Revista Opinión

El origen del bien y del mal

Publicado el 16 diciembre 2014 por Hugo
El origen del bien y del malEric Chaisson, 2002.
¿Y si la ética en su forma más básica no la hubiéramos inventado nosotros, ni los animales empáticos que nos preceden, sino que fuera un mecanismo de supervivencia mucho más primitivo, tan antiguo al menos como el Universo? Durante años me he mostrado muy cauto ante la posibilidad de caer en el antropomorfismo, tratando de no atribuir cualidades humanas a seres u objetos que no las tienen, pero ahora creo, a pesar de que aquella cita de Konrad Lorenz ya me puso sobre la pista, que no he tenido la suficiente precaución con su contrario, el antropocentrismo, que consiste en atribuirle a nuestra especie la exclusividad de ciertas cualidades universales. Entre ambos extremos anda el juego, pienso yo. Tal vez nos gusten las estrellas no porque sean bonitas, que también, sino porque al mirarlas intuimos -o recordamos, como diría Platón- que la existencia es como una carrera de relevos que no hemos empezado nosotros. Una carrera hacia la complejidad pero sin meta conocida y sin porqués definitivos. Puede que nuestra moral sea sencillamente una forma menos sencilla de coger el testigo de aquellas estrellas que en su día nos alumbraron. Un testigo que, huelga decir, tampoco lo inventaron ellas. Así, la metafísica y su rama dedicada a la teorización de la conducta moral que tanto le fascina a la cultura occidental sería una propiedad emergente irreductible en sí misma pero hija al mismo tiempo de viejas estructuras y funciones que escapan en gran medida a nuestro poder y conocimiento. Si la biofilia es un producto de la selección natural, entonces la cosmofilia posiblemente también, aunque a otro nivel.

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