Revista Arte

El paisaje como un vínculo vital y justificador, como el Arte y como la vida.

Por Artepoesia
El paisaje como un vínculo vital y justificador, como el Arte y como la vida. El paisaje como un vínculo vital y justificador, como el Arte y como la vida. El paisaje como un vínculo vital y justificador, como el Arte y como la vida.
El paisaje fue descubierto pronto por los pintores flamencos. ¿Qué otra cosa mejor para poder expresar en el Arte los sentidos más cromáticos, las formas más universales o la calma más poderosa? El siglo XVII comenzó con paz en el mundo. Sólo comenzó. Aquellos años parecieron infantiles, ingenuos, comparados con los duros, despiadados y belicosos años del anterior siglo XVI. La paz se vislumbró y aquellos hombres ahora, herederos e hijos de los guerreros héroes de antes, atisbaron débilmente la necesitada y fértil visión de un mundo diferente. España firmaría la paz con Inglaterra. Francia haría lo mismo con los demás y con sus guerras civiles y religiosas. El imperio sacro y germánico dejaría de luchar en el este. Y el mundo parecía otra cosa en los albores de ese nuevo siglo cargado de promesas. Pero, no duraría. O duraría tan poco como un paisaje coloreado de un óleo flamenco de Jan Brueghel el viejo (1568-1625). Porque en los óleos de Jan Brueghel -hijo afortunado del famoso Pieter Brueghel- los colores durarán el tiempo justo que dedicaremos a verlos. No más. Ni es necesario más. Ellos, los colores, parecerán vivir el único tiempo que son reflejados para ser admirados. Porque, luego, desaparecerán. Como en la vida. Pero aquí, sin embargo, están vivos, recorrerán el espacio que el tiempo decida que ellos tienen que recorrer. 
En el año 1607 Jan Brueghel pinta sobre un soporte de cobre su óleo Paisaje de Río. Pero, no es un paisaje inventado, o, mejor dicho, no todo es inventado ahí. Como en sus colores... Para el creador flamenco los colores deben ser así: como los colores aquí del cielo, del agua, o de la tersura de unas velas transparentes. El Arte es la invención del mundo de un oficio de imitadores de la naturaleza. ¿Por qué? Pues por lo mismo que la vida es una parodia de lo que no es. Los creadores no sólo saben pintar. Pintarán lo que sienten, no lo que ven. Para ellos la verdad que encierra una creación artística es superior a la verdad que supone una visión terrenal. Y ese tiempo de tregua (en Flandes España firmaría una paz con los rebeldes holandeses que va desde abril de 1607 hasta 1622) el mundo pareció florecer, aparentemente. Y fue Jan Brueghel un hombre nacido ya en la guerra (el duque de Alba comenzaría en Flandes su terrible represalia en 1568), conocedor por tanto de los sufrimientos y desmanes de aquel conflicto. Y moriría justo cuando volviese la guerra de nuevo a comenzar. Pero el pintor compuso durante toda su vida una pintura amable, paisajista, decorativa, iluminada, sosegante. Sin embargo, denunciaría él con su Arte mucho más que con cualquier otra forma de pintar la incongruente y contradictoria forma de vivir de los humanos.  
En su obra barroca Jan Brueghel pinta un escenario con un río flamenco, el Escalda, donde los seres viven, laboran, disfrutan, participan, colaboran y se ayudan juntos para seguir adelante. Pero el mundo lo divide aquí el pintor. Lo divide en su obra claramente, sin embargo. El paisaje y su composición están aquí separados, están divididos entre la tierra, con su verde, soleada y agreste silueta, y el resto de lo que vemos a la derecha: el río con el cielo y su azul, oscurecida y eterna figura, sin ruptura alguna de continuidad entre ellos. El firmamento celeste y el río celeste formarán aquí un único universo. Para los seres humanos del siglo XVII el mundo es eternidad divinizada. Y el cielo es su representación sagrada. El río llegará aquí a comunicar ese espacio divino con la tierra de los hombres. Y los barcos surcarán ese horizonte para llegar a la orilla donde seres humanos ayudarán a otros seres humanos a desembarcar. Al fondo, el esbozo de la silueta de la iglesia de San Miguel de Amberes completará el iconográfico escenario. Para definirlo así, como un círculo poderoso de justificación vital, el pintor crearía un extraordinario óleo de paisaje. ¿Hay que glosar la vida a pesar de los terribles efectos de un mundo desolador? El creador dice siempre que sí, y realiza aquí uno de los paisajes más elaborados del Barroco. Los detalles y sus alardes sutiles de belleza los compone con una maravillosa fragilidad, sin embargo. Como la vida... ¿No da la impresión de que todo ese escenario placentero terminará por desaparecer muy pronto? Fue casi un precursor impresionista aquí el barroco Jan Brueghel
Porque el cielo dejará de estar unido con el río muy pronto. Porque los hombres dejarán pronto de estar unidos por el barco rivereño que los desplaza. Porque los colores mismos acabarán desdibujados con el paso de la luz solar todopoderosa. Así lo presentiría el pintor, pero así lo dejaría, fijado en el deseo, sin embargo, mucho antes de que todo eso sucediera. Y el Arte, de nuevo, volvería a expresar con belleza lo que los seres humanos no terminan de comprender si no es con sufrimiento: que el mundo existe en cualquier caso con los infinitos colores de su universo, que el tiempo transcurre siempre con los incontables y bellos momentos decididos. Pero que la verdad de las cosas solo dependen de la luz, de la luz que queramos o no que deje brillar la opaca realidad de un mundo recreado. Porque el mundo de lo humano es recreado siempre, como el Arte, y lo es por esos mismos seres que deciden, alarman, coaccionan, dañan, destruyen o... ¡viven! 
(Óleo sobre cobre Paisaje de río, 1607, del pintor flamenco Jan Brueghel el viejo, Museo Galería Nacional de Arte, Washington D.C., EEUU; Detalles del mismo óleo de Jan Brueghel el viejo, Paisaje de río, 1607, National Gallery de Art, Washington D.C.)

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