Revista Cultura y Ocio

El miedo en la ciencia ficción | Iván Rodrigo Mendizábal

Publicado el 29 noviembre 2016 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo Mendizábal

El miedo en la ciencia ficción | Iván Rodrigo Mendizábal

“La Machine”. Yokohama Japan. Autor: Toshihiro Oimatsu (https://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_Princesse_Spider.jpg)

Quedaba pendiente un comentario acerca de lo que es el horror en la ciencia ficción. Habría que partir, sin embargo, diciendo algo del terror y del horror, términos que se usan como sinónimos.

Una sutil línea parece dividir a ambos términos, aunque ellos, en efecto, se refieren a un estado que se vive ante alguna situación. El terror, de este modo, puede ser por algo que se genera ante la presencia de una determinada realidad: por ejemplo, muchos sienten terror ante las arañas, más aún cuando estas se presentan más grandes y, por lo mismo, “terroríficas” –se podría decir que ciertos insectos, por su aspecto “poco humano” ya por sí mismos pueden causar esa sensación de terror–. En cambio, el horror es una sensación ante algo que no necesariamente es conocido y más bien evanescente.

Pero digamos que el horror también podría nacer de un hecho terrorífico. Ciertos autores de la novela gótica, por ejemplo, han usado el recurso del muerto en un escenario como un cementerio, quien de pronto se levanta, causando una sensación de horror. ¿Pero un muerto se puede levantar por sus propios medios? El racionalista podrá decir que tal visión es una alteración por una crisis vivida, crisis emocional que hará aparecer al ser amado, muerto, como si de pronto, resistente a su estado, quisiera volver a la vida. El poema, “El cuervo” [The Raven, 1845], de Edgar Allan Poe puede ser un interesante caso de eso que el racionalimo puede explicar como una especie de desviación patológica. Pero Poe, sin duda, no estaba escribiendo un poema “racional”, sino un poema que trataba de un estado emocional donde la mujer amada se presentaba ante el joven desesperanzado en una noche tormentosa. El cuervo era la imagen del terror ante la muerte, pero su expresión, su aparecimiento, su graznido, como una voz del más allá, era la representación del horror ante eso que podría también llevarle repentinamente.

De este modo, H.P. Lovecraft le dedicó un interesante estudio a la narrativa de terror en su momento: El horror en la literatura [Supernatural horror in literature] (Alianza, 1998). Él parte de una noción más englobante: el “miedo” a la que caracteriza como la emoción más antigua y connatural al ser humano; una derivación es lo que llama el “miedo a lo desconocido”, hecho que nos conecta con lo sobrenatural.

Esto permite complicar un poco más nuestro razonamiento. Volvamos, así, a nuestras ideas: si una araña, por su aspecto, causa terror, esa misma araña “gigantizada” –como sucede con el argumento de un viejo film de los años 50–, puede causar una emoción que puede paralizar. Quisiera decir que en realidad no me gustaría encontrarme con un ser de tamañas proporciones, pero los soldados que se topan con esos insectos gigantes de Tropas del espacio [Starship Troopers, 1959] de Robert Heinlein, lo hacen no sin antes vencer el miedo, asemejándose a esos seres bestiales, porque en realidad han penetrado a un mundo más poderoso por su aspecto terrorífico, la guerra. De ser así, el terror es un aspecto sensible, una respuesta, a una realidad que es conocida, que es familiar, de la que nos escindimos porque su familiaridad nos parece terriblemente opresiva.

Si la araña no fuera la misma conocida y, además, no se expresase con las mismas características del mundo terrenal, el horror se haría manifiesto, más si ese ser también proviniese del espacio exterior. Acá Lovecraft se hizo un campo distinto a sus predecesores y habló del horror cósmico, a eso que es sobrenatural, del que quisiéramos tener una explicación racional, pero nuestra razón es superada por esa naturaleza exterior. Pues bien, Lovecraft no se refiere al mundo de las arañas, pero sí de un ser mítico ficticio, horroroso, deidad antigua, que pareció vivir o poblar el universo –y lo seguiría haciendo en un mundo paralelo al actual–, Chtulhu.

