Revista Opinión

El milagro del río Han, un referente para el desarrollo

Publicado el 14 febrero 2017 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Corea del Sur es una nación que experimentó en apenas unas décadas uno de los mayores progresos económicos que se han visto en la historia de la humanidad. Un país que, al terminar la guerra, era principalmente rural y su primer sector de actividad era el agrario apostó por la educación hacia una proliferación industrial y actualmente da cobijo a varias de las más punteras firmas tecnológicas del planeta. Sus directrices y su modelo de desarrollo tratan de ser emulados por docenas de países en vías de desarrollo.

Al finalizar la guerra de Corea en 1953, se firmó un armisticio en el que se dividió el territorio de la península en dos repúblicas independientes. En ese mismo año, la economía de la región sur de Corea se encontraba lejos de los niveles de desarrollo e industrialización de muchas naciones de Latinoamérica y el Caribe, pues la guerra había azotado fuertemente la infraestructura del país y la sociedad no solo estaba dividida políticamente, sino que también se encontraba completamente desorganizada administrativamente.

Sin embargo, unas pocas décadas más tarde, la naciente república asiática había sabido tornar esta situación desfavorable y se comenzaba a erigir en un imperio tecnológico e industrial de dimensiones majestuosas, que comenzaba a rivalizar y pretendía desbancar a las grandes firmas tecnológicas del continente. La realidad macroeconómica había cambiado poderosamente y el nivel de pobreza de la posguerra experimentó un drástico cambio como pocas veces se había visto en la historia de la humanidad, y de igual forma variaron el nivel de analfabetismo, la renta per cápita y el porcentaje de trabajadores dentro del sector primario.

El milagro del río Han, un referente para el desarrollo
Ganado en las calles de Seúl (1965). Fuente: Business Insider

En la actualidad, es evidente al fijarse en los indicativos económicos del país que esa transformación vio la luz. La República de Corea o Corea del Sur —frente a la República Popular Democrática de Corea o Corea del Norte— ocupa el decimotercer puesto en producto interior bruto (PIB) con una población similar a la de España, es una de las veinte economías industrializadas referentes a nivel mundial —G20— y es el principal productor del mundo en las industrias naviera, de telefonía inteligente y de tabletas, así como de pantallas de plasma y focos led. También es el tercer mayor fabricante de informática y el quinto en la industria automovilística. En términos netos, es la sexta economía exportadora de bienes y servicios en el planeta y acecha de cerca el quinto lugar, ocupado por Francia.

En Seúl se ubica Gangnam, uno de los barrios más exclusivos y de extraordinario lujo del continente asiático, donde está uno de los enclaves financieros más importantes del hemisferio norte. El excéntrico y ornamentado barrio hace décadas estaba poblado por familias granjeras; no era más que un campo de cultivo y donde pastaba el ganado a sus anchas. Hoy en día el distrito da cobijo a las oficinas centrales de grandes corporaciones tecnológicas surcoreanas, como Samsung, LG, Hyundai o Kia, entre otras.

¿Cómo se obró el milagro?

Durante el conflicto de Corea, se manifestó una doble vertiente ideológica y socioeconómica dentro de los nacionales coreanos: los norteños contaban con la fuerte alianza de la URSS y China, mientras que los del Sur tenían como principal apoyo a Estados Unidos y algunas naciones de Europa. Estas diferencias se manifestaron de una forma más nítida en la planificación económica: Corea del Sur optó por un modelo neoliberal y de leve intervención, semejante al modelo capitalista utilizado por su aliado militar americano, que posteriormente pasó a ser también su socio comercial.

Si bien la primera década de la posguerra y hasta entrados los años 70 la república vecina del norte lideraba militar y económicamente la península, la región del sur sufrió un leve y casi nulo progreso, pues gran parte de su población continuaba desarrollando su actividad productiva en el sector primario y muchas familias subsistían explotando comercios ganaderos y no se divisaba, por el momento, un amago o intento de iniciativa manufacturera en la política surcoreana.

Sin embargo, esto cambió durante la década de los setenta. El nuevo gabinete de economistas del presidente Park Chung-hee tomó las riendas del Gobierno en materia de fomento con unos objetivos industrializadores y potenciadores del desarrollo humano. La figura de este político surcoreano no deja de ser contradictoria: ciertas medidas dictadas por Park Chung-hee fueron un remedio salvador para la nación surcoreana, mientras que dentro de su etapa de gobierno autoritario —de 1962 hasta su asesinato en 1979—  se tomaron medidas que conllevaron severas restricciones de libertades y derechos fundamentales, principalmente en materia sindical y laboral.

