Revista Comunicación

El poder de la información

Publicado el 27 julio 2010 por Jaime

Hoy quiero compartir con vosotros este artículo que me publicaron en el último número de Entérate, que lo disfrutéis:
EL PODER DE LA INFORMACIÓN [1]

En unos tiempos en los que la economía ha saltado de las páginas salmón de los diarios a las pantallas de nuestros televisores y ha llegado mucho más allá de los telediarios, me permito el lujo de recomendar – de cara al verano – dos libros que pese a la reticencia que pueda provocar sus nombres, son dos obras entretenidas a la par que curiosas para comprender este mundo en que vivimos.


   En estas breves líneas vamos a intentar exponer, en términos económicos, el poder que otorga la información a los individuos, cómo crea incentivos y cómo puede influir en una situación ya sea económica o social.


   En primer lugar definamos qué es la información. Podemos decir que la información no es más que datos organizados capaces de transmitir un mensaje. Sin embargo, el DRAE, en su entrada para información, define el concepto que nos interesa para este trabajo: la información privilegiada, que es «la que, por referirse a hechos o circunstancias que otros desconocen, puede generar ventajas a quien dispone de ella.»

   En la economía como en la sociedad existe ese poder y, dependiendo de cómo se utilice genera beneficios y otorga ventajas o provoca perjuicios y desventajas. A continuación, analizaremos algunos ejemplos extraídos de las lecturas de El Economista Camuflado (Tim Harford) y Freakonomics (S.D. Levitt y S.J. Dubner).


La información, principal enemigo del terrorismo

   Levitt y Dubner, nos narran como Stetson Kennedy realizó una ardua investigación contra el Ku Klux Klan − “organización” xenófoba, homófoba… −.

Tras varios intentos fallidos «Kennedy comprendió el verdadero poder de la información» y logró desestabilizarlos haciendo públicos los códigos y secretos que hasta entonces les habían otorgado gran poder y efectividad (a través de la televisión y la radio), pues «el miedo… (a lo desconocido) es la causa de que el terrorismo sea tan eficaz», es un incentivo para no actuar, opinar y, en definitiva, para la sumisión.

«La difusión de la información hace que su poder se desvanezca.»[1]


Los expertos y el mundo real  

En ambos libros se hace mención a la especialización y a las ventajas de la existencia de mercados. Ambos términos van ligados y, de nuevo, la información juega un papel fundamental. Al especializarse el trabajo se generan privilegios informativos o asimetrías informativas y, para que un mercado funcione, ha de existir la confianza.

Los ciudadanos, no manejamos toda la información acerca de todo lo que compramos, vendemos, hacemos… Debemos confiar en los especialistas para poder vivir. Curiosamente, todos somos especialistas, cada uno en una cosa determinada.

Veámoslo a partir de unos ejemplos:


La compra-venta de vehículos de segunda mano:

   «G. Akerlof publicó, en 1970, un revolucionario artículo… y demostró que… (este mercado) no puede funcionar si los vendedores saben mucho de la calidad de los coches que venden y los compradores no.»[2]

El vendedor de un vehículo usado que sea un “cacharro” lo sabe y no se lo hace saber al comprador por lo que el beneficio de quien lo vende es asimétrico con el de quien lo compra.


¿Por qué son tan caros los seguros médicos?  

Por lo extremadamente impredecibles que son las enfermedades. No podemos prever ni un catarro ni un cáncer, si supiésemos de antemano lo que vamos a padecer podríamos contratar los seguros en relación a esas enfermedades exclusivas y no a otras por si acaso, eso encarece los seguros – tanto para nosotros como para las aseguradoras −.   

Sin embargo, las aseguradoras tratan «de arreglar el mercado… obteniendo la mayor información sobre sus clientes»[3], así pueden cobrar de acuerdo a la información que poseen. ¿Vamos a negarnos a pagar un seguro por cáncer de pulmón si el médico nos dice que tenemos un 87% de probabilidades de padecerlo?


La información en el mercado inmobiliario:  

Podemos decir que el agente inmobiliario es uno de os mayores poseedores de información, y actúa en consecuencia.

Veamos un ejemplo:   Si quisiera vender mi casa lo más probable es que contratase un agente puesto que no conozco ese complicado mundo. Según ese agente mi casa puede alcanzar un valor de 310.000 $, sin embargo, teniendo en cuenta sus incentivos, podemos estar seguros de que si recibe una oferta de 300.000 $ (un 3% menos) me convencerá para vender.

Esto se debe a que lo que supone 10.000 $ más para mi, simplemente son 150 $ más en sus comisiones (que rondan el 1,5% del precio total). La cosa cambiaría si la casa que estuviese en venta fuese la suya. En este caso la mantendría una media de diez días más a la venta para alcanzar un incremento de sus ganancias del 3%. [4]


   Como hemos visto, «los expertos dependen del hecho de que usted no dispone de la información que ellos sí poseen. O de que usted está tan aturdido por la complejidad de su operación que sí dispusiera de la información no sabría qué hacer con ella.»

[5] Ahora bien, Internet ha supuesto una revolución en el mundo de los privilegios de la información; tanto para el experto como para el que no lo es.


Internet: la información al alcance de todos


EL PODER DE LA INFORMACIÓN [1]
  

Hasta la aparición de la red de redes nuestras decisiones dependían de la asimetría: contratábamos a un agente para vender nuestra casa porque él sabía más que nosotros del mercado inmobiliario o contratábamos seguros millonarios porque no podíamos comparar las prestaciones de varias aseguradoras debido a la complicación lingüística y técnica de las condiciones de los contratos.

Sin embargo, desde la aparición de Internet todo está a un clic y existen páginas que nos permiten comparar las prestaciones de dos seguros a la vez en un formato de pantalla partida o encontrar casas similares a la que intentamos vender para fijar el precio. La información está al alcance de todos.

   Por otro lado, las empresas han sabido revertir las ventajas de Internet a su favor. Así, la librería virtual Amazon utilizó la tecnología de las cookies[6] a su favor. La empresa almacenaba la información de los usuarios y establecía «sus precios basándose en los registros individuales de cada comprador…ofrecía precios diferentes a dos lectores que querían comprar el mismo libro.»[7] De este modo ofrecía precios más baratos a potenciales compradores, vendiéndole más caro a los habituales.


Busco_pareja.com  

Por último, y para demostrar que todos tenemos poder sobre los demás en la información que manejamos, podemos recurrir al ejemplo de las empresas de citas por Internet, como match.com. En estas páginas los usuarios crean sus perfiles y, sorprendentemente, los porcentajes muestran que más del 60% de los usuarios – con independencia de su sexo, raza… − tienen un perfil prototípico que está por encima de la media real de personas que tienen esos rasgos.

Los internautas no mienten, simplemente maquillan la información que facilitan sobre ellos mismos.      

En definitiva, podríamos decir que la información por sí mismo no es útil, su utilidad depende de lo que hagamos con ella y esto es tan aplicable a la economía como a cualquier otro aspecto de la vida. Si Kennedy no hubiese hecho pública la información que poseía sobre el Ku Klux Klan, ¿de qué habría servido su investigación?


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