La ciencia ficción, para Isaac Asimov tiene sus propios mitos que causan esa emoción de miedo. Esto lo discute en un artículo, “El mito de la máquina”, que está reunido en su Sobre la ciencia ficción [Asimov on science fiction] (Sudamericana, 1982). El problema lo traslada no a seres naturales ni fantásticos, sino a las máquinas. ¿Qué pasaría si la máquina empezase a dominar al ser humano? Pues hasta hoy las máquinas siguen siendo dispositivos inanimados y más bien dotados de una programación que les hace aparecer como si fueran “inteligentes” –de hecho, esta palabra se ha convertido en un eufemismo que parece indicar que el conocimiento “perfecto” lo tienen tales dispositivos, contra la inteligencia frágil de los seres humanos–. Asimov reflexiona sobre las consecuencias de un error o una mala factura de la máquina, lo que puede causar daño.

Nótese que es el daño que puede causar un dispositivo, una máquina. En el mundo del terror el mal parece causarlo un ser distinto al ser humano, pero lo que para nosotros es terror puede ser en realidad el producto de la acción defensiva de una araña. La diferencia está en que, en el último caso, la reacción es “sensible”, es connatural al ser que se defiende, daño que deriva en algo cuya memoria seguirá siendo el “terror”. El “mal” de la máquina vendría de una mala programación, de algo exterior a ella. Y si sucede, como en 2001, odisea del espacio [2001, Space Odyssey, 1968] de Stanley Kubrick, que la máquina se humaniza y ella misma se encarga fríamente a tomar decisiones y dañar a la tripulación, en efecto, nuevamente estamos ante un estado de terror.

Pero quizá habría que indicar que sea terror u horror y, más aún en la ciencia ficción dura, el terror es más bien a la máquina, a la nave, a lo inanimado, el aspecto que estos sentimientos o estas emociones tratan de esconder es a algo mayor, lo que ya mencioné: la muerte. Porque la muerte es lo que está detrás, como un aliento que puebla todo lo que rodea a la vida de todos los seres. Sin embargo, nosotros que racionalizamos la vida, la muerte sigue siendo un misterio. La ciencia ficción, al trasponer su rostro de la máquina, lo que hace es ponernos en el plano de la materialización de un sentimiento que en la antigüedad tenía que ver con los mitos.

Por eso Mary Shelley en Frankenstein; or, the Modern Prometheus [Frankenstein o el moderno Prometeo] [1818] está en el punto medio de la ciencia ficción, en esa línea imperceptible de la racionalidad científica que causa terror y la consecuencia de la manipulación de la vida/muerte que implica desde ya enfrentarse al misterio inconmensurable que para muchos se llama horror. En un caso, se crea un ser maquínico y, en el otro, su solo aspecto y vida va más allá de todo misterio, porque pone en primer plano ese mundo de la muerte como si fuera el de la vida.

Curiosamente Asimov, en “Vocabulario de la ciencia ficción”, contenido en el referido libro de sus ensayos sobre el género, a ese ser maquínico le denomina “monstruo”. Ese solo término, según Asimov, antes de Shelley quizá tuvo el significado de augurio que presentifica algo, pero luego de su novela, más bien adquirió el sentido de algo que más bien es anormal y, digamos, dañino.

Tales presunciones si las interpretamos mejor, nuevamente nos ponen en el plano que Frankenstein, el primer monstruo de la ciencia ficción, anunció el advenimiento de una época donde las máquinas podrían imponerse a la humanidad, haciéndole a este servil –si no, preguntémonos por el capitalismo y la fundación de un dominio donde el ser humano se convierte en una “cosa” para generar riqueza–, pero al mismo tiempo, fundó un momento histórico donde el ser humano conscientemente hecho máquina, hace el mal a sus semejantes. De esta manera, el horror sobrenatural hoy parece emerger de la misma naturaleza humana, de los intersticios de su alma quebrantada, ocultada por la racionalidad.

Guardar


Archivado en: Cine, Ensayo, Entradas del autor, Estudios literarios, Novela, Pensamiento Tagged: Chtulhu, Edgar Allan Poe, Frankenstein, Gótico, H.P. Lovecraft, Horror cósmico, Horror sobrenatural, Isaac Asimov, Mary Shelley, Máquinas, Monstruos, Robert A. Heinlein, Stanley Kubrick, Terror y ciencia ficción
El miedo en la ciencia ficción | Iván Rodrigo Mendizábal
El miedo en la ciencia ficción | Iván Rodrigo Mendizábal
El miedo en la ciencia ficción | Iván Rodrigo Mendizábal

Volver a la Portada de Logo Paperblog