Lo cierto es que durante sus diecisiete años de gobierno se incentivó la creación de conglomerados industriales —a los que se bautizó como chaeboles— donde las empresas tecnológicas del país compartían un espacio común y cooperaban para lograr economías de escala en la producción, muchas veces también acompañadas de una fuerte financiación estadounidense. Estas empresas se ubicaban dentro de recintos especializados —muchos a las orillas del río Han— que fomentaban el intercambio de información, métodos de producción y trabajadores, además de facilitar la coordinación para emprender investigaciones conjuntas en innovación y compartir lugares de distribución y almacenaje.

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Una inmensa flota de automóviles es producida en las fábricas de las orillas del río Han. Fuente: Autopista

A grandes rasgos y salvando las diferencias, se podría afirmar a modo de analogía que se trata de pequeños Silicon Valley dentro del país asiático. Muchas de las firmas que operan en estos conglomerados poseen una gama bastante diversificada de productos, con grupos empresariales —por lo general, familiares— que aglutinan en sus factorías un catálogo de productos ciertamente heterogéneo, desde lavadoras a automóviles o impresoras, lo que adicionalmente diversifica su riesgo a la hora de invertir y, por ende, permite una expansión más versátil y flexible.

El factor político

El milagro económico en el este asiático se ha relacionado con el modelo de neoliberalismo económico introducido por naciones como Taiwán, Malasia, Tailandia y Corea —otras, como Singapur o Hong Kong, también formarían parte del grupo; sin embargo, se trata de naciones mucho más pequeñas donde resulta más sencillo implantar reformas—, donde se diseñaron medidas económicas que buscaban tener un control intensivo sobre la subida de precios —inflación—, ser prudentes con el techo de gasto público y evitar el sobrendeudamiento. Acompañado por sistemas de tributación algo más permisivos y con una menor intervención estatal en los mercados, se consiguió hacer proliferar el éxito empresarial en la región.

Pese a la notable restricción en materia de libertades individuales que tomó el Gobierno de Chung-hee, supo acompañarlo de una persecución encarnizada hacia las altas clases corruptas del país, a las que obligó a invertir los fondos defraudados o desviados de su fin original en las nacientes industrias científicas y tecnológicas que empezaban a poblar en el país. Este método es criticado y admirado por igual, pues no deja de crear controversia el hecho de que ha habido otras naciones dentro de la región del este asiático, como Japón, que consiguieron la prosperidad económica y un importante salto en el desarrollo dentro de Gobiernos no autárquicos, sino democráticos.

La alianza con Estados Unidos es otro de los fenómenos que se estudian dentro del caso de Corea del Sur, pues, más allá del apoyo militar que recibió Seúl durante la guerra contra sus vecinos del norte, Estados Unidos llegó para quedarse en la región sur de la península coreana. Las buenas relaciones diplomáticas y comerciales con el presidente Chung-hee regaron sobre las semillas de la emergente industria surcoreana y Estados Unidos se convirtió tanto en el principal inversor y canal de financiación, así como en el primer destino exportador de los productos producidos por los surcoreanos.

Con el paso de las décadas, la relación de la Administración surcoreana con China comenzó a ser más liviana y se acercaron posturas mediante multitud de acuerdos comerciales; fue entonces cuando la República Popular de China sobrepasó como primer socio comercial a los Estados Unidos. Esta estrategia política inyectó más capital a la ya establecida industria y actualmente Corea del Sur exporta alrededor de 142 mil millones de dólares a China y en torno a 70 mil millones a Estados Unidos.

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El presidente J. F. Kennedy es recibido en Seúl por Park Chung-hee. Fuente: JFK Library

El poder de la gente

La apuesta por la educación de los trabajadores y la formación universitaria es sin embargo en donde existe mayor consenso. Al terminar la guerra, la región sur de Corea contaba con una débil tasa de alfabetización, cercana al sesenta por ciento; fue cuando los dirigentes del país decidieron invertir en su mayor recurso: su población —o, en términos económicos, su capital humano—.

A diferencia de otras naciones del mundo, Corea no se encuentra en el grupo de países que cuentan con vastas reservas de recursos naturales, hidráulicos o energéticos —esto es, materias primas—. Por lo tanto, el país optó por llevar a cabo un programa de educación especializado en la rama científico-tecnológica con la creación de más de una centena de universidades, laboratorios y centros de investigación por todo el territorio nacional, lo que permitió comenzar a exportar productos manufacturados en vez de materias primas y con ello amortiguar esa carencia de ingresos de la exportación. De hecho, en la entrada de una de las factorías de acero más importantes del país hay un cartel que reza “Nuestros recursos podrán ser limitados, pero nuestras ideas no tienen límites”.

