Revista Arte

El más extraordinario Arte acabó sumido en la contradicción de un mundo sin oídos...

Por Artepoesia
El más extraordinario Arte acabó sumido en la contradicción de un mundo sin oídos...
El más extraordinario Arte acabó sumido en la contradicción de un mundo sin oídos...
Qué magnífico Arte se elaboró en el último cuarto del siglo XIX, cuando el Arte se resistía, desde todos los frentes posibles, al acoso inmisericorde de la incompresión más naturalista. Aún no habría sucumbido del todo y el gran pintor francés Alexandre Cabanel (1823-1889) conseguiría mantener su pulso alcanzando, en algunas de sus obras, el preciado contraste del artificio pictórico más extraordinario. Veamos sino este lienzo compuesto en el año 1874, donde el bello perfil delineado de la hermosa, clásica, seductora y arrebatadora ninfa Eco se sobreimpresionará en un fondo artificioso, nada elaborado, de trazo grueso y muy poco natural. ¿Qué más pudo hacer el academicista, criticado, denostado y superado Cabanel que demostrar así, genialmente, la creación artística más humana?, esa misma que procuraba representar ahora lo esencial o lo más importante frente al sesgo más desnaturalizado de un encuadre o fondo que presagiaba ya el recurso más modernista, más abstracto o menos natural. Pero, sin embargo, nunca cedería el genial pintor francés a las argumentaciones naturalistas, esas motivaciones artísticas que pretendían mostrar el mundo sin la recreación estética mínima, sino tan solo con la cruda, exagerada, transparente y desmadejada forma de ser visto como es aparentemente, tan vulgar, sencillo, natural y despiadado como -¿realmente?- es.  
En la leyenda griega la ninfa Eco, como todas las ninfas, era de una extraordinaria y joven belleza natural. Tan completa en su forma de ser y en su belleza era Eco, que la diosa Hera, esposa del poderoso dios Zeus, se adelantaría a cualquier posible infidelidad del dios con ella, y la condenaría así a no poder hablar nunca más. Sólo podría pronunciar las últimas sílabas de lo que ella oyese. Sin hablar, nunca podría seducir..., a pesar de la belleza tan maravillosa que ella tuviera. El mito es sabio en su propio sentido..., y en todo lo que pudiera luego ser representado con él. ¿Qué mejor tema a pintar por Cabanel que el mito de Eco para demostrar lo que comprendería el pintor como un atentado infame contra el Arte que él mismo defendiera? Porque, ¿es necesario que el objeto de belleza hable para ser amado? No. Sin embargo, así fue..., y dejaría con el tiempo de ser amado. ¿Por qué? Pues porque también es preciso para ello ser oído..., aunque sea en un eco desmadejado. Y en su extraordinaria obra, Cabanel sitúa a la bella Eco frente a retazos de pintura desnaturalizada, sin acordes estéticos mínimos, como un eco que es incapaz de reproducir, articuladamente, la mínima comprensión de un sentido transmisible. Pero, con ella no. La bella ninfa seguirá representando la esencia imprescindible del Arte, aquella por la cual lo creado sea un motivo de excelsa y sublime belleza artística; sin connotaciones sociales, ni sentimentales, ni políticas, ni temporales, ni vulgares...
Pero, no prosperaría. Y el Arte fue la primera víctima de una sociedad contradictoria. ¿Qué culpa tuvo el Arte de vivir en un mundo desvencijado por sus propias contradicciones? Porque pronto el decadentismo y el modernismo hicieron lo imposible para acomodar creatividad con desarrollo, sensibilidad con injusticia, artificio con naturalidad... ¿Se evolucionaría así? Es decir, se llegaría a conseguir transmitir con el Arte las cosas de tal modo -hacia adelante- que llegara a satisfacer varias cosas a la vez: placer estético, sosiego interior, comprensión iconográfica, conocimiento, crítica, formación humana. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo en esto? Entonces, ¿qué fallaría? La sociedad tan injusta y atropellada, esa misma que el naturalismo quiso denunciar a riesgo de acabar con el Arte. Pero Cabanel hizo lo mismo sin embargo, sólo que no dejaría de ser fiel a sus principios estéticos. Con su obra Eco denunció, a su manera, el terrible conflicto de una sociedad que no tendría oídos ni para conseguir alcanzar entender la mínima sílaba repetida de un sentido sublime. El eco no es nada, aunque, para ser algo, tiene que salir necesariamente de una boca -o fenómeno- que emita un sonido creado... Por muchos esfuerzos que se hagan, el mismo sonido acabará siendo dominado, con el tiempo, por el mismo objeto de su propio sentido: terminar la intensidad de su vibración rápidamente. Así, como el Arte más extraordinario; así, como el mejor pintado una vez ya, en un momento social muy decisivo, para seguir o no siendo el mejor artificio representado para alcanzar, del mismo modo, a ser el más efectivo medio de compendiar la vida del hombre en un pequeño y muy bello universo personal.
(Detalle del cuadro de Alexandre Cabanel, Eco, 1874; Óleo Eco, del pintor academicista francés Alexandre Cabanel, 1874, Museo Metropolitan, Nueva York.)

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