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El peligro de emigrar

Publicado el 25 junio 2014 por Jarev87

jarev87

A la hora de emigrar (atencion, mucho ojo, warning, achtung, peligro), y toda vez que hemos elegido el destino al que ir (por norma general el mas barato que haya en airpatata); nos quedamos ante la gran tesitura del idioma, y, la duda radica en aprenderlo en academia (y hablar con el acento y educación de un Sir brittish) o hacerlo a la española, y chapurreando dos o tres palabras en spanglish (algún día les hablaré de ello) cogerse el maleton (en caso femenino) o un par de carzoncillos y una caja de preservativos (en caso masculino). Y lanzarse a la aventura.

No sé si mis lectores recuerdan su infancia, qué ocurría cuando conocían a algún extranjero que venia de intercambio a pernoctar (esta palabra no tiene connotaciones erótico-festivas, recuerden que, por muy precoces que sean algunos en este país, hablamos de la tierna infancia); pues, no sé vosotros, pero aquí le enseñábamos las palabras más soeces que se nos ocurrían y nos partíamos de risa con su acento del chichinabo. “Mielda”, “Pissssa”… y otras palabras que la NSA seria capaz de censurarme.

Que si, que Spain is different, y por el resto del mundo la gente tiene menos guasa para cachondearse de los demás… Pero hagan la prueba; váyanse al polo norte sin tener ni papa de esquimalio y pónganse en posición de aprendizaje (con los ojos bien abiertos y diciendo a todo que si con la cabeza); y una vez que hayan aprendido a chapurrear varias frases, provoquen su detención por la policía (haced cosas que no os supongan un gran peso en el alma porque ya esteis acostumbrados; del tipo saltaros varios semáforos, o conducir mientras le hacéis un vudú a la suegra…). Una vez que lo logréis, intentad explicaros con lo aprendido. Os cae la perpetua.

Diréis que probablemente exagero, y que sois antiguos niños de san ildefonso o educados por las hermanitas del perpetuo mazapán con leche; pero creedme, que siendo yo como soy, un santo descendido de la planta quince; también he tenido que confrontarme a situaciones nada halagüeñas.

Porque, aunque llevemos la tira de años en el país que nos ha acogido (por obligación, y porque no recurrieron a un abogado cuando debían), los que hemos aprendido sumergiéndonos en el país directamente; tenemos los vicios que tiene el gitano que iba a la autoescuela en coche, conduciendo. Y a la hora de confrontarnos con momentos serios; esos instantes críticos de la vida en que tenemos que dialogar como verdaderos Sir Brittish; y ante la mirada del señor Juez, y con toda la sonrisa del mundo, no nos sale mas que un tímido “ola k ase?” (con su respectiva traducción, claro; en japonés seria algo como “iyo-ké”; en francés no sé traducirlo, me he quedado en “ta gueule”, así que cambiemos de tema).

Lo peor no es eso; sino cuando estás tomando unas cervezas con los amigos, y comienzan a aparecer los pequeños; y toda su buenísima educación (de televisión de alta calidad) se va a la basura con los comentarios a los que estamos acostumbrados. La mirada penetrante de sus padres es capaz de helar la cerveza que tienes en la mano y de mandarte a la porra los choricillos, y ahí te das cuenta que has dicho algo que no debías; aunque lo peor es no saber exactamente el qué es; así que pides disculpas y repeles a cualquier otro niño que se acerque con historias de miedo (puedes contarle esa que dice que el McDonalds va a cerrar); aunque siempre acaba escapándose uno del radar, y aprendiendo otra de las puñeteras palabras prohibidas (porque los jodidos tienen una habilidad para identificarlas y memorizarlas…). Por lo que solo te queda afirmar que, tarde o temprano se enterarían, y que era el mejor momento para ello, aunque tuviesen cuatro años, y esa noche aprendiesen 20 insultos en 4 idiomas diferentes.

Es por ello que, aunque sea un fastidio; tomen cursos en una academia de prestigio antes de partir al extranjero. No les puedo aconsejar ninguna por motivos publicitarios, pero si aceptan la academia de mi primo Julian (dan Francés, Griego y Misionero), pongan el código LACAGASTE y obtendrán de regalo una caja de pañuelos de esparto con el logo de un topo con síndrome de abstinencia y un bocadillo de altramuces.

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