Revista Educación

El misterio de Glass Onion

Por Siempreenmedio @Siempreblog
El misterio de Glass Onion

La nueva película de Rian Johnson no está gustando a tanta gente como gustó la anterior, Knives out, titulada en España como Puñales por la espalda. Y hasta cierto punto es normal. Knives out supuso un soplo de aire fresco a las películas de misterio tipo Agatha Christie que vuelven a estar de moda desde que Kenneth Branagh estrenara su versión de Asesinato en el Orient Express; y lo hacía con un tono de comedia satírica que atizaba sin piedad a las clases altas, trumpistas y xenófobas de los Estados Unidos a la vez que homenajeaba a las historias denominadas whodonit (quién lo hizo).

A la hora de abordar su continuación, estaba claro que su director, Rian Johnson, debía tomar una decisión trascendental: seguir con el camino marcado por la primera, repitiendo la fórmula, o tomar un camino diferente y hacer algo nuevo. Si algo quedó claro con su cinta para el universo de Star Wars, The last jedi (para el que esto escribe, posiblemente la mejor película de ese universo), es que Johnson no tiene ningún reparo en acabar con lo viejo para abrazar lo nuevo, y en Glass Onion lo demuestra con maestría. Aquí no hay misterio en un una mansión con ricos aristócratas, sino una isla privada con multimillonarios sin clase y amigos estúpidos. El tono satírico se potencia en detrimento de la historia de misterio, convirtiendo toda la película en una broma que se ríe esta vez de los entrepeneurs hechos a sí mismos, de los streamers machistas y racistas, de los políticos a quienes los primeros financian y de cómo la gente (incluidos nosotros, los espectadores) solo ve lo que quiere ver y cree lo que quiere creer dependiendo de donde sople el viento y de cómo y quién nos diga las cosas.

Pocas veces he visto últimamente una película en la que la forma esté tan bien engarzada con el fondo. Johnson contruye un relato que se abre capa a capa, como essa cebolla de cristal que da título al film, para dejarnos ver lo que varias veces anuncian en el mismo: que su centro está hueco; que lo que verdaderamente importa no es el misterio de turno, sino esas capas que se superponen unas a otras, dando forma a lo que quiere contarnos en realidad. Y eso que quiere contarnos sigue siendo más o menos lo mismo que quería contarnos con la primera, que los ricos y poderosos forman parte de un sistema que hay que derribar y desalojar, pero sumando a ello una importante y necesaria llamada a la acción. El final de Glass Onion no puede ser más directo y comprometido, e incluso adelanta, un año antes, esa necesaria revisión de nuestra relación con el arte que en los últimos meses ha saltado a las primeras planas con las intervenciones de activistas climáticos en varios museos.

Glass Onion es una gozada si se ve no como una continuación de Knives Out sino como una obra diferente y complementaria. Se echa de menos a Ana de Armas, pese a que su "sustituta" en esta, Janelle Monáe, es también lo mejor de la misma junto a un Daniel Craig que parece haber nacido para interpretar a Benoit Blanc, y que con solo dos películas cosigue algo inaudito, que ovidemos que Craig, antes de esto, era el mismísimo James Bond. Espero con ansia la siguiente entrega de sus aventuras.


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