Revista Belleza

El país de las maravillas

Por Negraflor @NegraFlor_Blog

Este sábado mi amiga G. celebró su cumpleaños, y la verdad es que fue una fiesta muy original. De entrada, cuando nos mandó la invitación, nos dijo que la cena era en El País de las Maravillas, que había animación y que teníamos que disfrazarnos de niños pequeños (de niños pequeños como cuando nosotros lo éramos, ¡que la ropa infantil de ahora es súper ultra modernísima!).

El país de las maravillas

Cartel de entrada a El país de las maravillas

Así que ahí empezó nuestra búsqueda de la indumentaria adecuada. Finalmente en Primark encontré una camisola rosa con cuadros (que aprovecharé para ir a la playa. No soporto comprarme algo y darle poco uso), unos leggings negros, y unas zapatillas tipo All Star, también de cuadros. Y, en el pelo, como complemento, me plantifiqué una diadema rosa palo con unas flores.

Sin saber nada más, nos plantamos en El País de las Maravillas. Constaté que era un centro de ocio infantil, con una zona de bar restaurante, con un pequeño escenario en el que tuvieron el detalle poner, para los futboleros, un proyector en el que se podía ver la final de la Champions. También había una terraza; y la zona de juego se veía desde una pared cristalera.

Estuvimos esperando que llegaran todos los invitados (éramos veintisiete personas), estuvimos haciéndonos fotos en el photocall que montó mi amiga G. con la colaboración de su amiga M.J. para hacer broma y posar como las celebrities.

El país de las maravillas

En el photocall

La cena fue tipo cóctel. Tostaditas variadas, untadas con pate y rodajita de oliva, o con surimi y huevo cocido; empanada de atún, croquetas, taquitos de queso con uva (mi perdición), empanadillas, pinchitos de tomate cherri, aceituna y queso burgos; mini sandwiches de surimi y de vegetal, bandejas de embutido… y alguna cositilla más que se me debe de estar olvidando.

Después de cenar, empezó la fiesta, y los animadores empezaron a hacer su trabajo. Empezamos en el restaurante, donde nos hicieron formar dos equipos, escoger nombre y designar capitán para cada uno de los equipos. Se trataba de simular el crecimiento de un bebé, desde el nacimiento hasta la adolescencia. Así que tuvimos que hacer infinidad de juegos: cambiar pañales, tomar biberones, hacer una carrera de “la sillita de la reina” para llegar a la zona de ocio; hacer un circuito montados en un correpasillos con los ojos vendados… para acabar jugando al “paracaídas”.

Cuando terminamos todo el circuito en la zona de ocio, nos dejaron un buen rato para que pudiéramos jugar en el parque de bolas, ¡y disfrutamos como niños! Nos tiramos por los toboganes, hicimos los circuitos en la pista americana infantil… y, cómo no, hicimos guerra de bolas… ¡pero algunos se ensañaban y todo, eh! Después nos redirigieron a la zona del restaurante, para seguir con un karaoke y algunos juegos más, de cantar, básicamente. Personalmente, me lo pasé genial, y disfruté como una enana, que era de lo que se trataba.

Tengo que decir que la idea de G. de celebrar su cumpleaños allí me pareció genial. Pero, evidentemente, la fiesta lució porque todos nos involucramos. Todos dejamos a un lado la vergüenza, hicimos piña -pese a que algunos no nos conocíamos de antes-, y tuvimos claro que estábamos allí para divertirnos. Porque organizar este tipo de actividades con gente que no se “moja” tiene que ser un verdadero coñazo. En este caso todos respondimos, y conseguimos que la homenajeada pasase un cumpleaños divertidísimo.


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