Revista Regiones del Mundo

El lado oscuro de Polonia

Por Nestortazueco

 

(Por Paco Soto para PolskaViva.com, 15/10/2011)

Polonia está creciendo económicamente. Desde que este país ingresó en la Unión Europea (UE), en 2004, el cambio ha sido espectacular. Polonia es el único país comunitario que no ha sufrido recesión, la clase media está en formación, el bienestar material se extiende a amplias capas de la población, la pobreza disminuye y la sociedad evoluciona y se moderniza rápidamente. El Producto Interior Bruto (PIB) de Polonia aumentó un 4,4% en los primeros cuatro meses de 2011 respecto al mismo periodo de 2010, según  el GUS (la Agencia Central de Estadística polaca).

Además, la agencia de calificación Standard & Poor’s se reafirma  en sus previsiones de crecimiento para la economía polaca, respaldadas por el nivel relativamente bajo de endeudamiento de los hogares y el aumento de productividad en relación a sus principales socios comerciales, y mantiene su calificación de riesgo a corto y medio plazo en A-/A-2 en divisa extranjera y en A/A-1 en moneda nacional. Según dicha agencia, “las calificaciones de Polonia están respaldadas por nuestra visión de su economía como competitiva y cada vez más diversificada, así como un PIB comparativamente fuerte, con un crecimiento per cápita que oscilará en torno al 4% a medio plazo”, señala la entidad. Los tiempos de escasez y  largas colas para adquirir alimentos de la etapa comunista y los problemas durante el capitalismo mafioso que se instaló en Polonia después de 1989  han quedado atrás.

Los polacos siguen quejándose de lo mal que viven y de lo cara que está la vida, aunque protestan poco, pero las nuevas generaciones y la emergente clase media  quieren vivir como en la Europa más desarrollada. Salvando las distancias y diferencias, que son muchas, el panorama social polaco se parece al que vivió España tras la muerte del dictador Franco, en noviembre de 1975. Pero a diferencia de lo que ocurre hoy en día en España y en otros países europeos como Italia y Francia, en Polonia hay optimismo sobre el futuro y una parte de la población consume como si no hubiera estallado hace tres años una terrible crisis económica y financiera; se venden coches y electrodomésticos a tutiplén, las grandes superficies comerciales crecen como hongos en todo el país y los nuevos ricos polacos miran a sus empobrecidos vecinos de Europa del Este con desdén y arrogancia.

Polonia es para el primer ministro liberal, Donald Tusk, una “isla verde” de crecimiento económico en un mar de países golpeados por la crisis, el endeudamiento, el paro y el pesimismo.

Pero esta isla verde tiene también su lado oscuro, un lado oscuro que los actuales dirigentes polacos suelen ocultar o minimizar. El pasado 7 de junio, el periodista polaco Adam Leszczynski titulaba un artículo sobre el crecimiento de Polonia  en el diario británico The Guardian “El lado oscuro del milagro económico polaco”. El periodista indicaba: “Puede que se haya ensalzado como una de las historias de éxito económico de Europa, pero los servicios sanitarios y sociales de Polonia se caen a pedazos y su juventud cualificada cada vez opta más por el exilio frente a los bajos sueldos y el desempleo sin futuro en su país de origen”.

El lado oscuro de Polonia

Leszczynski ponía de manifiesto el “gran abismo” que existe entre el discurso oficial sobre el crecimiento económico polaco y la realidad social del país. Los dirigentes polacos tienen serias dificultades para reconocer que el crecimiento sólo ha beneficiado a una parte de la población.

Según diversos estudios económicos y sociales, más del 40% de los polacos viven con menos de 300 euros al mes. Los servicios sociales son deficientes; la asistencia sanitaria, impropia de un país europeo desarrollado, y las infraestructuras sufren de un atraso colosal. La burocracia y la corrupción son un mal endémico, más de dos millones de niños y adolescentes están mal alimentados y gran parte de los jubilados viven en la pobreza, tienen que costearse los medicamentos y para poder comer se ven en la obligación de vender flores, fruta o baratijas en calles y plazas de ciudades y pueblos. Cerca de la Polonia que se enriquece y se moderniza y se parece cada vez más a Europa occidental hay otro país que sufre en silencio, se alimenta mal, no se puede vestir correctamente ni calentar la casa adecuadamente en invierno.

Los jóvenes, pese a estar bien formados, no encuentran trabajo en el país o tienen que someterse a salarios de  miseria. Es un panorama que tiene bastantes similitudes con otros países europeos, y alguien podría decir: “Pero en España también hay muchos problemas sociales, unos provocados por la crisis y otros de naturaleza estructural”. Sí, es cierto, pero la gran diferencia con Polonia es que España ha alcanzado una capacidad de desarrollo más importante, tiene más peso económico y político a escala internacional, una clase media consolidada y mayor nivel de protección social.

Algunos polacos nuevos ricos miran con  desdén a los países del sur de Europa, pero olvidan con demasiada frecuencia que Polonia hace parte de los cuatro Estados más pobres de la UE. El PIB por habitante polaco  está muy por debajo de Grecia y Portugal y alejado de España e Italia.

Otro problema que tiene Polonia es que sus gobernantes no han sabido aprovechar la bonanza económica para acometer una serie de reformas estructurales que dotaran al país de una  economía más  competitiva. Aquí también alguien podría decir: “Pero en España tampoco se hiceron esfuerzos suficientes en materia de I+D+I en época de crecimiento y burbuja inmobiliaria”. Es cierto. Pero aún así, España dedica más del 1,2% de su PIB a investigación, desarrollo e innovación y desempeña cierto protagonismo en ciertas áreas científicas y técnicas; tiene grandes empresas multinacionales y es uno de los principales inversores netos en el mundo. Es un país puntero en energías renovables, telecomunicaciones y obras públicas y la tercera potencia turística del planeta por detrás de Estados Unidos y Francia.

Polonia dedica menos del 1% del PIB a la economía del futuro, la que se basa en el conocimiento y la investigación, tiene un aparato productivo anquilosado y poco internacionalizado y su participación en la producción y distribución de bienes y servicios a escala mundial sigue siendo modesta.

España va muy mal. Italia también. Francia, bastante mal. Portugal está acogotado por la crisis y Grecia, al borde de la bancarrota. En términos generales, en lo macroeconómico, Polonia va bien, y los que queremos a este país nos alegramos. Ahora bien, ojo con el optimismo antropológico de Tusk, porque le puede jugar una mala pasada, como le ha ocurrido a José Luis Rodríguez Zapatero en España. Y ojo con la arrogancia neonacionalista de algunos nuevos ricos polacos que miran a los países en crisis con desprecio, porque les guste o no, Polonia, a pesar de sus grandes avances, se encuentra todavía lejos del nivel medio de desarrollo y prosperidad de la Unión Europea (UE).

Ha reducido distancias, pero antes de alcanzar a España e Italia, tendrá que acercarse a Portugal y Grecia. Además,  como señala Pawel Swieboda en el diario Gazeta Wyborcza, “el problema del gobierno polaco consiste en que la sociedad alimentada con la retórica de ‘isla verde’ no está preparada” para aceptar las reformas pendientes.

 


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