Revista Cine

El paradigma dramático en el fútbol

Publicado el 06 noviembre 2012 por Desmarcados @blogdesmarcados
El paradigma dramático en el fútbol'Lo imposible', de J.A. Bayona, está arrasando en la taquilla española y se espera que haga lo mismo en su estreno en EE.UU. las próximas navidades. Vuelven las historias de catástrofes, género tan prolífico en los años 70 ('Aeropuerto', 'El coloso en llamas', 'Poseidón'...) trasmutado en los 80, vía 'Tiburón', en desastres provocado por animales ('Piraña', 'Orca, la ballena asesina', Saga 'Tiburón', 'El enjambre'...). Bayona retoma un subgénero de catástrofes que empezó a tener fuerza a finales de los 90: Los desastres naturales, ('Twister', 'Deep Impact', 'Armageddon', 'Volcano' o 'Dante's peak'). Esta vez, en 'Lo imposible' tiene menos prioridad en la historia la acción (que la tiene mediante el tsunami, y muy bien realizada) y sí el drama. Narra la épica de una familia separada por esta ola asesina y que, en un indecible sufrimiento, al igual que los protagonistas de 'Viven!', harán todo lo necesario para sobrevivir y, en este caso, para reencontrarse en un territorio completamente arrasado por los tsunamis que asolaron el pacífico en 2004. 

El paradigma dramático en el fútbol

Vencedores y vencidos

Esa grandeza de las emociones en carne viva de seres humanos al límite se puede trasladar a un campo de fútbol. El sufrimiento y agonía de unos personajes, luchando contra contra los elementos y circunstancias, la prueba física y psicológica a la que se enfrentan, la hemos visto en algunos partidos que han marcado con fuego la memoria de aquellos que lo vivieron y/o vieron. Los finales son felices según el equipo al que se apoye, pero ninguno de estos partidos se escaparían de elevar no sólo el fútbol, la competición y sus jugadores a lo más alto del arte y el espectáculo, sino del drama épico que podría verse en cualquier película de desastres, o en un episodio importante de una película de guerra. Al igual que en esas historias, sufres, te desvives por sus protagonistas, hay giros inesperados, tensión, emoción, momentos para las lágrimas, incluso las sonrisas, y hasta un abrazo al final. Lo hemos conseguido, hemos ganado esta pelea imposible de ganar. Somo héroes. Campeones.

El paradigma dramático en el fútbol

Syd 'Paradigma' Field. 

Muchas de estas historias futbolísticas podrían seguir una estructura clásica y aristotélica de un guión (Planteamiento, desarrollo, desenlace), pero dentro de esta estructura, los "puntos de giro" que tanto le gustan al 'gurú' del guión Syd Field pueden estar en cualquier momento como en múltiples ocasiones que se generan (literalmente, en el guión de un partido que se va construyendo a tiempo real) durante el encuentro. Por eso, por la naturalidad e improvisación del juego, muchas veces está bastante descompensado este paradigma 'Fieldiano': Podemos tener estructuras muy pesadas y aburridas durante las dos primeras partes de la historia y encontrarte picos de intensidad, emoción y giros en el desenlace del partido. Hay giros nada más comenzar el partido (El penalty marcado por Holanda a los pocos segundos de comenzar la final del Mundial 72 ante Alemania) así como en los minutos de descuento durante toda una final de Champions entre el Bayern de Múnich y el Manchester United de 1999). Aquí el clímax de la historia se desarrolla brutal y de manera enérgica (orgásmica) casi antes de que aparezcan los créditos al final de la película, mientras te estás levantando del asiento para marcharte creyendo ingenuamente que todo esto ya sabes cómo acaba, tal y como sucedió con el gol de Andrés Iniesta ante Holanda en la final del pasado Mundial de Sudáfrica o ante el Chelsea en las semifinales de la Champions del 2009.

