una advertencia: desde que lo he leído desconfío un poco más del lenguaje que tengo que traducir…  y, sobre todo, de mis propias traducciones.
21/09/09


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