Los hechos son el único ingrediente indispensable de la receta del liderazgo. Muchas personas conocen bien las teorías modernas de liderazgo pero pocas -al menos por lo que yo veo- las aplican con un mínimo de perseverancia y autoobservación crítica. Muchos son los que han cambiado el lenguaje y no hablan ya de “empleados” y “recursos” sino de “colaboradores/as” y “personas”, pero pocos los que han cambiado radicalmente sus formas hacia estilos menos autoritarios y más centrados en generar condiciones para que las personas estén motivadas y sean productivas.
Una forma de empezar a darle la vuelta a esto puede ser un taller o un trabajo de coaching. En todo caso se trata de buscar un espacio -fuera del “rodillo” del día a día- para propiciar una reflexión crítica y a fondo sobre las propias tendencias y actuaciones.
Y es entonces cuando puede llegar el momento mágico de querer evolucionar personalmente hacia un nuevo estilo de liderazgo, algo que difícilmente se puede desarrollar sin ir por partes y hábito a hábito. Uno de los aspectos más básicos pero fundamentales para empezar suele ser revisar si tratamos a cada persona como tal (aquello de Rogers: comprensión empática + autenticidad + consideración y aprecio…).
12 formas de mostrar “consideración”
Suele costarnos traducir la teoría a la práctica. Y es que el lenguaje “nebuloso” de la teoría no se traduce automáticamente en lo que tenemos que hacer. Si quieres ser un buen transmisor de respeto y aprecio quizás el primer paso sea traducirlo a un conjunto de comportamientos ya que luego podrías:
- Preguntarte cuáles se corresponden con tus motivaciones y formas de actuación.
- Pedir feedback a tus colaboradores.
- Centrar tu atención en algún aspecto concreto en el que ir evolucionando.
Algunos comportamientos concretos para chequear podrían ser:
- Tratar siempre a las personas de forma educada y respetuosa.
- Conocer la situacion personal, intereses, talentos y motivaciones de cada colaborador/a creando oportunidades periódicas de mantener actualizada esta información.
- Mostrar con frecuencia interés por el bienestar profesional y personal de mis colaboradores.
- Hacer fácil el intercambio de opiniones y puntos de vista.
- Ofrecer retos apropiados a cada uno de mis colaboradores/as.
- Estar accesible cuando se me necesita y responder a mis colaboradores lo antes posible.
- Formar, aconsejar, servir de guía.
- Ponerse en el lugar de cada colaborador/a
- Evaluar a las personas en función de sus trayectorias, no de sus resultados concretos.
- Escuchar de forma activa.
- Convertir al colaborador/a en el centro de atención en lugar de ponerlo en la tarea.
- Delegar para fomentar el desarrollo de mis colaboradores.
¿Se te ocurren otros?, ¿Cuáles te ayudarían a ser más consciente de que es importante tratar a tus colaboradores de igual a igual?
El diagrama SSC como herramienta para desarrollar el liderazgo
Ahora llega el momento de ponerse “deberes”. Para ello podrías elegir cualquiera de estos comportamientos como un hábito a trabajar y/o construir una pequeña tabla/ soporte para que te sirva de recordatorio de ese hábito. Un “diagrama SSC” es una tabla en la que anotar los comportamientos/ hábitos que quiero modificar y los que quiero mantener para así reconducir mis actuaciones hacia donde deseo:
- Concreto en “Stop” el comportamiento que quiero dejar de hacer.
- Concreto en “Start” el que quiero iniciar.
- Concreto en “Continue” el que quiero seguir fortaleciendo.
Y empiezo a focalizarme y evaluarme…