Revista Diario

El mendigo y las puertas.-

Por Internautabipolar

Se narra la historia del mendigo Insh´allah, quien alardeaba antes de convertirse en mendigo, de que todas sus riquezas y sus logros habían sido fruto de su talento y se jactaba de que no debía nada a la providencia ni a su creador, Alá.

Insh´allah se había entregado a los placeres mundanos y así una noche, fue seducido por un demonio disfrazad de mujer quien con sus artes lo sumió en un profundo sueño. Al despertar Insh´allah se encontró en un cuarto circular, rodeado de más de un centenar de puertas, todas exactamente iguales. De haber habido solo una puerta, la hubiese abierto de inmediato para escapar de aquel lugar maléfico pero había tantas que no lograba decidirse entre unas y otras.

En eso estaba cuando oyó una voz que le decía: “Haces bien en dudar. Detrás de alguna de estas puertas podría haber una bestia sedienta de sangre; detrás de otra, un tesoro que te pertenecería; detrás de una tercera, un abismo en el que caerías… Eres libre pues de elegir cualquier puerta, pero recuerda que en cuanto abras una de ellas el resto se cerrará de inmediato para siempre. Elige con cuidado”.

Insh´allah sintió terror ante la perspectiva de esa elección imposible. No había modo de saber qué destino aguardaba detrás de cualquiera de aquellas puertas. Insh´allah permaneció largo tiempo en el centro del cuarto, intentando encontrar alguna señal que le indicase qué camino tomar, pero fue en vano. Varias veces se acercó hacia alguna de las puertas pero, al posar su mano sobre el picaporte, le asaltaban las dudas y los miedos y entonces volvía atrás, estremecido. Así continuó durante unos días, incapaz de decidir, y, cuando se percató de que la cantidad de puertas disminuía según pasaba el tiempo, lejos de sentir alivio, su angustia se agudizó.

Llegó un momento en el que solo quedaban dos puertas y entonces, Insh´allah comprendió apesadumbrado que era igual de difícil elegir entre dos opciones que entre más de cien. Dejó pasar aún más tiempo y finalmente llegó a lo que había añorado, que hubiese una sola puerta. Casi corrió hacia ella, pero entonces se le ocurrió que quizá detrás de aquella puerta le aguardaba una muerte atroz. Tenía que elegir entre irse o quedarse. Eligió quedarse, y la última puerta desapareció. Allí, en el centro de un círculo, ahora todo de piedra ininterrumpida, derrotado, Insh´allah se rindió y pidió perdón a Alá por la soberbia de haberse creído el único artífice de su destino. Lo invadió entonces nuevamente el sueño y despertó fuera de aquella “prisión de la libertad”, convertido ahora en un mendigo.

Insh´allah se dedicó desde aquel momento a contar su historia a quien quisiese escucharla para evitar que otros cometieran su mismo error.


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