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El más tonto de por aquí

Publicado el 23 julio 2014 por Arquitectamos
(Iba a titular "el más tonto del mundo", pero tampoco es cosa de presumir).
El mes pasado os conté en una entrada mi ineptitud congénita para realizar cualquier trámite administrativo. Tal vez recordéis cómo os contaba mi periplo por una ciudad accidentada, bajo un sol abrasador, yendo de un edificio universitario a otro para que admitieran mi solicitud a ser profesor asociado. También os contaba que durante la carrera jamás conseguí (en ningún curso) matricularme comilfó, y siempre me equivocaba en algo. Pues bien: Hoy he vuelto a pensar en ese puesto de profesor asociado y me he hecho tilín a mí mismo imaginándome las cosas que les podría contar a mis alumnos. Vamos, que me he visto ya. Y he caído en la cuenta de que no tenía ni idea de cuándo se publicarían los resultados. Así que he entrado en la web de la universidad, sección "personal docente e investigador" (PDI) y ahí he visto la convocatoria. He ido a clicarla por si en ella se decía en qué fecha se resolvía, pero no ha hecho falta, porque justo debajo de ella venía una pequeña nota: "Listado provisional de admitidos y excluidos". He clicado y ha salido un larguísimo pdf. He buscado "mi" plaza, y en la larga lista de admitidos provisionalmente (¡uf! ¡cuántos! Pensaba que la competencia sería menor) no estaba yo. He mirado entonces en la lista de excluidos y...
(Sí, amigos, he quedado excluido del concurso. Han sonado las doce antes de que el príncipe me sacara a bailar. O, mejor dicho, ni me han dejado entrar al baile. Venía borracho y mal vestido -como de costumbre- y ni he podido cruzar la puerta).
El más tonto de por aquí (Clica para verlo grande y poder leerlo)
Resulta que no he abonado la cantidad de 9 ? (supongo que serán 9 €) de formación de expediente. Ah, ¿pero es que había que pagar nueve euros para la formación del expediente?
El más tonto de por aquí
¿Dónde ponía eso? Veo que del resto de excluidos ninguno lo está por ese motivo(*). O sea, que todo el mundo lo sabía. Debía de venir en la convocatoria en letras bien grandes, y seguro que en la instancia que rellené lo ponía también. Y bien clarito. ¿Cómo es que no lo vi? ¿Cómo es que soy tan atolondrado? (Por supuesto que daban cinco días hábiles para alegar, aportar, corregir, etc, antes de que la lista se hiciera definitiva. Pero por supuesto que esta idea de mirar se me ha ocurrido demasiado tarde. El plazo de esos cinco días terminó hace tres).
Se me ocurren tres cosas. 1.- La primera es cómo puedo ser tan tonto, tan inútil y tan incompetente. ¿Cómo pretendía enseñar nada a los jóvenes estudiantes, ayudarles a nada, si yo mismo soy incapaz de desenvolverme en la vida? ¿Qué me imaginaba yo que estaba en condiciones de enseñarles? ¿Seré giliflautas? ¿Seré imbécil? Necesito a alguien responsable a mi lado para salir de casa, para darle la manita y que me cruce la calle. Menudo día imbécil me pasé recopilando justificantes, y menuda mañanita rica en la ciudad de las cuestas y del calor. Si es que soy imbécil. Seguro que los admitidos no tuvieron que subir ni una sola cuesta. Seguro que aparcaron al ladito del Registro General, abonaron los 9 ?, entregaron la documentación y ya está. A esos era a los que me refería entonces cuando decía que el profesorado está muy bien preparado. La selección natural se encarga de que los impresentables como yo quedemos excluidos. El mundo funciona, al fin y al cabo.
2.- Vale. Pero por otra parte se me ocurre también que en qué cabeza cabe que haya que pagar para presentarse a un trabajo. No lo puedo concebir. No sé con qué derecho puede decir la universidad que los interesados paguen los gastos de formación del expediente. ¿Qué expediente? ¿Y en todo caso, vale nueve euros ese ímprobo esfuerzo de formar un expediente? (Digo yo que a quien admitan ya le tendrán que abrir un expediente, pero a quien no admitan les basta con una carpetilla provisional, para tirar su contenido en seguida). En fin. Con todos los respetos, me parece cuando menos una inelegancia, y cuando más una desfachatez. (Cuando yo tenía un próspero estudio nunca les hice pagar a los aspirantes a un puesto la cantidad de nueve euros para estudiar su currículum y guardarlo en un archivador).
3.- Y, por último, aquel agradabilísimo funcionario del que hablé en su momento, y que me revisó la instancia y me la selló, y comprobó y compulsó las fotocopias de mis títulos, ¿no podía haberme advertido que me faltaba por pagar la tasa de formación de expediente?
Sí, ya sé. Ya sé que es una excusa y una salida muy fácil echar la culpa a los demás de lo que en realidad es un fallo mío. Un fallo gravísimo que me deja sumido en la vergüenza y en el oprobio. Porque me siento muy muy incompetente. Y muy torpe. Y muy desnortado, inmaduro, estúpido...
Se lo he contado a mi mujer, y me ha dicho que hay que ver cómo soy, que siempre estoy metiendo la pata y que no se lo diga a nadie, porque tenemos amigos y familiares que nos quieren y que aún tienen unas ciertas expectativas puestas en mi persona. Vale, no se lo contaré a nadie. (Disimulad vosotros. No le vengáis diciendo que lo voy proclamando en mi blog).
(*).- Remiro las listas infaustas y veo a otro que tampoco pagó los 9 ?. ¡Qué alegría me he llevado! ¡Un compañero, un alma gemela! Dicen que el mal de muchos es consuelo de tontos. Pues vale. Pues ya os estoy diciendo que soy tonto.
(Esta vez ni cliques el botón g+1 ni nada. Muchas gracias)

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