Revista Ciencia

El mejor regalo

Publicado el 13 enero 2015 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

A todos nos gusta que nos regalen algo. De pequeños deseábamos que alguien se presente de repente con una caja envuelta con papel de mil colores para nosotros. Entonces reaccionaremos destrozando la envoltura para descubrir lo que se escondía en el interior. En el mejor de los casos se trata de un juguete que estábamos deseando tanto que hasta aparecía en nuestros sueños, pero otras tantas veces se trataba de un par de calcetines.

Calcetines
Cuando crecemos la cantidad de regalos tal vez escasee y la emoción no llega a ser la misma, aunque la cara de sorpresa puede que sea igual o superior a la que teníamos de niños. Esos regalos a veces no vienen envueltos con papel de regalo o un lacito rojo. Llega un momento en el que los mejores regalos son experiencias, viajes o cumplir alguno de nuestros sueños pendientes, más que un par de calcetines, que incluso nos puede venir bien.

Al alcanzar una carrera profesional, el cumplimiento de nuestras labores es el día a día. Jornada tras jornada vamos cumpliendo el expediente necesario para que a final de mes nos llegue nuestro merecido sueldo y poder seguir viviendo con tranquilidad. En mi caso el día a día es seguir estudiando la geología. Por una parte creando cartografía que ayude a la investigación en el campo, pero por otra, la que realmente me apasiona, investigar el por qué de las cosas y el cómo.

Creo que cualquier investigador, es indiferente el campo en el que se encuentre

un palo
trabajando, su mayor sueño es el descubrir algo nuevo. Ese pequeño paso supone dar un grano más a la montaña del conocimiento de la humanidad y, sobre todo, hacer que su nombre quede impregnado con tinta en un papel donde descanse el sudor y esfuerzo de largos meses o años.

Desde aquí, sinceramente, no puedo aventurar nada, pero la cercanía a algo que era desconocido me parece en cada momento más cercano. Una emoción me recorre por dentro, casi como un grito con la necesidad de salir por mi boca para decir EUREKA.

Sé que aún queda mucho por hacer, muchas palabras por escribir, torres de investigaciones que relee y datos que analizar.

Es en este instante en el que uno se da cuenta de que ese pequeño grano de arena que quiere unir al grupo, no viene solo de una mente maravillosa (abuela suelta el teclado). En ese momento puede sentirse como muchos ojos te observan con atención, junto a sonrisas delicadas de felicidad. Se puede ver la cara de tu profesora en el colegio, los infantiles rostros de tus amigos, el resonar de la voz de ese profesor de ciencias que en lugar de decir esqueleto decía escleto. Ves a tus antiguos compañeros de piso, a tus pasados compañeros de trabajo. Te das cuenta de que cada uno de ellos ha influido lo suficiente en tu vida como para desviarte hacia el camino correcto con un solo toque mágico.

Se puede sentir la mano de cada uno de los miembros de tu familia en la espalda, dándote el último empujón para que avances hacía ese conocimiento desconocido, al abismo que parece abrirse bajo tus pies antes de empezar a poner en palabras todo aquello que sabes y que los demás aún no.

Casi se puede notar como los pelos de los brazos se erizan y las lágrimas comienzan a mojar tus ojos.

Ojala en unos meses pueda deciros que mi regalo-sueño es realidad y poder quitar el velo sobre este misterio. Si todo va bien incluso puede que tenga un segundo regalo-sueño, pero eso, como muchas cosas en esta vida, aún necesita bastante trabajo antes de que salga a la luz.

Hasta entonces, que los futuros regalos no sean solo unos calcetines.


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