Revista Sociedad

El Papa Francisco y la pobreza argentina

Publicado el 18 marzo 2013 por Fabianscabuzzo @fabianscabuzzo

“Pobreza” ha sido la palabra más repetida por Jorge Mario Bergoglio en las últimas décadas, la leímos en declaraciones periodísticas en su intenso trabajo como cardenal y ahora que es el Papa Francisco, la palabra retumba en los lujosos edificios del Vaticano. Las definiciones y condenas a la pobreza de parte del nuevo Papa emocionan en medio de la crisis europea, llegan desde allí y recorren las villas argentinas y todas las formas de pobreza latinoamericana, desparramadas en barriadas irregulares, en calles sin mejorado y casas de chapa, madera o piedra de acuerdo al lugar.

El mundo mira a la Argentina a través del Papa, muestra esa parte que nos avergüenza, aquello de lo que menos hablan los políticos y que tratan de esconder con las formas engañosas de la estadística. La pobreza sigue vigente, esa pobreza representada por la “villa miseria”, ese nombre eufemístico creado por el padre periodista de Horacio Verbitsky, Bernardo, allá por los 60, como ya contáramos.

El mundo mira a la Argentina a través del Papa, muestra esa parte que nos avergüenza, aquello de lo que menos hablan los políticos y que tratan de esconder con las formas engañosas de la estadística.

No se sabe a ciencia cierta cuántos habitan las villas argentinas, en 1955 se decía que vivían 80 mil, en   1970 800 mil, en 2006 solo en Capital Federal y Gran Buenos Aires hay 2 millones de personas en asentamientos precarios.

Hace unos años se calculó que al menos el 32 % de la población de Latinoamérica habita en asentamientos precarios. En  África subsahariana, el 72% de la población urbana vive en villas miserias y   Etiopía o Chad, entre otros países dramáticamente pobres, los habitantes de asentamientos precarios llegan casi al  100% de la población de las ciudades.

villa miseria El Papa Francisco y la pobreza argentina
La realidad es que los números de la pobreza han crecido y han bajado de acuerdo al momento del país. El período más duro fse inició con  la crisis del 2001 que llevó, en 2002,  a la pobreza  e indigencia ascendieran a un nivel escalofriante del 51,4 % de la población, hablamos de poco más de 18 millones de pobres.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en 1989 la proporción de personas bajo la línea de pobreza alcanzaba al 47,3% de la población, y al término del segundo mandato de Carlos Menem, en 1999, era de 26,7 por ciento. Para el segundo semestre de 2011 el dato es más difícil de calcular, puesto que la intervención del instituto en 2007 provocó la pérdida de estadísticas confiables.

Los datos del INDEC estiman que la pobreza fue en 2010 y 2011 de 9,9 y 8,3 por ciento, respectivamente. Fuentes alternativas calculan una mayor proporción de pobres: el Centro de Estudios Población y Desarrollo (CEPED) calcula para 2010 una proporción del 20,3 por ciento y la consultora de Artemio López, Equis, en general afín a las políticas oficiales, estimó en 2010 que el 20,6% de la población vivía bajo la línea de pobreza. (Chequado.com, 2012)

La Universidad Católica Argentina (UCA)  hace su propia evaluación de la pobreza y la indigencia, y reconoce que los números han mejorado a partir de la Asignación Universal por Hijo, un subsidio que logra mejoras alimentarias en muchas familias y las compromete con la educación y el control de salud de sus hijos.

Entre 2007 y 2011 poco y nada se ha hecho para mejorar la calidad de vida de los argentinos.

Sin embargo en las lecturas del Informe del Bicentenario de la Deuda Social Argentina elaborado por la misma  UCA,  se desprenden algunos datos relacionados con la vivienda y la vida de los argentinos que indican que entre 2007 y 2011 poco y nada se ha hecho para mejorar la calidad de vida de los argentinos.

El informe es extenso, pero he destacado algunos números, que están relacionados con el acceso a servicios esenciales como electricidad, agua o cloacas, los números se han mantenido, bajado o aumentado levemente, aunque la población ha crecido. Estos números coinciden con las porciones más postergadas de la sociedad argentina:

2007

2010

2011

PROBLEMAS CON EL SUMINISTRO DE ENERGíA ELÉCTRICA (CORTES REITERADOS O SIN SUMINISTRO)

55,7 %

56,8 %

57,7 %

SIN CONEXIÓN A LA RED CLOACAL

37,8 %

35,9 %

34 %

SIN SUMINISTRO DE AGUA CORRIENTE

14,7 %

13,4 %

13,6 %

PROBLEMAS CON EL  SUMINISTRO DE AGUA CORRIENTE (CORTES REITERADOS O FALTA DE SUMINISTRO)

35,3 %

34,8 %

36,3 %

En estos hogares sin luz, o “enganchados” del tendido eléctrico, sin agua corriente o letrinas, viven las personas que forman parte del discurso que conmueve al mundo en la voz del Papa Francisco.

