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El jardín de la oca - Toti Martínez de Lezea

Publicado el 13 junio 2011 por Rusta @RustaDevoradora
El jardín de la oca - Toti Martínez de LezeaEditorial: Maeva
Páginas: 416
ISBN: 9788492695720
Precio: 10 €
Como sabéis, la novela histórica es uno de mis géneros preferidos y, en concreto, la obra de Toti Martínez de Lezea me ha dado muchas alegrías. Pese a ser desconocida para el gran público, esta escritora vasca tiene un gran número de novelas a sus espaldas y todas ellas destacan por el gran trabajo de documentación realizado para su ambientación, que se completa con unas tramas personales que en ocasiones son muy bonitas. El jardín de la oca me llamó la atención porque es una especie de continuación de El verdugo de Dios, el segundo libro de la autora que leí, que me dejó muy buenas sensaciones. Ambos se pueden leer de forma independiente, tienen su principio y su final, pero las historias de algunos personajes de El verdugo de Dios se retoman en El jardín de la oca, de ahí que exista una conexión entre ellos.

El jardín de la oca

Norte de España, segunda mitad del siglo XIII. El inquisidor Robert Lepetit se recupera de las heridas que sufrió en el incendio y hace buenas migas con Ezequiel Falaquera, un médico judío bondadoso y fiel a los suyos. Sin embargo, el interés de Lepetit va más allá de la amistad: cree que ha encontrado un aliado con el que descifrar el misterioso tablero de adivinación, ese enigma de las ocas con el que está convencido de poder descubrir algo grande. Toda iba bien, hasta que el antiguo inquisidor vuelve a hacer de las suyas y tanto él como Ezequiel deben huir del pueblo, por razones distintas.

Por otro lado, tenemos a Eder Bozat, el muchacho de El verdugo de Dios que se ha convertido en todo un hombre. Vive marcado por la ausencia de su amada y su hija, lo que ocurrió en la recta final del citado libro, y ha dejado de tallar la piedra pese a ser un genio en el oficio. Un buen día, recibe la visita de su amigo Bertrand de Garlande, el comendador, que le anima a viajar a Ponferrada, donde viven sus familiares huidas. Con lo que Eder no cuenta es que por el camino se enterará de que Robert Lepetit, el hombre que hizo tanto daño a él y a sus seres queridos, sigue vivo. Esto se convierte en un incentivo más para avisar al comendador, y lo hará acompañado por el médico Ezequiel Falaquera y el herbolario musulmán Hadi al-Suri, que también tienen motivos para odiar a Lepetit.

Mis impresiones

Toti Martínez de Lezea es buena a la hora de recrear periodos históricos, y El jardín de la oca no supone una excepción: a lo largo de estas cuatrocientas páginas, recorre el Camino de Santiago, desde el País Vasco y La Rioja hasta Galicia. El viaje de los protagonistas los lleva a hacer paradas en diversas ciudades, lo que aporta riqueza a la novela y la dota de mayor amplitud que las que se desarrollan únicamente en una zona. Aun así, en lo relativo a la descripción de los lugares, me ha parecido que profundiza menos que en sus otros libros, como si pasara rápido por ellos. Al terminarlo, soy incapaz de narraros las particularidades de Burgos con respecto a Nájera, por ejemplo.

Tal y como podéis deducir por la nota que le he puesto, El jardín de la oca no me ha gustado tanto como otras novelas de Toti. La razón es muy sencilla: me ha aburrido bastante. En gran medida, por ese recurso casi obsesivo de añadir más y más personajes a la trama cuando con unos pocos principales la historia ya estaba más que definida. Es algo que he notado antes en la autora, a veces presenta demasiados personajes secundarios y yo, como lectora, me he perdido un poco. Tampoco me gustó —sobre todo en la primera mitad— que se alternaran capítulos de los protagonistas. Entiendo que era necesario, pero hablar ahora de Lepetit, luego de Ezequiel y más tarde de Eder (cada uno con su historia) entorpece muchísimo el ritmo y hace que se pierda interés. He llegado a sentir auténtica pereza al retomarlo porque, aunque formalmente está bien y narra una historia interesante, no ha logrado involucrarme en ella.