Este fenómeno contrasta con el modelo económico implantado por otros países en vías de desarrollo —sobre todo en África y Sudamérica—, que dan un peso más importante a la exportación de materias primas y energéticas, lo que estanca su potencial crecimiento con una gestión exportadora y manufacturera alternativa y deja la educación y la formación profesional en un segundo plano.

En el campo de la economía comparada, suele mencionarse un componente adicional para que el milagro del río Han haya podido darse en países como Corea y no en otras regiones como la latinoamericana: la propia mentalidad y los aspectos histórico-culturales asociados a la población asiático-oriental. Los ciudadanos del continente asiático están altamente influenciados por pensadores como Confucio, en cuyas obras se indaga en conceptos como la supremacía de lo colectivo por encima de lo individual, el enaltecimiento del orden y la jerarquía, la devoción por el trabajo y la producción, etc. Estos valores encajaron a la perfección en un sistema cuyo objetivo era la maximización de los beneficios y la consecución del desarrollo.

Amparada en esta teoría comparativa, se llega a la idea de que en otras regiones en desarrollo, donde se experimentan unos niveles de crecimiento económico mucho más lentos, existe una carencia de este vínculo cultural entre la sociedad y la prosperidad económica, pues la mentalidad es ciertamente más conformista y despreocupada.

El modelo como referente

En la esfera multilateral de nuestros días hay diversos organismos económicos que realizan estudios econométricos y macroeconómicos para entender fenómenos como el que se dio en Corea del Sur y las implicaciones que puede tener en el desarrollo de políticas dentro de otras naciones del mundo. Estos organismos son, entre otros, los bancos de desarrollo —en la región de Latinoamérica, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Confederación Andina de Fomento, o el Banco Asiático de Desarrollo en el continente asiático—, la Organización para la Cooperación al Desarrollo Económico (OCDE), el WBG (Grupo Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional).

Como un equipo de mecánicos frente a un problema de motor, estos organismos hacen esfuerzos por encontrar las averías que sufren las economías globales y buscan sus correspondientes remedios. Comparando ciertas variables de un engranaje eficiente, se pueden encontrar hipótesis objetivas que conduzcan a mejores líneas de desarrollo.

Ese es el caso de Corea del Sur, un país que muchos de estos organismos multilaterales utilizan en ocasiones como herramienta de contraste para el estudio bilateral. De igual forma, el país asiático es un gran prestamista para los fondos de inversión de estos bancos de desarrollo, además de haber acogido y celebrado diversas convenciones internacionales para que los economistas y estadistas de todo el mundo se reúnan en un clima de fomento de relaciones profesionales para la cooperación al desarrollo.

La región sur de Corea incrementó los centros de educación superior en los campos científicos y tecnológicos, así como su personal especializado y cualificado. El llamado I+D+i —Investigación + Desarrollo + innovación— nutre una de las más punteras tecnologías a escala trasnacional y consigue crear más de 6.000 patentes por trimestre, una cifra solo por debajo de Japón y Estados Unidos, según los registros de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos. La región de América Latina y el Caribe apenas inscribe unas 1.500 patentes al año, mientras que en España la cifra es más cercana a las 900 y en países como Argentina, en torno a 80.

El punto de inflexión y núcleo de su transformación fue la educación, y en ella se continúa invirtiendo alrededor del 7% del total del PIB surcoreano. El índice de alfabetización ya alcanza el 95%, por lo que ha experimentado una crecida del 40% en apenas 40 años, y ello se manifiesta en la clasificación del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos -PISA por sus siglas en inglés-, organizado por la OCDE, donde la nación surcoreana siempre se localiza en los primeros puestos desde hace varios años.

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Panorámica de Seúl (2016). Fuente: Policy Transfer

La ventana queda abierta

Sin duda alguna, Corea del Sur es un buen espejo donde mirarse para estructurar una reforma educativa e industrial de carácter estatal. En 1969, su PIB no llegaba a mil millones de dólares; hoy se aproxima al billón y medio. De forma análoga, la renta per cápita, que finalizada la guerra apenas alcanzaba los 150 dólares, hoy roza los 30.000 dólares.

Es innegable el importante papel que juega Corea del Sur en el desarrollo económico y tecnológico actual, no solo como donante y prestamista de los principales organismos de fomento, sino también por su figura consultora y experta en esta materia. El modelo surcoreano llama a la reflexión de las naciones en vías de desarrollo; sus dirigentes deberían valorar los puntos favorables de los programas económicos y sociales llevados a cabo desde Seúl para fomentar, entre otras materias, la prosperidad económica y el liderazgo industrial.


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