Revista Cultura y Ocio

El origen de todo

Publicado el 26 marzo 2015 por Luisasantamaria

Hace tiempo que quiero intentar explicar la fuerza que hizo que pasara a convertirme en un escritor. Lo que provocó que un día me plantara delante de mi ordenador y le echara bemoles para empezar una novela. Aquí va una curiosa historia que da algo de sentido (si es que lo tiene) a mi comienzo.

Reflejos en el espejo, primer libro que intenté escribir y que finalmente publiqué, constituyó la primera cosa seria que había redactado. Eso fue en el año 2011. Antes, algunos perecederos e insustanciales artículos en blogs y redes sociales. Nada que mereciera la pena. Pero la chispa que se formó en mi mente, si bien era púramente creativa, no quería una novela, sino un “testamento”. En ese momento yo no ansiaba convertirme en escritor, ni conformar la mejor historia posible, ni ganar un Premio Planeta (nunca me inscribí en ningún concurso de estos). Hablo de testamento en el sentido de querer plasmar en palabras mi filosofía de vida. Guardaba dentro de mí un torbellino de ideales y principios que, según mi punto de vista, ayudarían a mucha gente a ser un poquito más feliz. Ese torbellino fue liberado gracias a la literatura. Convertirme en escritor era un medio, nunca un fin.

Y lo conseguí.

Recuerdo que, mientras escribía Reflejos en el espejo, no seguía un esquema, ni me molestaba en investigar consejos de otros escritores, ni me apunté ningún curso de técnica. Tampoco tenía perfiles en las redes sociales, ni blog literario. Ni siquiera mis familiares y amigos sabían que estaba escribiendo mi primer libro. Aquello lo hacía simplemente por liberar mi deseo, y me daban igual las reglas o trucos.

Ahora miro atrás y me doy cuenta de que, profesionalmente hablando, fue un error. Reflejos en el espejo contiene algunas irresponsabilidades literarias que cualquier escritor (y yo mismo) criticaría. Cuando reuno el valor suficiente de leer algún capítulo, llego siempre a la misma conclusión: si lo escribiera ahora, lo haría muy diferente; lo haría mucho mejor. Pero si lo pienso en frío, no estoy del todo seguro de mi propia afirmación. Reflejos en el espejo, como novatada que es, guarda mi pasión más pura, la inocencia y humildad de un escritor que ni siquiera sabe que lo es. Al final, cada letra de la novela está escrita con la sangre de mi corazón, y, al fin y al cabo, ese es el tipo de esencia que el lector detecta al vuelo.

Como Daniel, el protaginista de Reflejos en el espejo, soy muy perfeccionista. Hoy en día ni se me ocurría publicar una novela con tan poco rigor literario. Sin embargo, y a pesar de todo, creo que mi camino está un poquito ligado al de Daniel. Y el de los lectores también.

No sé lo que me deparará el futuro, ni si mis novelas tendrán mucho o poco éxito. Pero lo que tengo claro es que mi mayor proeza fue enfrentarme al “folio en blanco” y escribir el prólogo de Reflejos en el espejo.

Y recordad: “Cuando por fin te atrevas a tomar el camino en busca de la felicidad, verás que esa felicidad es el propio camino”.

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