Revista Cine

El Legado Bourne

Publicado el 09 septiembre 2012 por Diezmartinez

El Legado Bourne
Los hacedores de El Legado Bourne (The Bourne Legacy, EU, 2012), suerte de continuación-reboot de la saga sobre el espía y matarife amnésico y culposo Jason Bourne (Identidad Desconocida/Liman/2002, La Supremacía Bourne/2004 y Bourne: el Ultimátum/2007, ambas de Paul Greengrass), han partido de la premisa que el público que va a ver esta cuarta entrega ha revisado en BD/DVD las tres cintas anteriores –como fue mi caso- o que tiene una memoria prodigiosa, por lo que recuerda cada detalle, cada personaje, cada nombre de cada operación encubierta que apareció en las películas de la década pasada. Si no es así –es decir, si usted no tiene esa clase de memoria o si no acaba de volver a ver las tres cintas anteriores-, no se preocupe si no le entiende mucho a lo que está pasando en la primera hora de esta cinta. Sólo déjeme que le aclare: mucho de lo que sucede tiene que ver con la trama de Bourne: el Ultimátum cuya buena parte de su historia está contenida, a su vez, en cierta elipsis por corte directo que se encuentra en el desenlace de La Supremacía Bourne. Así pues, mientras pasan muchos de los acontecimientos que vimos en Bourne: el Ultimátum, otro súper-espía y matarife llamado Aaron Cross (Jeremy Renner) se salva de ser asesinado en manos del propio gobierno estadounidense –representado aquí por el profesional y desalmado burócrata Edward Norton-, que tiene que eliminar todo aquello que pueda servir de evidencia a la agente Pamela Landy (Joan Allen en cameo) quien, con la ayuda de Jason Bourne (Matt Damon solo en fotos), está develando la profunda corrupción y los innumerables crímenes que, en nombre de la libertad, comete el gobierno gringo a través de la CIA y sus operaciones encubiertas e ilegales. Esta cuarta entrega la dirige Tony Gilroy, el guionista de las tres cintas anteriores de Bourne, por lo que es de esperar que, por más enrevesada que esté la trama –a ratos, más confusa que compleja, como los Batman de Nolan o la segunda Matrix de los Wachowski-, todos los personajes, diálogos y situaciones encajan a la perfección con el universo planteado en las otras películas. Esto, sin embargo, lo veo más como defecto que como virtud: para lograr que nada se salga del universo planteado con anterioridad, tenemos innumerables escenas dialogadas en las que varios malosos (Norton, Stacy Keach, Corey Stoll) cruzan miradas ñacañaquescas o laguísimas parrafadas en las que la histérica científica Rachel Weisz le explica al perseguido Cross sobre ingeniería genética, modificación de comportamiento, inmunidad a virus y otras monsergas ininteligibles (¡Dios!: ¿no han visto el cine de Hitchcock? ¡El McGuffin debe ser simple, sencillo, fácil de entender!). Esta excesiva verbalización matrixera/nolaniana hace que la película rebase con mucho las dos horas de duración, aunque debo confesar que no me aburrí tanto como podrían sugerir estas líneas. Aunque Gilroy no está al mismo nivel de Greengrass o Liman en el montaje de escenas de acción y persecuciones, hay por lo menos dos secuencias dignas de mención: el enfrentamiento con los malosos y posterior escape de Renner y Weisz de cierto caserón rural, y una emocionante corretiza a pata, por los tejados y en motocicleta, por las calles y callejones de Manila. Al final, es obvio que El Legado Bourne es una apuesta de Universal Pictures (y de los poderosos productores Kennedy/Marshall) por mantener viva la franquicia, probar suerte con Renner –que no lo hace nada mal- y ver si, para la próxima, pueden hacer algo mejor, acaso con el propio Matt Damon regresando al primer plano, al lado de Renner. Después de todo, las dos películas, El Legado Bourne y Bourne: el Ultimátum terminan más o menos en el mismo espacio temporal. Aquí puede empezar otra nueva historia.

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