Villas miseria   El Papa Francisco y la pobreza argentina
El espacio de la villa, lejos de ser un ámbito de familias que viven en la pobreza,  suele ser “tomado ” por la delincuencia que encuentran allí el  mejor un lugar para el desarrollo de lo ilícito. Tenemos el fenómeno de los ”soldaditos”, niños y adolescentes adictos dedicados a vender estupefacientes en “bunkers” que crecen como hongos en los barrios humildes: Los narcos llegan a   los chicos del lugar, los inician en el consumo de droga barata y no tardan en contar con ellos para la distribución y venta del producto.  Si bien la delincuencia atraviesa todas las capas sociales es en estas poblaciones vulnerables donde se viraliza.

El espacio de la villa, lejos de ser un ámbito de familias que viven en la pobreza, suele ser “tomado ” por la delincuencia que encuentran allí el mejor un lugar para el desarrollo de lo ilícito.

El estado suele estar ausente cuando hay pobreza, las escuelas están alejadas, el barrio – lo vimos en los números que mostramos .- no tiene infraestructura, faltan centros de salud y no hay clubes o espacios para el esparcimiento  y el contacto social. A veces las iglesias, católicas o evangélicas, se convierten en el lugar de contención que la gente necesita, en pequeños polos de dignidad. En esos sitios, curas como Bergoglio, desarrollan una tarea silenciosa y significativa basada en la solidaridad y en el respeto al prójimo.

El Papa Francisco habla de algo que conoce y nos avergüenza, algo que los argentinos (y también los brasileños, los colombianos o los mexicanos) no supieron o no pudieron revertir.

Y lo peor es que ese mundo se enfrenta con el otro, como si hubiera dos ciudades, una con shoppings, plazas y calles limpias y la otra sumida en la miseria y el olvido. La discriminación más lastimosa es el estigma del villeroNo es posible unir las partes ante tamaña desigualdad. 

En todas las sociedad hay personas más pobres y más ricas, pero nunca esa diferencia fue tan atroz, el mismo INDEC, tan defenestrado, admite que en nuestro país el 10% de los hogares con más ingresos del país gana 16 veces más que el 10% con menos recursos.

Esa desigualdad que siempre crece en su aspecto más horrendo es el fracaso de la política.

Esa desigualdad que siempre crece en su aspecto más horrendo, lo que llaman “movilidad social”, es el fracaso de la política, algo falla. Algo es necesario cambiar. 

Para terminar copio y pego el encabezamiento de un informe que El País de España hizo sobre la pobreza en Buenos Aires, un texto que refleja cómo nos ven desde afuera, es necesario aclarar que aunque en ese país se vive un fenómeno de crisis que ha empobrecido a la población, ésta no ha llegado aún al panorama que describe este periodista:

El navegador GPS muestra un triángulo rojo cuando el coche se aproxima a la Villa 21 de Buenos Aires y nos advierte de que estamos entrando en una zona de peligro. Las villas miseria son la cuna y la tumba de los adictos al paco, la pasta base, tal vez la droga más destructiva. Mencionar la Villa 21 o la Ciudad Oculta o la 1-11-14, también conocida como el Bajo Flores, es evocar los callejones de menos de un metro de ancho y sin salida, las tomas ilegales de corriente eléctrica, los sepelios de pequeños narcotraficantes cortejados por sus compinches disparando al aire. Hay decenas de ellas repartidas por Argentina, repletas de gente acostumbrada a que ningún Gobierno atienda sus necesidades. Es sinónimo de abandono, droga y violencia. Y sin embargo, la mayoría de sus habitantes son humildes trabajadores, a menudo inmigrantes procedentes del campo o de Perú, Paraguay, Bolivia… Sirvientas, albañiles, carpinteros y camareros obligados a veces a ocultar su lugar de residencia. (Francisco Peregil, El País, Julio de 2012)

Fabián Scabuzzo, Marzo de 2012


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