Revista Coaching

El honor o "lo que el viento se llevó"

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

honor viento llevó

Siempre acudo a las artes para descubrir qué apasionó a nuestros antepasados y lo que para ellos constituyó las bases más sólidas de su civilización. El amor, la codicia, el valor, la muerte, la libertad, la familia, la religión y tantos otros temas han sido fuente de inspiración de esos libros que nos fascinan, esas las músicas que nos conmueven o esas pinturas que no precisan de más explicación.

Entre todos estos referentes de lo que el hombre siempre ha considerado esencial para su definición se encuentra el honor, esa cualidad moral que obliga a quien lo quiere tener y mantener a conducirse por los rectos caminos del respeto a sí mismo y a los demás, sin más obligación que la del seguimiento de un código ético no escrito pero sabido por todos y cuyo uso es entendido como la mejor garantía de general consideración.

Pero desgraciadamente el honor ya no tiene cabida en este mundo actual que parece ha olvidado su condición. En este mundo que ha reducido la extensa y secular relación de sus valores a uno solo: la ambición. Un mundo que se representa a si mismo cada día en los informativos de la televisión cuya imbatible noticia de portada es la corrupción. Hoy parece que solo hay derecho jurídico al honor pero ninguna personal obligación. El honor ya no es el de aquel Rhett Buttler redimido que nos fascinó al final de “Lo que el viento se llevó”.

Desaparecido ya el honor como valor general de vida, solo nos quedaría la honestidad (como bien menor con respecto al anterior) al objeto de no perder lo que tantos siglos nos costó ganar y nos identificó como seres con un concepto ético en la actuación. Es en “La honestidad”, la Crónica 44 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, en donde sobre esto escribo mi opinión…

“La honestidad es el signo distintivo de quien entiende la vida como un pacto inexcusable entre sus actuaciones y la verdad, comprometiendo ante cualquier circunstancia la unicidad de un criterio que mantiene firme a pesar de las tentaciones por llegarlo a falsear. La honestidad define tan bien a la persona que para conocerla no es necesario más. Quien es honesto es de fiar y la fiabilidad constituye la puerta de entrada a la confianza y a la credibilidad. Ser honesto es el mejor aval para transitar por una sociedad que, tristemente acostumbrada a las personas con doble faz, pide a gritos integridad. Hoy la honestidad es, por escasa, la cualidad a mejor valorar y con ese tesoro la fortuna nunca puede faltar…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro


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