El mundo desde una boina

Planeando encima de una cabeza humana, pudiendo simbolizar lo irlandés o lo celta, siendo un complemento sin igual, y hasta incluso escribiendo en un blog,…

Soy una boina que inspira a su dueño. Estoy en la cabeza, pero veo mejor el mundo que una de esas cámaras pegadas a un casco que se usan sobre todo en deportes extremos. Veo el mundo con ojos críticos, aunque el mundo también me critique a mí. Me intento diferenciar del mundo, aunque el mundo no lo perciba. Soy una musa para un humilde aprendiz de Orfeo, aunque no toque la lira, ni busque vellocinos de oro, ni baje al inframundo a por Eurídice (aunque sabe amansar a algunas fieras). Soy la marca personal para mi dueño, aunque haya más de nuestra especie.

Soy una devoradora de los escritos de los autores clásicos (y de los no tan clásicos). Soy una manipuladora de los formatos en Twitter. Soy extrema degustadora de casi todo tipo de música, pero sobre todo, soy una auténtica fan del celtic-punk. Soy una cuentista de la Historia. Soy una nadadora a contracorriente, aunque a veces mi vida corre deprisa. Soy capaz de volar bajo viento y lluvia, pero reencarnarme en otra. Soy una pasmada que mira al retrovisor, y una observadora telescópica mirando a los anacoretas del siglo XXI. Soy Dios, pero necesito utilizar el comodín de la llamada, porque intento que el amor no lo conquiste todo, y que dejen de aumentar los autómatas (aunque Galeano ya lo intentase antes que yo). Soy comedora de pipas con sal y bebedora de licor café. Soy discípula de Peppino Impastato, y doy cien pasos contra la injusticia, sin que se me acerquen los lobos de la rabia. Soy narradora de verdaderas amistades bajo el sol de invierno.

Soy todo eso y mucho más. Pero es incorrecto el “soy”, porque en realidad somos dos. Una negra y otra gris. Somos las boinas de este blog. Somos las boinas de Simón de Eiré.

Simón de Eiré