Lo único que salva esa falta de gancho es la personalidad arrolladora de los protagonistas: Eder Bozat, Ezequiel Falaquera y Hadi al-Suri enseguida inspiran cariño y simpatía, mientras que Robert Lepetit despierta interés por ser el malo de la historia que en cualquier momento puede hacerles daño. Creo que lo mejor del libro es ver cómo los marginados por la sociedad (un pagano, un judío y un musulmán) se unen para hacer frente a las adversidades. Me parece un mensaje precioso: por encima de todo estamos las personas y nuestros valores. A propósito del tema, me ha gustado reencontrarme con los agotes (personas que viven en zonas montañosas y no creen en la religión cristiana, sino en la naturaleza), aunque en esta novela no se habla tanto de ellos como en El verdugo de Dios. De los judíos y los musulmanes no digo nada porque su presencia en la literatura histórica está mucho más extendida, pero vaya, siempre es grato encontrar diversidad de culturas.

Por otro lado, las tramas personales están bastante bien. Al igual que ocurrió en El verdugo de Dios, me ha encantado la de Eder Bozat, me parece bonita y el personaje me cae bien aunque no transmita la misma ternura que cuando era más jovencito. Aun así, por desgracia su trama pierde fuelle al mezclarse con todo lo demás, por lo que finalmente no me ha llegado tanto como podría haber hecho en otras circunstancias.

Ahora bien, no todo es perfecto en la relación entre los personajes: nuevamente, Toti abusa de las casualidades, un fallo que le he encontrado incluso en las novelas suyas que más me han gustado, como La Universal. En El jardín de la oca se hace especialmente notable porque hay varios personajes con bastante peso y la forma en que se encuentran (mejor dicho, la manera en que uno ve a otro y saca conclusiones) me parece demasiado forzada. Pienso que la autora debería esforzarse en imaginar caminos mejores para cruzar sus historias.

Hablemos ahora del tablero de adivinación que da nombre al libro. De entrada puede recordar un poco a los misterios tan típicos de Dan Brown y otros autores de thillers; sin embargo, nada más lejos de la realidad: El jardín de la oca es una novela histórica igual que las otras de la autora, que puede gustar más o menos, pero en absoluto pertenece a un género distinto (de hecho, no le habría venido mal adquirir una narración más trepidante…). Las cuestiones matemáticas y de adivinación son una mera excusa para trazar el camino e involucrar a los personajes en él, igual que en La herbolera lo eran los temas médicos y de brujería, por poner un ejemplo. Esto es una impresión subjetiva, pero tengo que decir que los momentos en los que hacen cuentas y empiezan a pensar qué puede esconder el pergamino me gustaron.

Por último, solo me queda añadir que el estilo está tan cuidado como siempre. Toti Martínez de Lezea escribe bien, con una prosa amena y rica en detalles históricos, por lo que no conviene tomarse sus libros como «lecturas de playa». En El jardín de la oca le falta ritmo y gancho, pero creo que se debe más a un planteamiento mejorable (aquello de meter muchos personajes, alternar sus tramas y mandarlos de viaje continuamente) que a la escritura en sí. En este aspecto la autora es un valor seguro, podéis estar tranquilos.

¿Lo recomiendo? Salvo que os interese mucho el Camino de Santiago y queráis recorrerlo de la mano de estos personajes, no. Aunque no sea un libro malo, pienso que antes deberíais dar una oportunidad a La herbolera, La calle de la judería o Los hijos de Ogaiz, por citar otros títulos de la autora que me gustaron mucho más que este.

Mi valoración: 5/10


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