Revista Maternidad

El mágico nacimiento de Gael

Por Yasmin
El mágico nacimiento de Gael
Dicen que la naturaleza es sabia y que los bebés, si les dejamos, escojen el momento adecuado para nacer. Así sucedió hace un año,en  la  mágica  noche en que por fin pudimos abrazar a Gael.
Llevabamos unos días bastante ajetreados. Teniamos que hacer los regalos para nuestros amigos invisibles, las galletas de navidad con nuestras mamitas, quedar con mucha gente que queria vernos antes de navidad y, como no, tener nuestro nido a punto para recibir a nuestro bebé. Para colmo, en esos días, a papá le salió un trabajo , a parte del que tenía, y pasaba el día entero fuera.
Las ecografías habían dado una fecha de parto  diferente a la primera. Según esto, ya estaba de 40+1, pero yo estaba tranquila. Convencida de que Gael y yo estabamos profundamente conectados y de que él sabría cuando era el momento adecuado para iniciar el viaje a nuestros brazos.
Ese día, Adrián y yo habíamos caminado de una punta a otra del pueblo buscando una cajita para decorarle a una amiga. Al día siguiente teniamos una comida en casa de una amiga y nos ibamos a dar los regalos. y, como no, yo iba rezagada dejando todo para el último momento.
La tarde la pasamos muy tranquilos, pintando nuestra cajita y preparando el resto de los regalos. Mambo, nuestro perro, estaba con nosotros, sin embargo se mostraba muy intranquilo, llorando y aullando todo el tiempo. Se avecinaba una tormenta y pensé que podría ser ese el motivo de su comportamiento, auqnue no era habitual en él. Ahora sé que nos estaba anunciando la llegada de Gael. de algún modo, él lo percibió mucho antes que yo.
A eso de las 20:00 h, terminamos los regalos y llegó papá. Yo llevaba varios días sin apetito pero esa noche tenía un hambre canina. Cenamos y me fuí a acostar con Adrián que se durmió más rápido que nunca.
No había pasado ni un minuto desde que Adrián dormía, cuando sentí un fuerte golpe en mi interior, como si algo se rompiera. No fué doloroso, pero supe enseguida que Gael estaba en camino. A los pocos minutos comenzaron las contracciones, aún no muy dolorosas. Papá aún estaba en el salón, asi es que me levanté y le dije que Gael nacería esa noche. Pobre Salvi, precisamente el día en que más cansado estaba. Aún no me apetecía llamar a  Karen, la matrona. Quería disfrutar de esos momentos de intimidad un rato más. Nos pusimos a mirar uno videos e imagenes de humor en internet y las risas que nos echamos me vinieron genial. Al poco las contracciones eran ya mucho más dolorosas y regulares, pero aún muy espaciadas. Le pedí a papá que nos acostasemos un rato y permanecimos abrazados disfrutando de la emoción de que pronto veriamos a Gael.
No sé cuanto rato estuvimos así, creo que no mucho. Al poco comencé a sentirme mal, con ganas de ir al baño y con mucho frío . Ahí decidí que había llegado el momento de llamar a Karen y a Sofía, nuestra amiga y doula. El nacimiento de Adrián había sido extremadamente rápido y Karen nos había advertido de que la llamasemos a los primeros síntomas y nosotros, ya habiamos esperado demasiado.
Mientras esperabamos, papá encendió las velas que nos habían regalado las maravillosas mujeres que me rodean para acompañarnos en el parto. Yo me acomodé en el rincón de los juegos de Adrián, sobre la alfombra y al lado del arbol de navidad.  Sentada en la pelota de dilaatación balanceandome. Las contracciones eran cada vez más fuertes y seguidas pero soportables. En cada una de ellas me dejaba llevar, sin oponerme al dolor, sino fundiéndome con él y pensando que era una menos para ver a  Gael. Comenzó a invadirme una sensación como de embriaguez. No pensaba en nada, ni veía más que a mi marido y las velas de mis amigas enviándome su luz. Sentía el dolor de cada contracción pero no era un dolor desagradable, era un dolor que me estaba conduciendo a encontrarme con mi bebé. La sensación era muy agradable.
Al poquito llegó Sofía, mi dulce amiga . Entró silenciosa ,discreta y me dió un abrazo tan lleno de amor y energía positiva que me inundó una maravillosa sensación de bienestar.
Minutos después llegó Karen, nuestra matrona, embarazada de 7 meses. En ese momento, salí durante unos segundos de mi "planeta parto" y  pensé en cuánta energía vital había allí concentrada. Yo pariendo, Karen embarazada, Sofía con su sonrisa y su positividad y Salva, mi dulce amor, con su mirada tranquilizadora y sus manos fuertes acariciándome y Adrián , mi  niño grande, durmiendo placidamente.
Nada más ver a la matrona, las contracciones comenzaron a intensificarse y a acortar los intervalos. Karen, sin que yo apenas me diese cuenta, comprobó el latido de Gael y me dijo que todo marchaba perfectamente ,que faltaba muy poquito para ver a nuestro pequeño. Me prepararon un té de hojas de frambuesa pero no pude tomarmelo.  Teníamos la piscina allí por si me apetecía dar a luz en el agua y la matrona, siempre tan atenta a mis deseos, preguntó si quería llenarla. Pero dado lo rápido que marchaba todo , decidimos que lo mejor sería llenar la bañera de casa.
