Revista Cultura y Ocio

El miedo a la libertad

Publicado el 03 octubre 2016 por María Bertoni

“Son raros los casos de campesinos que, al ser ‘promovidos’ a capataces, no se transformen en opresores, más rudos con sus antiguos compañeros que el propio patrón. Podría decirse -y con razón- que esto se debe al hecho de que la situación concreta, vigente de opresión no fue transformada. Y que, en esta hipótesis, el capataz, a fin de asegurar su puesto, debe encarnar, con más dureza aún, la dureza del patrón”.

El miedo a la libertadEl estreno porteño de El invierno está previsto para el primer jueves de octubre.

Habrá pasado medio siglo entre la primera publicación de Pedagogía del oprimido y el inminente estreno de El invierno. Sin embargo, es estrecha la relación entre el libro de Paulo Freire y la película de Emiliano Torres que llegará el jueves próximo a nuestras salas. De hecho, la crónica de la sustitución del capataz de una estancia esquiladora patagónica parece filmada en sintonía con las reflexiones que el educador brasileño escribió a fines de los años ’60.

Aunque -o porque- reconocen su condición de peones de un tablero centenario (eso sí, en un contexto de recambio de patrón y de actividad comercial), el viejo Evans y el joven Jara no piensan siquiera en rebelarse contra sus superiores. A lo sumo se enfrentan entre ellos por el puesto de mandamás.

Antes de filmar el duelo con influencia de western, Torres ofrece un retrato social que parece inspirado en las siguientes observaciones de Freire.

“Casi siempre los oprimidos, en vez de buscar la liberación en la lucha y a través de ella, tienden a ser opresores también o subopresores. La estructura de su pensamiento se encuentra condicionada por la contradicción vivida en la situación concreta, existencial en que se forman. Su ideal es ser hombres pero, para ellos, ser hombres, en la contradicción en la que siempre estuvieron y cuya superación no tienen clara, equivale a ser opresores.

Al hacer esta afirmación no queremos decir que los oprimidos no se sepan oprimidos. Su conocimiento de sí mismos como oprimidos, sin embargo, se encuentra perjudicado por su inmersión en la realidad opresora. ‘Reconocerse’, en antagonismo al opresor, en aquella forma, no significa aún luchar por la superación de la contradicción.

Para los oprimidos, el ‘hombre nuevo’ son ellos mismos transformándose en opresores de otros. Su visión del hombre nuevo es una visión individualista. Su adherencia al opresor no les posibilita la conciencia de sí como personas ni su conciencia como clase oprimida”.

En sintonía con la idea de esquema cerrado, Torres convierte el paisaje patagónico en cárcel a cielo abierto. El realizador exacerba el clima de encierro en las escenas consagradas al duelo entre Evans y Jara, que transcurre cuando la nieva espesa cubre todo el territorio y aumenta las limitaciones de los protagonistas. La fotografía de Ramiro Civita juega un papel determinante en la recreación de un escenario tan implacable como el destino impuesto a quienes nacieron para servir.

Las actuaciones de Alejandro Sieveking y de Christian Salguero conforman la otra gran fortaleza de una película poco hablada, que apuesta a la elocuencia de los gestos y silencios, y que sin embargo a veces -pocas, por suerte- incurre en subrayados discutibles. Por ejemplo, la secuencia de Evans junto a un barco oxidado y encallado, o los planos de los perros ovejeros encadenados a sus cuchas y a la espera del hueso diario.

Por suerte, Torres incurre en pocos subrayados.Por suerte, Torres incurre en pocos subrayados.

Dicho esto, El invierno presenta más virtudes que aspectos reprochables. En el primer largometraje que dirige, Torres hace gala de una destreza narrativa que algunos relacionarán con la experiencia forjada en tanto asistente de dirección de Daniel Burman en Esperando al Mesías, de Enrique Piñeyro en Whisky Romeo Zulu, de Albertina Carri en Géminis, de Marcos Carnevale en Corazón de León.

Por si esos antecedentes resultaran insuficientes para llamar la atención sobre esta opera prima, vale señalar las cuatro distinciones recién cosechadas en Europa: el premio especial del jurado y la Concha de Plata a la mejor fotografía en el 64° Festival Internacional de Cine de San Sebastián, y el premio al mejor actor (para Sieveking) y el premio del Sindicato Francés de la Crítica Cinematográfica en el 25º Festival de Cine de Biarritz.


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