Pues sí, el mejor amigo del beneficio en salud es el riesgo asociado a la intervención que estemos analizando, y da igual si hablamos de medicamentos o procedimientos, pero a la hora de ofrecer información al ciudadano ambas facetas, la cara y la cruz, deben ir de la mano.
Un buen ejemplo lo tenemos en una carta publicada hace dos semanas en JAMA Internal Medicine sobre los procedimientos de implante percutáneo de prótesis valvular aórtica (TAVR). Este procedimiento, alternativo al quirúrgico, se realiza para pacientes con estenosis severa en las unidades de hemodinámica, y se trata de una técnica menos invasiva y que permite una recuperación más rápida del paciente. Tenéis toda la información en este enlace del NICE, en la web de la Fundación Jimenez Diaz, en este enlace de la American Heart Association y en la web de la Fundación Española del Corazón. Además, el fabricante de una de las prótesis que existen, incluye también los beneficios y riesgos en su web.
La carta que comentamos analizó las webs de 262 hospitales estadounidenses que ofrecían esta técnica, y curiosamente el 99'2% describían al menos un beneficio de esta técnica y sólo el 26'3% incluían al menos un riesgo. Los beneficios más descritos fueron: su carácter no invasivo, la recuperación más rápida del paciente y la mejora de la calidad de vida. Entre los riesgos (en los hospitales que los incluyeron), infartos y complicaciones cardiovasculares.Las más evidencia existente indica que hay riesgos evidentes que el paciente debe conocer (mayor tasa de infarto, por ejemplo), y quizás las webs que "ofrecen" este tipo de técnicas tienen la obligación de poner sobre la mesa tanto los beneficios como los riesgos. Seguro que después los consentimientos informados incluyen toda la información, pero el marketing debe ser muy cuidadoso en estos casos. Como ejemplos, la web del Mount Sinai, que no cita ningún riesgo o la del New York Presbyterian que sigue una línea similar.Tanto hablar del paciente informado y de la toma de decisiones compartidas, y el primer contacto no es precisamente muy sincero. ¿Servirá la carta de JAMA para que los hospitales estadounidenses se den por aludidos?