Revista Talentos

El pelos

Por Sergiodelmolino

Atención a este tipo:

Se llama Raúl Cirujano, aunque en internet atiende por el sobrenombre de El Melenudo. Es el ganador del concurso Pelo Pantene 2010.

O lo era, antes de que los organizadores del mismo decidieran retirárselo por carecer de glándulas mamarias (al parecer, un requisito indispensable, aunque no explicitado en las bases del concurso). El vídeo moló tanto que, siguiendo la estela del Chikilicuatre y de John Cobra, obtuvo 11.000 votos -el concurso se ganaba por aclamación popular- . La segunda aspirante solo consiguió 900.

Raúl Cirujano, por supuesto, es un ganso que trabaja en una agencia de publicidad que ha decidido boicotear a lo postmoderno el concursito del pelazo.

Raúl, los que un día fuimos melenudos, te rendimos pleitesía. Gracias, nos has hecho muy felices.

Yo llevaba unas melenas más largas que las del ganador de Pelo Pantene. Lo cual, en un periódico donde, cuando entré a trabajar, estaba prohibidísimo ir a la redacción en pantalón corto o con un vestuario excesivamente informal, me valió entre algunos sectores de la jefatura el ingeniosísimo mote de El Pelos.

Por supuesto, me llamaban así a mis espaldas, pero no tardé mucho en enterarme, como era natural (nota al margen: no busco la sinceridad en las relaciones sociales. Apelo a la hipocresía de la gente: por favor, si me tienen que ponen a parir, háganlo donde no les oiga. De frente sólo quiero sonrisas falsas y adulaciones interesadas. Me carga un montón la gente sincera que se cree obligada a decirme lo que piensa de verdad de mí, como si yo tuviera algún interés en saberlo. Fin de la nota al margen). Al principio pensé que lo del Pelos era puramente despectivo y que me auguraba una cortísima carrera en la empresa. Vamos, que si quería prolongar mi estancia en esa redacción, debería acortar la longitud de mis rizos. Pero resultó que no lo era tanto. Una vez, sorprendí una conversación entre dos jefecillos. Nos separaba un fino tabique, y escuché sin que supieran que les oía. Discutían sobre la información que yo iba a cubrir ese día, que al parecer era de especial interés para la cúpula del periódico.

-Joder, cuidado con esa historia -decía uno de los jefes-, hay que contarla bien, hay que darla con cariño, que es un tema delicado.
-Bah, estate tranquilo, que creo que va a ir el Pelos -respondió el otro.
-Ah, entonces, estupendo.

Ahí me di cuenta de que valoraban con distinto rasero mi look capilar y mi capacidad profesional. Y la verdad es que me tranquilizó bastante, lo viví como un logro: había vencido los prejuicios de un par de señorones a la antigua, que se habían dado cuenta de que un melenudo servía para algo más que para liar porros y pintar aes de anarquía en la pared.

Para algunos, creo que he seguido siendo el Pelos hasta hoy, cuando ya podrían plantearse cambiar el apelativo por el Calvo (o el aspirante a). La verdad es que prefiero otro mote cariñoso, popularizado por la simpar Pilar Estopiñá, actual presentadora del informativo matinal de Aragón Televisión: Mulán (evolución de Serge du Moulin Rouge, luego Del Moulin y, finalmente, Mulán). Todavía hoy, cuando me llama y descuelgo, siempre arranca diciendo: “Oye, Mulán”.

Ahora, otro melenudo ha demostrado que puede cachondearse de la industria cosmética y romperles sus ritos. Y como el melenudo no se hace, sino que nace, y mantiene de por vida sus melenas como los amputados sus miembros fantasma, permitidme que ponga algo de Black Sabbath y ejecute una simbólica sesión de free melenas on the air.


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