Karen y sofía se fueron a tomar un té en la cocina, dejándonos a papá y  a mi en la initmidad. Me sumerjí en el agua calentita, dispuesta a relajarme y a aliviar un poquito el dolor que ya comenzaba a ser fuerte. Pero nada más entrar una contracción que casi me hizo perder el conocimiento y que me cortó la respiración, me hizo salir del baño. Karen apareció inmediatamente, me arroparon y volvimos al salón. Volví a acomodarme sobre la pelota que era el lugar en el que menos me dolían las contracciones, pero ya no había manera de aliviar el dolor.
Empecé a sentir unas fuertes ganas de empujar y mucho calor. Me quité el albornoz que me cubria y me puse a cuatro patas, de rodillas, en cuclillas. Ya no sabía que postura adoptar, me dolia horrores y gritaba en cada contracción no sé si de dolor o de esfuerzo. me descubrí a mi misma emitiendo sonidos guturales sin vergüenza alguna, dando rienda suelta a la mujer mamífera que todas llevamos dentro y que tan escondida queda en la mayoría de los casos.
Me dolia mucho, sí, pero la sensación de empoderamiento y orgullo por  estar ayudando a mi hijo en su llegada a este mundo, lo superaba todo. Estaba embriagada , endorfinada y feliz porque sabía que le estaba dando a Gael el recibimiento que merecía.
Comencé a sentir una sensación de quemazón y le dije a ´papá que no podía más.Él me apretó la mano y me miró con infinita ternura, diciéndome que era una campeona. Sofia me sonrió dicendome : Si puedes. Noté cómo gael se desplazaba por el canal del parto y como su cabecita coronaba. Karen me dijo que tocase mi vulva y allí estaba ya asomando la cabecita de Gael. Ya no quedaba nada, un último empujón y le tendría entre mis brazos. En la siguiente contracción empujé con todas mis fuerzas, gritando como una salvaje y de repente noté como algo resbalaba entre mis piernas. Gael ya estaba aquí, con su bolsa intacta, como si viniera envuelto en papel de regalo.  Inmediatemente Karen pasó a Gael entre mis piernas y me lo díó cubriendolo con una toalla.
No creo que haya en esta vida, ningún momento tan maravilloso como es el primer encuentro con un hijo. La sensación de amor y de felicidad es indescriptible.
El mágico nacimiento de Gael
Me entró mucho frío ,a si es que papá subió de nuevo la calefacción  me arropó con varias mantas en el sofá. Me tumbé con Gael sobre mi pecho, dejándole que buscase espontaneamente el pezón, pero al principio no pareció tener demasiado interés. Nos quedamos sintiendonos, oliéndonos y reconociendonos el uno al otro. En un ambiente de paz, amor y rodeados de las personas que habiamos elegido para ello. Ahora sí, me tomé ese  té de hojas de frambuesa , calentito, que me supo a gloria.
El mágico nacimiento de GaelPermanecimos unidos por el cordón más de una hora, hasta que dejó de latir. Papá lo cortó. Me hubiese gustado tener cerca a Adrián pero me dió penita despertarle.
La placenta tardó casi tres horas en salir. Dicen que en los partos afloran tus temores más profundos y, si bien yo creía tener miedos, el tema de la placenta era lo único que me daba algo de respeto, pues una fase en la que se pueden dar complicaciones con más frecuencia ( no tiene porqué pero ahí quedó mi miedo oculto ). Creo que esa sombra fue la que hizo que resultase tan dificil su alumbramiento. Las contracciones fueron bastante dolorosas y tuve que empujar con la misma fuerza que durante el expulsivo. Sin embargo, cuando miraba  a Karen  y veía esa tranuqilidad en su rostro, todos mis miedos se esfumaban. Por fin, en una de las contracciones, la placenta salió.
Karen se quedó con nosotros hasta que hubo comprobado que todo estaba bien. Gael no se separó de mi ni un momento y a eso de las 6 am nos fuimos  a la cama. Que sensación más rica, acostarme con mi bebé. Dormimos como angelitos papá, Gael y yo.
Al poco se despertó Adrián y vino corriendo a la habitación. Cuando vió A Gael se quedó un poco cortado y dijo que se iba a la otra habitación para no molestar. Mi niño.. ¿ molestar él ? Si lo que más deseaba era tenerle cerca y compartir esos momentos con él. Nos quedamos los cuatro un buen rato disfrutandonos.
El mágico nacimiento de Gael
Sofía, se había quedado a dormir y andaba ya trasteando en la cocina , recogiendo y arreglando la casa. Teníamos mucha hambre y a mi me apetecía mucho un chocolatito con churros, asi es que salva fue a compralos. ¡¡ Qué ricos me supieron !!
Karen me había recomendado 24 horas de reposo absoluto, asi es que ese día me quedé en la cama con Gael, disfrutando de su calorcito y viendo la lluvía caer en nuestro jardín.
Y así fue la llegada al mundo de Gael. Una experiencia sanadora que me ayudó a sacarme la espinita que me había quedado por no haberle dado a Adrián el recibimiento que merecía. Mi niño mayor abrió las puertas para que su hermano tuviese un nacimiento amoroso y respetado, tal y como debería de ser la llegada de cada bebé. Un momento mágico y sagrado.
El mágico nacimiento de Gael

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