Revista Filosofía

El Papa Francisco y la comunidad LGTB

Por Zegmed

Me interesa tratar este tema de más de una manera, puesto que se trata de una cuestión compleja que requiere de cierta disposición hermenéutica. Creo que hay, al menos, dos cuestiones distintas en juego. Por un lado, una relativa al análisis discursivo; la otra, al fondo teológico de la relación entre la Iglesia Católica y la comunidad LGTB. En este post, me voy a concentrar en el primer asunto. En uno próximo, me dedicaré a trabajar con detalle, quizá en lo que se convertirá en una serie de posts, el problema teológico de fondo.

Como es sabido, el Papa Francisco ha declarado en una suerte de conferencia de prensa en el avión que lo regresaba a Roma que “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Para algunos, esto resulta un gesto insignificante, un mero hueso que otro perro ha de lamer. Sin embargo, quienes piensan de este modo se equivocan o, al menos, se apresuran en el juicio.

Como bien indica el artículo del New York Times al que hago referencia, esta no es una declaración menor. En primer lugar, porque se encuentra en el contexto de una reflexión sobre el sacerdocio, lo cual de por sí le da un peso significativo. Si una persona es llamada por Dios a la vida consagrada como presbítero, su homosexualidad no es a priori un problema. Pero no solo se trata de eso. En segundo lugar, sin corregirlo explícitamente, Francisco está enmendando declaraciones relativamente recientes de su predecesor, Benedicto XVI. El Papa emérito, a través de su aprobación de la “Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al Seminario y a las órdenes Sagradas”,  indicó tan solo en el 2005 que la homosexualidad es una “fuerte tendencia orientada hacia un mal intrínseco”, un “desorden objetivo”. Y, de hecho, la Iglesia, siguiendo la mencionada Instrucción de la Congregación para la Educación Católica se opone a la ordenación de sacerdotes con fuertes tendencias homosexuales. En resumen, la posición de Francisco es ciertamente un giro muy importante.

El Papa Francisco y la comunidad LGTB

Por supuesto, hay algunas personas que llenas de ingenuidad o carentes de sentido de realidad ambicionan cambios revolucionarios y, si no los consiguen, minimizan sin más declaraciones de esta naturaleza. En relación a esto, como señalé previamente, es preciso prestar atención a los giros en el discurso, en el tono. El mismo Benedicto XVI, a pesar de mi referencia previa, ya había dado algunos pasos adelante respecto de las posiciones ciertamente más cercanas a la homofobia promovidas por la antropología sexual de Juan Pablo II. Francisco va más lejos que Benedicto (algunos lo han recordado con talento hilarante, incluso), pero, evidentemente, no tan lejos.

Como sucede en toda institución enorme, compleja y tan dividida, los cambios son siempre sutiles, casi imperceptibles para el ojo poco entrenado. De no ser así,  se pone en riesgo la propia cabeza y, con ella, la posibilidad de ejecutar, precisamente, tales cambios. Los que conocen cómo se mueve la Iglesia saben reconocer la orientación que Francisco está dando a las cosas. Su énfasis en el amor preferencial por aquellos marginados por la sociedad es el eje desde el cual deben entenderse estas declaraciones. Creo que hay un cambio nítido en relación a los pontificados previos en relación a este particular y eso, sin duda, va a traer cola.

¿Esto significa que la Iglesia va a empezar a recibir seminaristas homosexuales de modo masivo? Lo dudo mucho, pero hay un cambio de orientación. Se ha descartado que la homosexualidad sea a priori un problema y, por ende, una razón para descartar a un candidato (sí, yo sé que estoy dejando de lado el problema de que solo sea un candidato). Eso se tira abajo la instrucción citada más arriba, pero de modo casi imperceptible. Francisco sabe bien lo que está haciendo y lo está haciendo bien. Lo está haciendo, ciertamente, dentro de los márgenes de las reglas del juego intra-eclesial, pero está jugando sobre la línea continuamente. Eso de suyo es tremendamente valioso. ¿Vamos a ver a Francisco celebrando la primera boda católica gay en alguna iglesia del Vaticano? No, eso no va a pasar. ¿Debemos renegar del Papa, entonces, por su falta de coraje? ¿Acusarlo de homofóbico, como han sugerido algunos recordando sus declaraciones en contra del matrimonio gay algunos años atrás? Me parece que eso es un error. Mi impresión es que Francisco ha modificado su tono en estos temas y que esto se debe a una experiencia más profunda del sentido de la opción preferencial por los pobres y marginados. En este sentido, como recordé hace algunas semanas, Francisco me recuerda un poco a Moseñor Romero. Un hombre muy tradicional, pero de inmensa sensibilidad humana. Yo prefiero cien veces personas genuinamente buenas, pero tradicionales que progresistas muy liberales sin ese amor por la gente. La razón es sencilla: la sensibilidad de los primeros siempre deja abierta la puerta al cambio. Romero era un obispo tradicional, básicamente un académico. Cuando fue nombrado Obispo de San Salvador, los teólogos progresistas de la época sintieron desazón…y ellos, justamente, fueron los más sorprendidos, gratamente, cuando vieron de lo que Romero era capaz. Sugiero, luego, que no subestimemos a Francisco. La profundidad espiritual de los líderes de la Iglesia es siempre promesa de nuevos caminos para ella.

¿Si creo que Francisco es un Papa gayfriendly? Depende de cuáles sean los alcances del término. Si esto supone un Papa preocupado por la marginación social de las comunidades homosexuales, por los crímenes de odio y por formas discursivas que maltratan explícita o tácitamente a la comunidad LGTB, sí, creo que el Papa es gayfriendly. Si el término sugiere un compromiso total con la integridad de derechos por los cuales dicha comunidad batalla, sin duda no. ¿Si esto me deja satisfecho? No, no lo hace. Creo que hay mucho más por hacer a este respecto. Hay una batalla teológica que ganar en defensa de los derechos de nuestros hermanos de la comunidad LGTB (sobre esto tratará el próximo grupo de posts). No obstante, creo que la batalla en el nivel del discurso se está empezando a ganar con la presencia de Francisco. Por tanto, creo que no hay que considerarlo como un homofóbico enemigo. Todo lo contrario, creo que incluso puede ser un tímido aliado. Como esos padres de familia que parecen encontrarse completamente en la otra orilla del argumento y que jamás admiten expresamente el error, pero que con un par de gestos tardíos y afectuosos nos señalan que quizá podrían estar equivocados. No es lo que uno quisiera, ¿verdad? ¡Pero cómo aprende uno a entender ese lenguaje tácito de los gestos!

Pues, en efecto, los progresos son lentos y casi invisibles para quien mide a Francisco con los tiempos de la velocidad 4G; en el Vaticano, sin embargo, el tiempo pasa lento –y no pretendo defender eso, ¡me parece terrible que pase tan lento!– y las cosas hay que medirlas con ese reloj. Veamos a Francisco con paciencia y compasión y tratemos de tener la disposición hermenéutica apropiada para comprender desde dónde es que este hombre se aproxima a esta situación. No es sencillo ser el líder de una institución con cientos de años de historia. La historia pesa, como pesan nuestras propias miserias, defectos de carácter y la educación que recibimos de chicos. Juzguemos con prudencia a Francisco, es lo único a lo que invito.


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