Hablando de giros sorprendentes y trascendentales, quizás la mayor tragedia (o inmensa alegría, si uno es hincha charrúa) vista en un partido fue el tan conocido 'Maracanazo'. Esto es, la victoria de Uruguay en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro ante los anfitriones en la final del mundial de 1950 celebrado en Brasil. Los goles uruguayos de Schiaffino y Ghiggia dejaron enmudecidas a las 174.000 personas que se citaron en Maracaná aquella tarde y a un país entero al borde del suicidio colectivo. Brasil, que por entonces jugaba con una equipación blanca, tras este desastre cambiaron el color de su camiseta por la tan conocida elástica 'canarinha' verde-amarilla. Nadie esperaba que ganara Uruguay esa final. Hasta el entonces presidente de la FIFA y encargado de entregar el trofeo al campeón, Jules Rimet, ya había redactado un discurso en portugués poco antes de terminar el encuentro, cuando iban 1-1. Pero al contrario que en el cine, el tercer acto nunca está escrito. (Imaginaros a Ivan Drago ganando a Rocky Balboa en Rocky IV). Uruguay se convirtió para muchos en la némesis victoriosa que rompía la 'lógica' de cualquier enfrentamiento idealista en una historia. Pero por el contrario se puede ver como el reflejo de la vida, donde se nos escapan las leyes de control que tiene el mundo de la ficción y en donde reside, a su vez, el interés absoluto por un final inesperado. 
Quizás hay tres partidos que recuerdo haber visto y que me marcaron como muestras de épica absoluta, ejemplos de superación y con finales dramáticos, a veces trágicos y desesperados (como me sucedió al ver 'Tiempos de gloria', de Peter Weir) y que podrían ser perfectamente el guión de una película ellos solos. Estamos hablando del Francia-RFA del Mundial 82, la final Liverpool-Alavés de la copa de la UEFA del 2001 y, otra vez el Liverpool (equipo cuyas gestas da para muchos guiones interesantes), pero esta vez contra el Mílan, en la final de la Champions del 2004. Hoy nos quedamos con el partido celebrado el 8 de julio de 1982 en el Sánchez Pizjuán, Veamos antes un resumen de aquel encuentro:

"Aún estoy esperando a jugar la final, pero nunca la jugué" (Michel Platini, capitán de la selección francesa en el Mundial del 82). Semifinal entre Francia y la República Federal de Alemania: Posiblemente, y tal como dice el narrador del vídeo, el partido más dramático de la historia de la Copa del Mundo. Este partido fue más allá del deporte. Te puede no gustar el fútbol, pero contemplas lo que sucedió aquí y es imposible no emocionarse o involucrarse en la dinámica del partido. La relación entre cine y fútbol estuvo más ligada que nunca en este partido y hay imágenes que nos recuerdan a muchas películas que hemos visto en escenarios parecidos, como la conmovedora estampa del capitán francés, Platini, cogiendo de la mano a un inconsciente Patrick Battiston, como si fuera un oficial tranquilizando y dando ánimos a un soldado herido en la batalla de cualquier guerra. La Francia de Michel Hidalgo podía haber sido la victoriosa de 'Napoleón' esa GRANDIOSA película, en todos los sentidos, de Abel Gance, o la de 'Capitán Conan' de Bertrand Tavernier en la I Guerra Mundial ("Bombas, cañones, a ciegas cualquiera puede matar. Nosotros íbamos a cuchillo. Y matábamos... Eramos unos tres mil. Y esos tres mil ganamos esa maldita guerra.Los demás solo la hicieron")

El paradigma dramático en el fútbol

Shumacher, el malo

Pero esa Francia de actores de renombre como Tigana, Giresse o Amorós se vio en un escenario apocalíptico como el de 'La Colina de la Hamburguesa' o el final de 'Gallipoli'. El fútbol imita a la vida en muchas ocasiones por lo imprevisible, excesivo y emocional que son sus argumentos mientras que el cine apenas se acerca en unos 90 minutos o un par de horas a esa realidad. Aquí se vio, desde el lado francés, que sufrir y tener tan cerca la victoria, el destino se antojaría cruel al perderla delante de tus ojos, desde el punto de penalty. Evidentemente, aquí los "malos" en esta película eran los alemanes (esos que pactaron con Austria la eliminación de Argelia en un bochornoso partido). Sobre todo (o casi exclusivamente) el guardameta teutón Harald Shumacher. Y ellos fueron los que ganaron. Sí, ellos. Los alemanes alejados de la lírica francesa, peleando duro gracias a la visión y veteranía de Breitner, el atrevimiento de un eléctrico Littbarski, la calidad de Stielike y la eficacia de Fisher y Rummenigge. Y entre tanto, una gesta imposible de olvidar.
La Italia de Rossi, Tardelli, ZoffConti y compañía se encargarían posteriormente de aplicar 'justicia poética' en la final, ganando a los alemanes por 3 a 1. Pero nadie olvidará nunca esa lucha no apta para cobardes, digna de una gran película catastrófica rompedora de cualquier estructura dramática coherente. 

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