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El peligro de las etiquetas

Publicado el 24 enero 2017 por Enrique Roldán @enrique_roldan

Todas y todos sabéis la importancia que se le está dando a un asunto peligroso como son los casos de acoso que se dan entre chicos y chicas. Si bien es en el mundo escolar donde están saliendo a la luz un mayor número de casos, el deporte base no es ajeno a este problema. En la  edad adolescente, las relaciones  pueden llegar a ser muy complejas vistas con ojos de adulto.

El peligro de las etiquetas

Hace unos días, en un curso para entrenadores de fútbol, trabajando el  término de Autoconcepto, surgieron entre 15 alumnos/as tres casos en los que el ataque directo al concepto que tenemos formado de nosotros mismos llevaron a decisiones drásticas por medio de padres, entrenadores, dirigentes de club o de los propios afectados.

En un primer caso fueron los propios compañeros del afectado los que propiciaron el abandono de la práctica del fútbol por parte de uno de los integrantes de un equipo de chicos de 13 años al dejarle claro de forma reiterada que no tenía la calidad suficiente jugar en su equipo a pesar de los esfuerzos del entrenador para combatir dicha situación. El chico se negaba a jugar por el miedo a lo que dijesen de él sus compañeros si cometía un fallo.

En el segundo, el mero hecho de ser chica era suficiente para apartar a una jugadora e incluso invitarla a cortarse el pelo si quería seguir jugando en el equipo. Tras un cambio de entrenador, una jugadora considerada la estrella del equipo, pasa a ser discriminada por parte de su técnico por ser mujer y llega a ser repudiada por sus compañeros siguiendo la estela de su entrenador. Esta actitud de un entrenador hubiese finiquitado la actividad deportiva de esta adolescente de no haber contado con el apoyo de su familia que la animó a seguir jugando si de verdad era lo que quería.

En el tercero, el comentario de un entrenador, acusando directamente de la derrota a uno de sus jugadores, supuso el dejar los entrenamientos durante un periodo prolongado de tiempo a un chico de 14 años al no tener la confianza suficiente para hacer frente a esa crítica, más viniendo de un entrenador al que el joven consideraba un auténtico líder y alguien en quien fijarse.

Todos sabemos que en los grupos de chicos y chicas etiquetar a alguno/a de sus miembros en función de algún defecto físico o de comportamiento es algo habitual. Cuántos chavales han sido etiquetados de “gordos”, “torpes”, etc por sus compañeros. En muchas ocasiones estas etiquetas se quedan en una simple anécdota y no tienen una mayor relevancia. En otras ocasiones, sí que pueden tener una trascendencia importante ya que los jóvenes tienden a generalizar las opiniones que los demás tienen de ellos a todos los ámbitos de su vida. El señalado como torpe porque no sabe golpear la pelota con la pierna izquierda, cree que esa torpeza se da en todas las actividades que realiza: estudiar, tener amigos, relacionarse con su familia o aprender inglés.

El problema se agrava cuando los adultos que están supervisando esa actividad con jóvenes, refrendan esas etiquetas, y esto puede suceder de mil maneras, si bien, los comentarios que se realizan acerca de alguno de los jugadores y que son escuchados por parte del equipo son los que mayor potencial tienen de hacer daño.


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